La pro-actividad en comunicación

Ayudemos a que el proceso de la comunicación funcione. Lo decimos así de tajantes, porque es muy importante que sea de este modo. En todo acto comunicativo hemos de procurar la pro-actividad de todos los elementos que intervienen. Es una ventaja para los participantes cuando es de este modo, esto es, la comunicación mejora cuando hay una intención de que se produzca convenientemente por las diversas partes que concurren. La voluntad, como dirían los escritores de 1898, es fundamental para llegar a buen puerto.

Por ello hablamos de responsabilidad, de la necesidad de que nos impliquemos completamente, en lo que podamos cuando menos. Hay una responsabilidad en todo hecho individual o social, y también en el comunicativo. Se suele decir que, en estos fenómenos de interconexión, son los emisores los responsables de que fluyan los contenidos, ya sean éstos abstractos, virtuales, imaginados, reales… Técnicas como la contextualización o la repetición de los conceptos fundamentales son necesarias para que lo que se quiere contar llegue en las mejores condiciones posibles.

En comunicación se suele reseñar que una cosa es lo que se quiere decir, otra es lo que se dice, y, finalmente, es diferente cómo se percibe. He aquí la razón de tener que chequear lo que interpreta el otro, con el fin de ir cuadrando los mensajes en el lugar que les tenemos reservado. Si algo no se entiende bien, hay que explicarlo una y otra vez hasta que demos con los aspectos capitales y accesorios, de modo que se comprenda, que podamos comprenderlo, oportunamente.

Las técnicas para dar un contexto, para dar brillo a la comunicación, para envolverla bien, para explicarla, para reiterarla, para regalar todas las ventajas a los diversos participantes, para que convenza, para que sea liberalizadora para la sociedad, etc., no se aprenden de la noche a la mañana. Hace falta tiempo, una empresa determinada, un deseo de seguir adelante, una puesta en escena considerada desde el hábito destacado día tras día… Podemos aprender mucho más con estas actitudes, que han de ser normales, y nunca extraordinarias.

Otro punto que no debemos olvidar es que, cuando comuniquemos, tengamos en cuenta el respeto y los derechos de los demás, que no se deben ver vapuleados por consideraciones que no estén debidamente señaladas, contrastadas, y siempre desde la aplicación de unos procesos y de un vocabulario oportuno. No hagamos daño, pues, por hacerlo, no dejemos que el destino y el tiempo curen equivocaciones, si éstas pueden ser evitadas. Pensemos siempre en los afectados, en lo malo, y también en lo bueno, por nuestras comunicaciones.

La existencia es oportunidad, es sensación, es apuesta en abierto por conocer, y para eso la comunicación es un cimiento insustituible. Juntemos piezas para ovacionar un destino anónimo y feliz. Prediquemos con ejemplos, con emotividades, con consultas estimadas y valoradas desde la mesura y la comprensión hacia los demás. Estaremos bien con esa actitud en la idea, casi matemática, de que el bien gesta más bienestar. Para convencernos de ello sólo tenemos que probarlo. Las mieles de este aprendizaje diario se nos notarán en el mismo comportamiento.