Las nuevas fronteras de una tecnología en expansión

Cada cierto tiempo, todo cambia, al menos en apariencia. Permanece la base, o debe permanecer, pero el envoltorio, el continente, varía. La historia se repite. Hay una serie de ciclos más o menos recurrentes. En este sentido, debemos recordar que los romanos vivieron con la constante del limes, de la frontera, de seguir avanzando. Querían, a su manera, en su contexto, llevar su particular modo de ver la vida, su civilización, su cultura latina, a todo el mundo entonces conocido.

Todo parecía pendiente de inventar, o de reinventar. Se llegaba a diversos lugares, y se producía una simbiosis entre lo nuevo y lo anterior. Sobre todo, fue la zona del Mediterráneo la más beneficiada por sus intervenciones.

Nuevas fronteras, o búsqueda de fronteras, ha habido a lo largo de la historia. Ahora, salvando mucho las distancias, estamos en una tesitura de búsqueda de otros límites. Hablamos de la revolución mediática, de las nuevas tecnologías de la información, de las TIC´S, de los grandes pasos, agigantados, en lo educativo, de las posibilidades de cambios de todo género, hasta mentales, con las flamantes rutinas de trabajo, que hace que se muden y se incrementen las calidades y las cantidades de los bienes, productos y/o servicios de las diversas labores sociales que ejercemos.

Lo más llamativo de todo esto es que en el orden tecnológico no parece haber límites. El infinito es el “largo” de la mirada, que no tiene extensiones definidas. El horizonte ni se ve. Todo parece posible, al menos en teoría. La pregunta es por qué no colocar límites en lo ético, en lo realmente deseable. Otra cuestión más es si esos retos nuevos lo son, realmente, para todos. Hay opciones para todos, sí, pero no a todos llegan esas posibilidades en la misma medida y cuantía. Ése es el punto a tener en cuenta. No lo olvidemos.

Buscar el equilibrio es, además de lo más aconsejable, lo más necesario para una sociedad que ha de crecer despejando dudas e incógnitas nada deseables. Hay que procurar quitar nubarrones, o, cuando menos, que no se produzcan en exceso. Las Nuevas Tecnologías vienen cargadas de esperanza en los planos sanitario, cultural, educativo, medio ambiental, etc., y, también, en cuanto a la realización de viajes, de vivir en otros escenarios, de compartir lo que se tiene y lo que se sabe…

El conocimiento, universalizado

El hecho de marcar unos números y hablar por teléfono desde el sitio más recóndito del planeta es algo asequible a la mayoría de las personas. Hace unos pocos años, esto ni se soñaba. Además, el coste económico no es elevado: no se precisa que pertenezcamos a clases especialmente acomodadas. La producción en serie y el conocimiento para todos (al menos, en cuanto a posibilidades) ha universalizado el saber, y eso es un trampolín para generar sinergias de entendimiento y vocaciones de solidaridad muy necesarias hoy en día.

Las Nuevas Tecnologías son la base del actual saber, pero, para ello, en paralelo, hay que comprenderlas, para poderlas utilizar bien. Ya han llegado, están ahí, con su crecimiento infinitesimal. Ahora, con la nueva frontera cruzada, en pleno curso de una nueva era, afrontamos un limes mayor (¿quién lo diría?). La frontera que nos queda, la genuina, la crucial, es la de compartir lo que sobra, esos excedentes tecnológicos y de ideas que han de cruzar la barrera del sonido para llegar donde faltan. Solo así abriremos esperanzas y no grietas imposibles de superar. Recordemos que el remo de una barca, por buena que ésta sea, es manejado por un brazo. La energía, el empeño y los resultados dependen de nosotros. Emprendamos, lo antes posible, la hoja de ruta que nos imprimirá el carácter sólido de un conocimiento solidario. Lo universal ha de tener como soporte lo individual bajo el compromiso de lo colectivo.