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“Lo que impera es el paseo del selfie del turista que va a un sitio para marcar que ha estado ahí”

(Manuel Borja-Villel, Director del Museo Reina Sofía)

“En esta sociedad se hace negocio de todo, incluido nuestro conocimiento y tiempo libre”

Manuel Borja-Villel, Director del Museo Nacional Reina Sofía estuvo el pasado 29 de octubre en la Universidad de Murcia, donde fue recibido por el Rector José Orihuela y presentó el convenio firmado entre la Universidad de Murcia y el Museo Reina Sofía, que permitirá efectuar actividades conjuntas, así como que los estudiantes de este centro  puedan realizar prácticas y participar en programas de investigación y realizar actividades conjuntas.

Presidente del Comité Internacional para Museos y Colecciones de Arte Moderno, y director en 2007 de la LII Exposición Internacional de Arte de la Bienal de Venecia, Borja-Villel revolucionó la concepción del Museo Reina Sofía optando por realizar exposiciones más arriesgadas y con mensajes más complejos. A pesar de ello, las visitas al museo no han dejado de crecer durante su mandato. Este año, como el anterior, superará los tres millones de visitantes. Borja-Villel habló para Campus de su concepción del Museo como institución y del papel que debería jugar en la sociedad actual.

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Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, en un momento de la entrevista. Foto: Luis Urbina.

-Pregunta: En primer lugar, me gustaría que me hablara del convenio que se ha suscrito entre la Universidad y el Museo  Reina Sofía. ¿En qué consiste?

-Respuesta: Una de las líneas directrices del  Reina Sofía, como no puede ser de otro modo, es el trabajo en colaboración con otras instituciones.

En estos momentos todo el mundo habla de trabajar en red, pero en general, la idea de trabajo en red, se suele ver desde un punto de vista muy economicista. Nosotros entendemos la red como forma de compartir conocimiento, de entender los públicos como agente, de generar estructuras que se interpelen e interpelen a la propia institución. De ahí que el  trabajar con otros centros productores de conocimiento como las  universidades sea para nosotros básico.

Está claro que a nosotros nos interesan instituciones con una estructura organizativa similar, como el Pompidou, MOMA…, y por otro lado están las universidades, aunque sean formas de organización distintas, porque eso permite interpelarnos mutuamente.

El acuerdo con la Universidad de Murcia es en estos momentos un acuerdo marco que permitirá establecer acuerdos específicos, que podrán ser de todo tipo: desde circulación, como ha ocurrido en un ciclo de cine que se está realizando ahora, hasta la posible creación, estancias, proyectos de intercambio, proyectos de prácticas en el reina Sofía,  proyectos de investigación comunes, etc.

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Un momento de la entrevista en el edificio del Rectorado. Foto: Luis Urbina.

-P: ¿Qué papel deberían jugar en su opinión los gobiernos en relación con los museos? Y, en todo caso, me gustaría que me dijera si cree que están jugándolo en el sentido que deberían hacerlo en España.

-R:  En España y en Europa, en general se esta produciendo un fenómeno de privatización de la cultura, y este fenómeno se da a dos niveles, porque son iniciativas privadas o por la hegemonía que pueden tener ferias y colecciones privadas.

Los lugares de producción cultural, aunque se trate de servicios públicos, son también un elemento para generar recursos a muchos niveles: turismo, recursos propios…

Esto es un problema por dos razones: una básica, porque la cultura y la sanidad son derechos y el Estado debe garantizar el acceso para que la ciudadanía tenga estos derechos. Y por otro lado, porque esta visión, lo que hace es debilitar a un museo.

Un museo puede tener recursos porque vengan turistas, puede llegar a más gente porque tiene muchos visitantes, pero lo primordial es que sea un lugar de conocimiento que llegue a la gente.

Esta privatización, que es general en el mundo, es especialmente sangrante en Europa porque la idea de servicio público tiene que ver mucho con la tradición europea. Esta privatización de la cultura es poco sostenible, ya que una estructura dirigida meramente a las industrias culturales, funciona con los grandes equipamientos que son capaces de atraer a mucha gente, pero resulta mucho más difícil para centros pequeños, porque es difícil conseguir una rentabilidad inmediata. La cultura europea que había conseguido la burguesía ilustrada en el siglo XVIII-XIX corre el riesgo de desaparecer por la privatización, que conlleva una cierta una destrucción del ecosistema que representa la cultura.

