Las corrientes nacionalistas

A mediados del siglo XIX, cuando el Romanticismo ya estaba afianzado en Europa, comienza a producirse un fenómeno nuevo en panorama musical consistente en la incorporación de generaciones musicales pertenecientes a países que hasta entonces habían estado al margen de la evolución musical.

Si el Romanticismo destacó la importancia de los sentimientos personales, estas nuevas generaciones sintieron la necesidad de expresar también sus propias tradiciones, y esto fue la semilla que impulso la corriente nacionalista.

De este modo, el nacionalismo debe considerarse como un desarrollo natural dentro del movimiento romántico y no será sino un caso particular aplicado a determinados países.

En todas estas variantes musicales, esta presente el espíritu romántico, pero con una diversidad expresiva que dependerá únicamente de las características rítmicas y sonoras propias de cada región

Cada pueblo va descubriendo que posee en su música popular, una fuente muy rica de elementos melódicos, rítmicos, armónicos, etc.

Evidentemente, la melodía constituyo la parte vital de la composición pero, cada vez más, sometida a una exploración mucho mayor, con tratamientos armónicos y tonales más complicados.

La incorporación de las armonías sugeridas por el folklore popular con las peculiaridades de cada región, enriqueció hasta tal punto las costumbres armónicas de la época, que se llegaron a redefinir muchos conceptos básicos del sistema tonal establecido.

Dentro de la corriente nacionalista podemos diferenciar dos etapas:

•  Una primera etapa que se desarrolla en la segunda mitad del XIX, con características de corte romántico de principios de siglo, y que tuvo a los compositores rusos como principales protagonistas, no solo ya como afirmación de la música nacional, sino también con tildes políticos.

•  La segunda etapa se da a principios del siglo XX, y supone la autentica renovación del lenguaje musical mediante la plena incorporación de elementos renovadores obtenidos de la música nacional.

El nacionalismo se manifestó sobre todo en el entorno operístico. La ópera, se prestaba como ninguna otra forma de expresión musical a poner en escena una serie de temas de carácter nacional, no sólo musicales, sino también de ámbito literario.

Cuando la ópera quedó transformada, estas modificaciones en cuanto al material temático y rítmico utilizado, fueron incorporándose a la música sinfónica y camerística.

En España, la corriente nacionalista se desarrolló algo más tarde que en otros países.

Hasta finales del XIX, el clima general de la música española estaba en manos de los músicos del género chico o zarzuela.

Felipe Pedrell fue uno de los grandes artífices del movimiento nacionalista español.

Defendió una renovación total tanto técnica como estética, e instauro las bases sólidas de la musicología española.

Su intenso estudio sobre el folclore y las melodías populares fue la leña que encendió en España la llama del nacionalismo e influyo directamente en compositores de la talla de Álbeniz o Falla que además fue alumno suyo.

Por otro lado Pablo Sarasate, coetáneo de Pedrell, basó muchas de sus composiciones en el folclore español y sus obras, aunque no se alejan del estadio pintoresco habitual en su tiempo, son un antecedente claro de la gran escuela nacionalista española, preparando claramente el camino a la eclosión de Álbeniz y Granados.

Álbeniz, que primeramente contribuyo decisivamente a la formación del impresionismo debido en gran parte a sus contactos con los músicos franceses revolucionó la escritura pianística creando una escuela española diferenciada y original. La coronación de su obra es sin duda la “Suite Iberia”, obra de una extraordinaria complejidad pianística, gran originalidad armónica, y gran novedad dentro de un nacionalismo esencial.

Tras la muerte de Pedrell, Falla haría suya la idea de folclorista: superación del pintoresquismo y profundización en la entraña de la música popular española y así quedó reflejado en obras de la importancia y enorme difusión como “Amor brujo”, donde son empleados y recreados temas gitanos, o el “Retablo”, fundado en el ambiente melódico de la vieja música castellana.

A principios del siglo XX, España es ya un pais “exportador” de temas derivados del folclore.

Si bien las influencias francesas quedan claras en compositores como Álbeniz, Turina, Joaquín Rodrigo, etc., que fueron alumnos de la escuela francesa, la forma y los ritmos tan característicos de la música española influyeron también en compositores como Lalo, que sin duda fue inspirado por muchas de las obras de Sarasate y compuso su “Symphonie espagnole” para violín y orquesta, Debussy, que compuso la pieza “Soirees dans Granada”, o Bizet con obras tan conocidas como “Carmen” o “Habanera”.

 

•  GUIA DE AUDICIÓN

 

Como venimos haciendo desde que abrimos en Campus esta sección, incluimos una pequeña lista con aquellas obras que podemos encontrar con facilidad en el mercado para conocer mejor e identificar las obras cumbres de los compositores, en este caso nacionalistas.

 

Nacionalismo español:

 

Albeniz:

Piano: Suite Iberia; Suite española, y Navarra.

 

Enrique Granados:

Piano: Goyescas; Danzas españolas; Allegro de concierto y Seis piezas sobre cantos populares españoles.

 

Manuel de Falla:

Orquesta : Noches en los jardines de España. Música teatral: El amor brujo; El sombrero de tres picos. Piano: Serenata andaluza; Piezas españolas y Fantasía Baética.

 

Nacionalismo ruso:

 

Mussorgski:

Instrumental: Una noche en el monte pelado; Cuadros de una exposición . Música teatral : Boris Godunov

 

Rimski-Korsakov:

Capricho español; Sherezade; La Gran Pascua rusa; Tsar Saltan y El gallo de oro.

 

Nacionalismo noruego:

 

Grieg:

Musica instrumental: Suite de Holbergs op.40; Suite lirica op.54; Suites de Peer Gynt I y II. Pa-ra piano a cuatro manos: Danzas noruegas.

 

Nacionalismo hungaro:

 

Béla Bartók:

Música instrumental : Allegro babaro; 6 cuartetos para cuerda op.7; Kossuth; Conciertos para piano (1-3)

Música teatra l: El castillo de barba azul; El mandarín maravilloso.