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“Los filósofos nos han hecho creer que una persona feliz es una persona ignorante”

El psiquiatra Rojas Marcos minutos antes de clausurar el curso de la Universidad del Mar.
Entrevista con el psiquiatra Luis Rojas Marcos
“El nivel de satisfacción con la vida es hoy más alto que en el pasado”.
Al acabar la entrevista, después de haber mantenido una larga conversación con él, al cronista le queda la sensación de que, si alguna vez ha de acudir a un psiquiatra, le gustaría que fuese como Luis Rojas Marcos. El popular personaje habla de todos los temas que se le plantea  con la seguridad de los auténticos expertos, abriendo ventanas, matizando conceptos, planteando interrogantes y puntos de vista insospechados que van enriqueciendo su mensaje y sobre los que aventura interesantes hipótesis.

    Se le adivina pasión por su trabajo, pero sus respuestas, sus ademanes, sus gestos son los de un hombre tranquilo. Un hombre sobre cuyas espaldas recayó la organización de los servicios sanitarios tras el peor atentado de la historia, perpetrado cuando era el máximo responsable de los hospitales públicos de Nueva York. Ni siquiera la apretada agenda con la que se desayuna cada día, tras haber devorado los kilómetros que recorre a diario para mantenerse en plena forma, llena de entrevistas con los medios, actos públicos o firmas de unos libros que apasionan a decenas de miles de lectores, alteran su temple.
Rojas Marcos es, sí, un hombre tranquilo, incluso cuando le preguntan por enésima vez –a él, que tanto ha escrito sobre esa cosa con plumas que algunos llaman felicidad- si los españoles vamos a ser más felices con la flamante Copa del Mundo que se ha enseñoreado del ánimo de 46 millones de españoles y él responde, con cierta carga de ironía, que las alegrías colectivas no son más que un fenómeno pasajero.
El pasado 16 de julio clausuró en la localidad de Molina de Segura el curso de la Universidad del Mar “Psiquiatría en la vida cotidiana”.Según Rojas Marcos, el índice de satisfacción con la vida es hoy más elevado que en tiempos anteriores.-P: Tengo que confesarle que, hasta que no me enteré de que usted corre el Maratón de Nueva York desde hace ya muchos años, no entendía cómo podía sacar suficiente energía para dar abasto a una agenda tan apretada como la suya.
-R: ¿También a ti te gusta correr?

-P: También lo hago, pero lo mío es en menores dosis, tanto en el circuito, ya que yo cambio Nueva York por Murcia, como en la distancia, pues lo mío son las “medias maratones”, 21 kilómetros.
Está usted hecho un atleta, por eso puede resistir sus maratonianas agendas.
-R: Yo empecé ya tarde a hacer ejercicio, a los 45 años. Fue mi mujer la que me animó, me dijo que con el estrés que llevaba me hacía falta. No podía correr más de un par de minutos, pero conforme lo hacía, pude ir superando los primeros dolores, y cada vez corría más a gusto. Y enseguida comencé a notar los beneficios. Indudablemente, es lo mejor que hay contra el estrés.

-P: O sea, que usted practica lo de Mens sana in corpore sano en el sentido literal.
-R: Es muy difícil separar la mente del cuerpo. No cabe duda que las personas que conocen su cuerpo, intentarán cuidarlo, sobre todo a medida que nos hacemos mayores. Eso es fundamental.

-P: Usted ha sido máximo responsable de los servicios municipales de salud mental en Nueva York ¿son los habitantes de la grandes ciudades más propensos a esas enfermedades que las de los lugares pequeños?
-R: Depende de qué enfermedades hablemos. Hay ciertas enfermedades relacionadas con el estrés que son más frecuentes en la ciudad que en el campo. Pero yo creo que la gran diferencia entre la vida en la ciudad y en el campo es que en la ciudad hay mucha más tolerancia para la enfermedad mental. A menudo, personas que se creen diferentes emigran a la ciudad porque allí se van a encontrar menos discriminadas. En general, en la ciudad, las personas están más dispuestas a aceptar que tienen una enfermedad, hay menos prejuicios que en los pueblos pequeños o en las zonas rurales.
Por otro lado, el sistema sanitario es más avanzado en las grandes ciudades. En Nueva York, por ejemplo, hay miles de psiquiatras, a ello hay que añadir psicólogos, trabajadores sociales, coaching…, existe una demanda de este tipo de personas, porque la gente allí va con más facilidad a un especialista.
Probablemente haya más enfermedades relacionadas con el estrés, pero, en realidad, no es que existan más enfermedades, sino más enfermos oficiales, porque las puertas para buscar ayudas están más abiertas. Y cuando el estudio epidemiológico se basa en estadísticas como el número de medicinas que se consumen o en cuántas visitas al psiquiatra o al psicólogo, el número, evidentemente, es mucho más alto en la ciudad que en lugares más rurales.

