La voluntad de la cultura frente la paradoja de la incomunicación social (II)

Felicidad y comunicación

La poesía tiene un algo especial. Es un tipo de comunicación entre las almas, antes de partir, o de regresar, según se mire, a sus verdaderos y genuinos territorios. Por lo tanto, la poesía no es, o no debe, o no puede, que por ahí debe andar la cosa, vivir en el engaño. Fomenta, o ha de fomentar, la cultura de la felicidad, la búsqueda de las sensaciones más humanas, con favores diestros.Pensemos que muestra, porque es así, las entrañas de quien la escribe, y también de quien la recibe con los brazos abiertos. Es una ventana abierta a la naturaleza de unas existencias que, gracias a la esta modalidad artística, practican una comunión y una catarsis curativa. Funciona, de veras.

Escribir poesía es como volver a la adolescencia, casi a la niñez, a la pulcritud de la inocencia, cuando todo está por aprender, y por sorprendernos… Gestamos mucho deseo en ese planteamiento nuevo que es la vida en corto a través de versos surgidos de las entrañas, de los anhelos más propios, de las caricias, de las emociones más creíbles. Nos gustamos mucho, con el todo, con la nada que es condición para llegar a los demás, de los cuales aprendemos con instrumentos liberadores como la poesía misma.

Contamos, con la intercesión poética, todo aquello en lo que creemos, y pedimos un poco de paciencia hasta llegar donde sea menester. La tolerancia, la pasión, el entusiasmo, y algunos criterios y sentidos más, conforman la realidad acolchonada de la poesía, que gusta de expresar los portentos más distinguidos y también anónimos. Nos damos un poco de cordura loca mediante los versos, que nos invitan a reflexionar sobre lo que hacemos para armarnos de sólidas propuestas de amor, de cariño, de sinceridad.

El mejor intento de aproximación al otro nos viene del flujo poético. Se nos ve con más transparencia, si lo hacemos bien, con más ganas, con todo lo que tiene un universo generoso, bondadoso, colmado de excepcionalidades, todas descubiertas gracias a los afanes de un género literario que se llama poesía.

Da un poco de pavor meterse en el campo abonado de esta literatura. A través de ella se ven nuestras debilidades y fortalezas, se nos contempla como somos, y esa muestra de intimidad, que también es ausencia de anonimato, nos envuelve con una capa de densa factura y ambivalente prestancia. El miedo al ridículo al dirigirnos a gentes con las que no tenemos una familiaridad anterior nos invita a ocultarnos en el recorrido diario, pero eso lo debemos superar. La poesía es, asimismo, aliada, y consejera… Son más los dones que las promesas no cumplidas. Recordemos que en la poesía somos, y somos mejores, y somos más coherentemente honestos. Ánimo con ella.

Colorido en las narraciones

Ahora toca meditación tierna, clara, diáfana, buscando cercanías. Quiero contarte todo lo que te quiero, lo que supones para mí, lo que entiendo que te puede ayudar a ser persona. Nos debemos dar esa valentía que durante tiempo nos ha sido necesaria, pero que no ha aparecido por parte alguna. Deseo que estés bien, que construyas una estupenda personalidad, que aseveres con unas intenciones nuevas, que seas como entiendes que podrás ser feliz ahora y siempre. No olvides a los demás, que así te tendrás a ti misma, y a mí…

Para acercarme a tu ser, para narrarte con expresiones queridas todo cuanto tiene un cierto sentido, te daré la esperanza más fortalecida, la razón con su misión entendida desde la visión más dulce. Nos hemos de embriagar con la debilidad que nos caracteriza. Pensemos para ser más racionalmente subjetivos. La voluntad nos ha de portar a las caricias de otras etapas, que nos pertenecerán por derecho.

Buscaré, en paralelo, colores con los que mostrarte mis mejores intenciones, que haremos realidad. El azul hablará de paz; el verde, de esperanza; el amarillo, de viveza; el rojo, de pasión… No pararemos de conducir los sentimientos hacia ese estadio en el que seremos los mejores, o casi. La evolución nos ha de ubicar en el momento más estelar. Seremos capaces.

Echaré un vistazo constante a mi corazón, que te verá como eres, y te pintará con tus deseos y los míos. Me gustas. Lo que ocurre es que te escondes más de lo que piensas. Nos hemos de servir desde la inmaterialidad de las posibilidades que nos hacen más humanos. Las disposiciones nos han de procurar un elixir para llegar a ser con ocurrencias más completas. Nos reiremos mucho.

Los colores más variopintos, todos los del arco iris y algunos más, nos permitirán viajar por la imaginación abierta con un deslizante dinamismo y con inteligente perspectiva. El reino al que nos acercaremos será vital, diferenciador de todo lo que hemos conocido hasta ahora. Y te contaré, siempre te contaré. Y te diré, siempre te diré. Nos escucharemos con ideas flamantes que nos harán viajar hasta el escenario donde se fraguarán las esperanzas, con las que nadaremos hasta detenernos en océanos de oleajes salvadores.

Pintaremos imágenes preciosas. Utilizaremos colores combinados. Habrá muchas ideas que pondremos en práctica. Estaremos formidablemente. Ya se nos ocurrirá algo más para mejorar y para añadir a todos cuantos podamos. Los colores serán las tablas de salvación para ser tan distintos como iguales. Te mando un manojo de besos coloreados.

