La UMU obtiene una tecnología que convierte las cáscaras de crustáceos en “biocidas”

El grupo de investigación en Química de Carbohidratos y Biotecnología de Alimentos de la Universidad de Murcia, en colaboración con la Universidad de Goias (Brasil), ha desarrollado una tecnología que convierte las cáscaras y residuos de crustáceos (gambas, cangrejos, etc) en productos y “biocidas” capaces de eliminar hongos y bacterias, entre otros microorganismos.

Según el investigador principal de este grupo científico de la UMU, Pedro Antonio García, en la actualidad existe un problema de eliminación de ciertos residuos, como las cáscaras de las gambas, que no son reciclables y representan un serio problema de contaminación ambiental a múltiples empresas relacionadas con estos productos alimentarios.

Este novedoso sistema de reciclaje puede resolver este problema medioambiental, transformando los residuos de crustáceos en compuestos valiosos por su capacidad antibacteriana y nula toxicidad para el ser humano, como en productos de limpieza, desinfección y aspesia, o conservantes alimentarios, entre otros productos.

Según García, este método servirá, por ejemplo, para evitar el crecimiento de microorganismos en barnices y recubrimientos de quirófanos, así como para inhibir el desarrollo de bacterias en las tintas de un caramelo, sin dejar de ser por ello comestible.

De esta forma, el grupo internacional de científicos ha resuelto el problema de contaminación por subproductos de crustáceos, cuyo descubrimiento ha sido posible gracias a la estancia de cooperación que en la actualidad realiza en Murcia la doctora y directora del departamento de Química de Proteínas de la Universidad Federal de Goaias, Katia F. Fernández, financiada por la fundación Carolina.

La investigación, en la que ha colaborado el becario de la Fundación Séneca, David Cortijo, comenzó el pasado noviembre y ha sido realizada en los laboratorios del grupo de Química de Carbohidratos y Biotecnología de Alimentos de la UMU.
El principal reto del proyecto consistido en disminuir de tamaño el caparazón del crustáceo, que está hecho de quitina, y es un compuesto de un tamaño molecular “muy grande, indisoluble, y muy difícil de transformar que genera una contaminación que no se elimina y unos residuos que no sirven para nada”, explicó García.

Sin embargo, este proyecto científico ha permitido triturar esos caparazones hasta convertirlos en un producto muy fino con el que se forman una especie de “pastillas”. Éstas, a su vez, se introducen en suspensión en un reactor que trocea las moléculas en otras más pequeñas que pueden disolverse.

Según García, lo difícil era convertir el polímetro en fragmentos más pequeños, para lo que los científicos utilizaron un procedimiento de inmovilización de enzimas desarrollado por el grupo de la Universidad de Murcia, con el que se han realizado numerosas publicaciones científicas que han despertado el interés de investigadores de diferentes universidades.