Los avances y las ciencias han de tener un rostro humano

Los ciclos vitales nos llevan por derroteros impensables. Es de este modo en cada etapa crucial del ser humano. Los progresos son tan acelerados que surgen lógicas contradicciones. Si lo pensamos un poco, o un mucho, está claro que no todo vale, sobre todo cuando hablamos o nos referimos a aspectos fundamentales de nuestras existencias. Así de categóricos hemos de comenzar cuando hablamos de educación, cuando nos referimos a los aspectos formativos del ser humano.

La sociedad actual está creciendo tan deprisa, y dentro de esa cultura que llamamos o tildamos de light, que todo parece aceptable. En realidad, no es, o no debería ser, de este modo.

Hay un gran problema: no pensamos en el largo plazo, y, a menudo, ni siquiera en el corto. No vemos más allá de aquello que podemos rentabilizar, si es posible de manera individual. Es una locura. Los conceptos de solidaridad, de equiparación, de equilibrio, de entrega, no se entienden como antes.

Castells nos habla de sociedad en red: todos estamos en el mismo limbo de ética, de valores, de concepciones. Comprendiendo lo que nos dice este autor, deberíamos aprovechar, para mejor, claro, esa interpretación, y verla, a esa sociedad en red, como una comunidad de intereses en la que todos podemos participar de todos, aprendiendo, compartiendo, brindando anhelos, consumaciones de los mismos, esperanzas y realidades.

La consideración de Bauman de que estamos ante una modernidad líquida, con una sociedad líquida, donde todo es voluble, adaptable, con una pérdida de identidad clara que nos lleva a que nos dejemos persuadir por la publicidad, por las ventas ingentes, por el consumismo atroz. La adaptación tiene aquí una consideración economista, pero con los medios informáticos podríamos llegar mucho más allá.

Los lazos que estamos estrechando en lo financiero han de complementarse y consolidarse con aspectos formativos y culturales que nos vengan del conocimiento que nos proporciona la gran red de redes. Internet es la solución, aunque algunos agoreros piensen en un problema más, o, en todo caso, mayúsculo. Los inventos, como hemos dicho otras veces, no son ni buenos ni malos. Depende del uso que hagamos.

Más civismo y menos individualismo

Hemos de volver a ese civismo de los griegos, de los romanos en su gran etapa, el que se soporta en los valores de los mejores filósofos europeos con Ortega a la cabeza. Las redes, que inundan todo, tienen muchos mensajes todavía que darnos, unos mensajes cargados de corazón, de códigos compartidos. Podemos estrecharnos las manos aunque no nos veamos, pero, claro, hay que brindar buenos intereses y menos individualismo.

El aprendizaje de los medios y de los recursos informáticos, telemáticos, de programas de toda índole, de su misma optimización, son el alimento de un futuro que no ha de vivirse como algo intangible y lejano. Está ahí, más cerca que nunca, gracias a los inventos tecnológicos y a Internet, que nos ponen de manera inmediata algo más que una cultura “Light” en todos los ámbitos.

La dimensión humana de todo esto (lo que decían los griegos: el ser humano es la medida de todas las cosas) es la clave para un regreso a esos parámetros sin los cuales todo lo demás, por mucha economía que nos venga, no se entenderá. Poco a poco hemos de entender que hay una dimensión existencialista, vitalista, que va más allá de lo que nos ofrecen en la superficie los recursos y elementos informáticos y telemáticos. Todo ha ido tan deprisa que nos hemos de detener lo suficiente para hacer un resumen y una cierta recapitulación. Ver la faz más espiritual y subjetiva nos puede invitar a saber un poco más del otro, de su individualidad, que no de su individualismo, en aras de esa cierta empatía a la cual las ciencias y los avances pueden y deben contribuir. Miremos de otro modo.