Opciones y posibilidades comunicativas

Necesitamos un contexto para comunicar quiénes somos. Ha pasado el tiempo, y hay muchas cosas, demasiados elementos, que no hemos pintado, o que no hemos sabido. Nos decimos que nos ha faltado tiempo, pero, en realidad, hemos carecido del suficiente valor. Las medidas no nos han salido. Hemos de abrazar el pasado, en unión con el presente y con el posible futuro.

Las pasiones nos han sobrepasado. Las tuvimos, sí, pero no las cultivamos en la modalidad debida. Hemos de ubicar ahora, ya, más colores en las relaciones que antes fueron puras labores de artesanía. Nos necesitamos, pero no siempre lo vemos con la adecuada claridad. Nos hemos montado una diversión con panorámicas renovadas. Nos diremos entre efusivos mensajes.

Apostemos por el respeto, por el conocimiento, por el agradecimiento, por los capítulos agudos, con perspicacia y perspectiva. Podemos superar, por supuesto, las grietas que nos rompen las alegrías cortas. Pongamos alas para llegar más lejos. Apuntemos. Seguro que daremos con las posibilidades que hace tiempo que no hemos visto. Sabemos que están. La administración ha de ser la base para compartir. Los demás serán el espejo brillante donde nos hemos de entregar sin descanso.

Hemos de ir construyendo un escenario que nos proponga salir de posiciones incultas. El quehacer ha de ser el de convivir, dando salida a los afanes que llevamos en el interior. Nos daremos la bienvenida en todo momento sin esperar etapas determinadas. Nosotros pondremos el ritmo. Somos capaces, y también es nuestra obligación. Nos hemos de distinguir sin distribuir a ciegas. Pensemos lo que hacemos y hacia dónde nos dirigimos. Nos hemos de dar a conocer con menciones específicas. Nos concretaremos.

Los gustos han de ser preferentes para conducirnos por lugares distintos. Debemos referir el qué, el cómo, el cuándo, el porqué, y, entre los quiénes, hemos de estar nosotros. Cantemos para dar más brillo y prestancia, y todo irá mejor. Nos hemos de integrar en una comunión especial que haremos importante. No hagamos deducciones, pues no hemos de arriesgarnos a quedarnos solos.

Pongamos las claves para comprender los aspectos que no siempre miramos cuando nos convencemos de las apariencias con las dichas extraordinarias. Nos hemos de encontrar con evoluciones no desgastadas. Acordemos los conciertos musicales que nos sirvieron, en otra era, para patrocinar los mejores momentos, que han de volver. No ayunemos, y tratemos de hacer hoy lo que otros quieren que dejemos para mañana. Nos hemos de promover con comienzos eternos, cíclicos, sin restricciones. Vamos por esa afirmación que nos dará potencia en el día a día. Cambiemos las formas. El proyecto de humanidad saldrá adelante.

Excelencias en los procesos de intercambio

Llega otra etapa, que se carga de experiencias comunicativas, si puede ser, si queremos. Nos entregamos, de nuevo, a las pasiones espirituales, que no excluyen las físicas, para conocer y conocernos. Las excelencias del destino se palpan a menudo con gusto. Es de algún modo. Vemos, igualmente, las impaciencias que nos alegran el corazón hasta decir basta. Nos damos un poco de tregua, pues necesitamos descanso, pero también debemos convencernos de otras posibilidades, de historias no escritas, que podemos rubricar a la primera de cambio. Tenemos devoción para ello, más de la que precisamos ahora.

Surge esa trama no escrita, sin arquitectura, que vamos desgranando como podemos. Ésa es la experiencia de la vida. Aprendemos mucho desde ese proceso, que hemos de advertir con divertimento, entrega y sosiego. Poco a poco hacemos la narración de un destino que nos surge de la nada, o eso parece, pero que, con seguridad, estaba grabado en alguna parte.

Pronunciamos a continuación los discursos de una rueda que no mueve molino. No sabemos nada, o no sabemos mucho. Nos llenamos de una cierta apatía que hemos de superar pronto, pues el tiempo pasa deprisa, y más en estos días de asueto. Nos congratulamos con nuestras mentes, y seguimos con más expectativas, aunque no sean tan altas como pensamos en su momento.

Las palabras brotan del vacío y adquieren tintes de esperanza y de fiabilidad en ese futuro inmediato que se gestará en un santiamén. Hemos arañado un poco de sentimientos de esa cultura de penitencias supuestas. Nos labramos otro destino, o eso pensamos. Quizá el cambio esté cerca, aunque nunca se produce una mudanza radical, y, cuando acontece, es para regresar al principio. Prefiero pequeños movimientos, sinceras conexiones con la realidad circundante.

Y conforme pasan las horas, antes los minutos y segundos, damos con esos deseos sin pozo que se expanden desde la convención más tierna. Nos hemos aplicado a resoluciones que nos impulsan hacia la creencia que es antesala de los logros. Lo importante es no perdernos. Hemos de averiguar quiénes somos y hacia dónde anhelamos ir. Para eso es bueno el fin de semana, que nos atrapa con sus elucubraciones varias, con sus ensoñaciones de altar de la infancia, donde pusimos a buen recaudo, y mejor abrigo, ciertas ilusiones aún inmaculadas. Es momento de cambio, de oportunidades, que hoy sí vamos a aprovechar. Y mañana…