Un momento de la clausura del curso de la Universidad del Mar Acerca de la felicidad
-P: Usted, que ha escrito sobre la felicidad, ¿piensa que se puede ser feliz en este mundo hecho de tantas prisas y desasosiego?
-R: La felicidad se estudia en psiquiatría recientemente. Hasta hace poco, quienes hablaban de la felicidad eran los filósofos. Los filósofos han tenido un gran impacto sobre lo que hoy entendemos por felicidad, pero, en mi opinión, no han hecho una buena labor, porque a menudo, han pensado que las personas felices eran personas ingenuas o ignorantes, porque si una persona estaba bien informada de lo que va la vida, no podía ser feliz.
El concepto de felicidad, tiene mala prensa, pero los filósofos no salían a la calle a preguntar, ellos, en sus sillones, pensaban que la idea de estar contentos, de ser optimistas, de pensar que las cosas si irían solucionando, era errónea. Esa idea fatalista del ser humano ha sido difundida por los filósofos de los siglos XVII, XVIII y XIX, pero en los últimos veinte años se ha dado un cambio importante gracias a la participación en este tema de científicos como psicólogos, sociólogos, médicos, han estudiado la felicidad desde una perspectiva científica.-P: ¿Cuáles son esos elementos científicos?
-R: Como no tenemos aparatos que puedan medir la felicidad de las personas, a semejanza de lo que se puede hacer con el colesterol, la temperatura o el peso, lo único que nos queda para acercarnos a este tema es preguntar. Una cosa importante es que, a la hora de estudiar la felicidad no empleamos la palabra felicidad, utilizamos el concepto de satisfacción con la vida, porque la palabra felicidad está demasiado cargada de conceptos que haría complicado contestar a esa cuestión, pero si preguntamos a una persona por su nivel de satisfacción con la vida en general y le damos una escala, se transforma en una cuestión más sencilla.

-P: ¿Y estamos contentos con la vida en general?
-R: La mayoría de las gentes dan unas cifras que traslucen una satisfacción razonable entre 6 y 7. Esto tiene sentido, porque de otro modo la Humanidad hubiera desaparecido, y sin embargo, cada día somos más. La mayoría de las personas se sienten razonablemente satisfechas con su vida. Curiosamente, cuando la pregunta es qué nivel de satisfacción con la vida le dan al mundo, es mucho más bajo a los demás. Tendemos a pensar que estamos más satisfechos con la vida de lo que están los demás.

-P: ¿Existen importantes diferencias de satisfacción con la vida según la zona del mundo?
-R: En la cultura europea, la felicidad siempre se ha visto como algo de gente ingenua, de gente poco inteligente. Curiosamente, en la cultura europea, está mal visto decir que uno se siente bien, es feliz u optimista. Sin embargo, en la cultura de Estados Unidos, se glorifica –quizás demasiado- la felicidad. Hasta el punto de que hace poco leí un estudio hecho entre varios miles de personas creyentes en el que se afirmaba que creían que una persona feliz tenía más posibilidades de ir al cielo. Cuando yo crecía, en Sevilla, se decía justo lo contrario: que para ser feliz era necesario sufrir. Lo que ocurre es que la cultura de cada sitio, de cada país, hay veces que glorifica determinados valores, y otras veces, sin embargo, los considera negativos.

 
 Rojas Marcos firmó ejemplares de su libro en el Colegio Infantil del Paseo Rosales, en Molina de Segura.La religión como asidero
-P: Y en este sentido, ¿usted piensa que las religiones son un asidero para ser feliz?
-R: Sí, la religión es un ejemplo de optimismo social. En mi trabajo durante años en hospitales, he podido comprobar que la persona que cree en otra vida, en Dios, que habrá una justicia después de esta vida, lleva mejor enfermedades terminales. Aunque esto no ocurre siempre, a veces, cuando una persona creyente sufre una tragedia, se rebelan y se enfrentan a la idea de que un Dios que permite estas cosas no es justo ni puede ser Dios. Pero en general, las personas creyentes que aceptan que hay otra vida llevan mejor los problemas de enfermedades graves.
La religión católica, sin embargo, fomenta la culpa, tiene ese otro aspecto, a diferencia de otras religiones, de que hay que sufrir en esta vida. Pero, en general, el mensaje que dan las religiones, es optimista.-P: Usted ha escrito también sobre el optimismo ¿piensa que el afrontar la vida con optimismo puede hacer que superemos determinados problemas?
-R: Según mi experiencia, la mayoría de las personas tienen un nivel razonable de optimismo, porque es muy difícil vivir sin esperanza, y es normal recordar lo bueno y olvidar lo malo.
Es cierto que cada cual afronta las malas situaciones de una forma distinta, dependiendo de su personalidad, pero lo cierto es que nadie puede elegir y decir: voy a ser optimista. Ser optimista ayuda muchísimo, pero eso no quiere decir que si yo soy una persona más bien pesimista, pueda optar por hacerme más optimista, porque el optimismo, medido en esos términos de cómo afecta nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro, forma parte de nuestra personalidad, y cambiar una personalidad requiere, en primer lugar, ser consciente de que tenemos un rasgo que queremos cambiar. En segundo lugar, invertir tiempo y esfuerzo en cambiarlo.

