“Los cuentos clásicos: Ars ludendi et ars docendi ”

En los tiempos en los cuales vivimos se nos presenta una curiosa paradoja: sin duda nadie ha carecido de la presencia de los cuentos clásicos en sus vidas pero, ¿realmente sirve para algo el cuento en tecnópolis ?

En el intento de hacer cohabitar ambas cláusulas debe insertarse el leit motiv de este texto. Cuando aludimos al cuento no sólo pensamos en algo lúdico sino que debemos tratar de imaginar el valor educativo del mismo y la importancia que cobra su lectura y posterior reflexión. Divertir y educar son las dos premisas desde las cuales debemos abordar el acercamiento a cualquiera de los cuentos clásicos. Cada uno de estos textos ya casi intemporales encierran un pequeño tesoro literario y vital, ese carácter ubérrimo supone que nos hallemos ante un medio poderoso de formación de personas.

 

Los cuentos clásicos atribuyen su adjetivo a la tradición que se ha forjado en torno a los mismos, y sobre todo a cómo se han transmitido de generación en generación. La evolución del tiempo ha supuesto que las historias de carácter mítico pasasen a convertirse en leyenda, y finalmente en cuento. No es de extrañar pues, que ya en el renacimiento podamos hallar textos como los de Giambattista Basile , el cual en su Pentamerone ya alude a clásicos como la Cenicienta , a la cual denominaba La Gata Cenicienta , y es que Cendrillon , Cinderella o simplemente Cenicienta representa una determinado valor que se mantiene constante pese al paso del tiempo y la evolución de las sociedades: más puede la hermosura que billetes y escrituras .

Con posterioridad, en el siglo XVII, Charles Perrault nos obsequiaba con una serie de cuentos que bebían directamente de fuentes primitivas. Así, no podemos olvidar la famosa Le Petit Chaperon Rouge, en la cual la hermosa niña desatiende los consejos sociales y acaba engullida por el lobo, en clara alusión a la advertencia para niños de no hacer caso a los desconocidos. Con posterioridad, en el Siglo XIX, los folkloristas Jacob y Wilhem Grimm recopilaban cuentos y nos proporcionaban nuevas versiones de la ya mencionada Caperucita Roja , de Blancanieves o de Pulgarcito . Es muy interesante saber apreciar las diferencias que se establecen entre distintas versiones de un mismo relato ya que nos proporcionan visiones diferentes de la realidad y sin duda alguna nos enriquecen en nuestro constante crecimiento como personas.

En este breve recorrido histórico que incluye a algunos cuentistas de los que se han elaborado versiones para niños –ya que desde un enfoque más amplio habría que incluir otros clásicos como por ejemplo El Conde Lucanor – no podemos olvidar al autor que en este año 2005 celebra su segundo centenario: Hans Christian Andersen . La aportación del autor danés al mundo de los cuentos que luego se han transpuesto al mundo infantil es notable y decisiva. Si no, remitámonos a las pruebas: El patito feo, El soldadito de plomo, El traje nuevo del emperador, la niña de los fósforos, La Sirenita , etc. Todos estos títulos unidos a los anteriores vienen a conformar un potente corpus de clásicos que en este caso se han orientado hacia el público infantil, y en los cuales podemos encontrar diversos valores relacionados con la diversidad, con la humildad, con la bondad, con la astucia, etc. Y de igual manera, hallamos valores menos positivos como son la envidia, el egocentrismo, el abandono familiar, etc.

El ensalzamiento de estos cuentos clásicos en una sociedad con las características actuales no es una tarea sencilla, ya que el libro impreso colisiona con la era digital. Es difícil animar a leer y sobre todo, encontrar horas para el cuento. Los cuentacuentos se han convertido en actividades de tipo puntual y programadas, pero a mi juicio deberían ser más espontáneas, restando carga artificial y proporcionando más improvisación y emotividad. Pero es complicado cuando los contenidos ofrecidos a través de la pantalla televisiva ejercen su influencia negativa sobre el ser humano o cuando las veinte actividades extraescolares dejan exhausto al niño o a la niña.

De todas maneras siempre podemos recurrir al ámbito escolar. Y es que en la etapa Infantil y en Primaria este tipo de cuentos clásicos se convierten en un recurso didáctico de gran utilidad para el profesorado, ya que en él encuentran reflejados buena parte de los contenidos curriculares que deben desarrollar a lo largo de los distintos ciclos. Los cuentos son sinónimos de labor lingüística y literaria –la dimensión educativa que se reseñaba al principio de este texto- y en la misma se trabaja vocabulario, estructuras gramaticales, aspectos no verbales… Por otra parte, no se destierra la cara lúdica de la utilización de los cuentos ya que la atención que generan, la emoción y el ritmo vivo y ágil, motivan que el entretenimiento sea una realidad con su uso. Evidentemente los cuentos clásicos no son la panacea de la enseñanza, ni tampoco abarcan todos los contenidos, pero sí pueden ayudar a reinventar un poco la dinámica de las aulas. Me consta que gran cantidad de docentes trabajan con los clásicos y forman de una excelente manera a su alumnado, por ello mi pretensión es mayor y propugno que el profesorado en formación pueda acceder a las posibilidades que este tipo de textos les ofrecen.

Las posibilidades didácticas del cuento no sólo transitan por el trabajo lingüístico y literario, desarrollando habilidades lingüísticas o realizando lectura comprensiva y expresiva sino que hay una serie de disciplinas artísticas que también redundan en la formación de la persona y que permiten la labor didáctica con estos clásicos. Así, el cine, la pintura, la dramatización, la música, la danza, por ejemplo son vías de realización en las cuales los cuentos clásicos pueden encontrar nuevas versiones, y sobre todo, nuevas posibilidades.

A modo de conclusión hay que pensar que todos los personajes reseñados en este texto forman parte de nuestras vidas y de alguna u otra manera han conformado nuestro ser, ¿quién no lleva en su interior un Sastrecillo valiente o Una bella durmiente del bosque ? Aprendamos pues de nuestra tradición cultural, en este caso occidental y reflexionemos acerca de que todo momento es bueno para leer un cuento para uno mismo, a otra persona o a un auditorio, y de igual modo, que hay que aprovechar eventos relacionados con los cuentos para crecer y enriquecernos con sus enseñanzas.