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Para Borja-Villel, un museo debe ser un lugar de conocimiento. Foto: Luis Urbina.

-P: En unos momentos en los que se pone en cuestión los museos tradicionales, ¿Qué papel juega el público?

-R: El público es esencial en el sentido de que las instituciones son para el público. Pero no hay una cosa para todos sino que hay muchas cosas para mucha gente: la democracia es el gobierno de la mayoría, pero sobre todo es el respeto de las minorías y una sociedad esta hecha de múltiples minorías. Esta multiplicidad de públicos que van desde los colectivos sociales a especialistas es fundamental.

Los museos por lo general son grandes pasillos donde la gente entra por una puerta y salen por otra, y cuanta más gente entre y salga mejor. No digo que ese tipo de  experiencia estética no sea válida, pero es una experiencia que tiene que ver con la tradición burguesa del paseo. En estos momentos lo que impera es el paseo del selfie del turista que  va a un sitio para marcar que ha estado ahí, pero que no obtiene ninguna experiencia renovadora o que le cambie la vida. Ese paseo es válido, pero hay otras formas de experiencia estética como puede ser la discusión, la contemplación… y eso exigiría otro tipo de espacios, los cuales por desgracia, escasean demasiado.

El público es esencial pero debemos entender al público como un agente que se hace un relato propio y al  hacérselo lo va modificando. Es el único modo en el que la sociedad puede cambiar y crear un espacio único, un espacio público en el sentido ilustrado de la palabra.

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Borja-Villel explicando el convenio suscrito entre la Universidad de Murcia y el Museo Reina Sofía en el despacho de la Vicerrectora de Comunicación y Cultura, Mónica Galdana Pérez (izda.); Eva Santos, coordinadora de Cultura e Isabel Tejeda, asesora de Artes Visuales.

-P: Y hablando del público y del cambio social, en los grandes museos, las grandes exposiciones tienen un éxito tremendo, van miles de personas, lo que no se había visto en arte nunca. Se trata de un fenómeno de hace unas décadas. ¿Cómo puede cambiar la sociedad el acceso al arte de forma tan mayoritaria?

-R: Efectivamente, el fenómeno de las grandes visitas a los museos es relativamente reciente. Se remonta a finales de los setenta. El Pompidou se creó en el setenta y nueve, y marca un antes y un después. Eso tiene que ver con el paso a una sociedad de producción a una de consumo, por una sociedad donde se hace negocio de cualquier elemento de nuestros sentimientos, se hace negocio de todo, incluido nuestro  conocimiento y tiempo libre.

El reto que tenemos desde las instituciones culturales, y algo que hemos hecho desde el Reina Sofía en estos últimos años, es plantear y pensar que es posible otra forma de llegar a la gente, que existe otra forma de ser popular, otra forma de que las instituciones sean sostenibles.

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Borja-Villel durante su conferencia en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Murcia. Foto: Luis Urbina.

-P: Ha hablado de la faceta quizá más negativa de los grandes eventos, pero mi pregunta iba más en el sentido de que el hecho de acceder al arte por parte de capas de público muy amplias podría repercutir de positivamente en las próximas generaciones.

-R:  Por supuesto. La democratización de la cultura no es algo nuevo. Empieza ya en el XIX, con Balzac y Dumas, que escribían sus novelas en los periódicos de consumo masivo. Las grandes artes populares, el cine, son de este siglo. Aunque la visión entre alta y baja cultura es totalmente académica, no existe en la realidad, y nosotros tratamos de romper esta separación.

-P: ¿Cómo es la programación del Reina Sofía, que tanto éxito ha tenido en los últimos años?

-R: En la programación del Reina Sofía de los últimos siete años abundan exposiciones de tesis, exposiciones de artistas no muy conocidos, exposiciones que imaginamos que no son de gran consumo popular, sin embargo, las cifras de visitantes han seguido en aumento. ¿Por qué?, pues porque se puede llegar a un público extenso no necesariamente a partir de los grandes nombres o las marcas, sino de relatos complejos y de múltiples lecturas.

Por ejemplo de los tres millones de visitantes que tendremos este año, la mitad vendrán para ver la colección. La colección, obviamente, tiene el Guernica, que es un gran atractivo, pero lo hemos tenido siempre y sin embargo los visitantes siguen creciendo. La colección está estructurada de un modo que uno puede estudiar la Guerra Fría, la Guerra Civil, o hacer un recorrido a través de las grandes figuras, puede hacer un recorrido a través de las ideas feministas… Y cuando vas multiplicando todo, al final si que tienes una estructura que llega a mucha gente.