-P: ¿Existen optimistas por voluntad propia?
-R: Sólo he tenido un paciente, un empresario de éxito que, tras sufrir un infarto, acudió a un psiquiatra, yo fui a verle antes incluso de salir del hospital, pero lo ví perfectamente. Cuando le pregunté por qué quería un psiquiatra, me contestó que quería ser más optimista. Yo le pregunté por qué y él me dijo que había leído varios artículos que aseguraban que la persona optimista supera el infarto mejor que la pesimista. Y eso es verdad, sobre todo porque la persona optimista tiende a tomar la medicación y a seguir el consejo del médico…

-P: Y eso ayuda, claro.
-R: Por supuesto, pero no es fácil cambiar.

-P: ¿Cómo funciona el optimismo?
-R: El optimismo posee tres componentes: en primer lugar, el nivel de esperanza de la persona: el que piensa que si padece un dolor de cabeza piensa que se le va a quitar,  si atraviesa un período de crisis cree que la situación se va a arreglar en el futuro. Es decir, pensar que las cosas se irán arreglando en el futuro.
El segundo componente tiene que ver con el pasado, hay personas que cuando examinan su autobiografía tienen más recuerdos positivos que negativos. Si se coge a un grupo de personas y se les dice que digan 20 recuerdos del pasado, la gran mayoría escriben más recuerdos positivos que negativos. La mente humana funciona así.
La tercera es lo que se ha llamado estilo explicativo, es decir, cómo nos explicamos las cosas que ocurren en el día a día. La persona optimista tiende a pensar que el inconveniente que tiene es temporal, que no es culpa de ella y que no le afecta a toda su persona.

-P: ¿Qué tiene un psiquiatra como Rojas Marcos para que la gente se acerque a sus libros en tanta cantidad? ¿Qué les ofrece en ellos?
-R: Cuando voy a ferias de libros, como no tengo grandes colas, como otros escritores, tengo la oportunidad de hablar con mis lectores. Lo primero que me dicen es que entienden lo que digo, y eso es un factor importante. Lo segundo que me comentan es que lo que escribo les sirve para algo, para superar determinados problemas, que les ayuda.

-P: Estamos en un mundo muy evolucionado, pero ¿se puede decir que el hombre del siglo XXI es más feliz que sus predecesores?
-R: En general, salvo algunas excepciones de países en guerra, yo creo que tenemos más recursos para sacarle a la vida más fruto que en otras épocas, tenemos más tiempo.
Hoy día, al menos en el mundo occidental, la educación no es un privilegio. En los años 40 y 50 en Sevilla, recuerdo que la mayoría de los jóvenes iban a trabajar al campo, pero hoy día  hay más tiempo, la esperanza de vida ha aumentado, tenemos más recursos, poseemos más información, podemos tener amigos lejos, podemos ver la televisión y conocer lo que ocurre en otros países…
Hay gente que idealiza esa vida bucólica en el campo, pero yo creo que hoy día, no sólo vivimos más, sino que, en general, sino que tenemos más recursos para vivir mejor y para entendernos mejor. Sin duda podemos decir que, en general, el nivel de satisfacción de la vida es más alto que antes.

-P: Una última pregunta: ¿Qué hace un psiquiatra cuando tiene algún problema de ansiedad, estrés o depresión?
-R: Un psiquiatra va al psiquiatra. Y de hecho debe de ir al psiquiatra. Lo que puede pasar es que utilice mecanismos de defensa para negar ese problema. Eso pasa también en otras profesiones, como la medicina. Pero yo, en un par de momentos problemáticos de mi vida, he ido al psiquiatra. Lo hice para que me ayudara a entender y superar la muerte de mi padre y mi relación con él. También me sucedió con el 11 S. En esa ocasión fue un compañero quien me dijo que yo estaba estresado, y tenía razón, había acumulado durante semanas mucha tensión en mi trabajo, viendo a la gente cómo iba a buscar infructuosamente a sus seres queridos. Fui a hablar con un compañero y le pude hablar de mis sentimientos, de lo que estaba viviendo y de lo que estaba asimilando de aquella situación. Y me ayudó.

En primera persona

Correr es lo mejor contra el estrés.
En las ciudades hay mucha más tolerancia para la enfermedad mental que en las zonas rurales.
La mayoría de las personas se sienten razonablemente satisfechas con su vida.
En la cultura europea está mal visto decir que uno es feliz.
La religión es un ejemplo de optimismo social.
Las personas creyentes llevan mejor las enfermedades graves.
Cuando un psiquiatra tiene problemas de estrés debe ir al psiquiatra.