Nuestro reto es cómo ser popular, cómo mantener la idea de servicio publico en una época donde todo va dirigido hacia el consumo y la rentabilidad económica, pero no hacia la rentabilidad humana, moral o de conocimiento. Y la prueba es que con un presupuesto que ha ido menguando en los últimos años, con una programación con pocas concesiones a las industrias culturales, no  hemos dejado de crecer.

-P: ¿Cuáles son los retos a los que se enfrentan los museos hoy día y cuáles se vislumbran que serán en el próximo futuro?

-R: Hay un reto general, que es replantear las instituciones. Una sociedad crea instituciones para relacionarse con el mundo. Las instituciones no son elementos neutros que están para siempre, sino que son construcciones que tienen una función en una época determinada, construcciones que además tienden hacia la entropía, y llega un momento en que ya no funcionan.

Los museos no son distintos en este sentido al resto de la sociedad. El Museo ha cambiado mucho en las últimas décadas, pero posiblemente no lo ha hecho en la dirección que nos imaginábamos, sino que han evolucionado hacia el consumo rápido, hacia la absorción de la cultura por la industria cultural. El gran reto es repensar las instituciones

Desde los años 70, el museo es un instrumento político, es un instrumento para regenerar barrios, es un instrumento de poder… Yo creo que los retos del museo  no son distintos de los retos que en estos momentos tienen prácticamente todas nuestras estructuras de conocimiento, de relación, de organización, en España y en toda Europa.

– P: ¿Tiene ideología la cultura?

-R: Si por ideología entendemos una ideas partidistas, no la puede tener, porque entre otras cosas, la cultura lo que hace es crear dudas, interpelar, cuestionar, y por consiguiente cuestiona todas las ideologías. No hay cultura sin interpelación. Incluso entre los artistas o los autores más melancólicos o más nostálgicos existe una voluntad de cambio, de mejora.

-P: Me refería si en determinadas ideologías se ha defendido más o menos la cultura.

-R: En general la cultura y el poder han tenido una relación bastante ambigua, desde Goya hasta Velázquez.

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Foto: Luis Urbina.

-P: ¿Sigue siendo la cultura la hermana pobre de los gobiernos, sean del signo que sean?

-R:  En general sí. Cuando estalló la crisis parecía que lo primero que había que recortar era en cultura. Pero pensar que primero es la economía y luego la cultura es una falacia, el ser humano no es una cosa aislada, es todo. La economía es una cultura, la cultura es la que te lleva a tener una posición más humana y más ética, o una posición dirigida meramente al propio beneficio. Creo que siempre se ha visto la cultura como algo accesorio, como algo a lo que sólo se puede aspirar cuando las necesidades primarias están conseguidas, sin darnos cuenta de  que la misma idea de necesidad primaria es cultural, y por consiguiente la cultura es básica para todo. Pero considerar la cultura como un accesorio, por desgracia, es general de la mayoría de gobiernos.

-P: Y hablando de la relación de la cultura con los gobiernos, ¿Qué le parece el IVA cultural?

-R: Sobre el IVA cultural hay varias respuestas: la inmediata es, por supuesto, que una sociedad que no favorece justamente el que haya recursos, que grava algo que es un derecho, me parece funesta.

Pero yo creo la pregunta debería ir más allá. Sería importante una ley de mecenazgo para que los coleccionistas, los mecenas, puedan devolver a la sociedad lo que ésta le ha dado.

En Estados Unidos existe un sistema de desgravación fiscal con el arte extraordinario, con lo cual se favorece muchísimo el que la sociedad civil done a las instituciones de la cultura.  Hoy se favorecen cierto tipo de proyectos con una rentabilidad inmediata, pero hay proyectos que a lo mejor son de procesos.

Haría falta un tercer elemento, y es que la ley de mecenazgo tuviera un elemento de corrección, en el sentido de que hubiese un porcentaje del dinero que los grandes pudiésemos recoger fuese a los pequeños, que fuese a proyectos que no necesariamente van a tener una financiación pública. Y por tanto, digamos que el trabajo para generar esta idea de la cultura como servicio público es mucho más amplio que sólo el IVA cultural, que sólo una simple ley de mecenazgo. Seguramente hay mucho trabajo por hacer y que replantear.