La novedad

en este siglo de la modernidad cuando se descubren y adoptan la mayor parte de puestos de vista con los que hoy nos posicionamos con respecto a la realidad. Es al final de este siglo cuando desaparecen las vanguardias y se asume una vuelta a la exploración de los caminos postergados de la modernidad. Y no porque ésta se haya agotado, sino porque vivida en su momento como algo nuevo y con la emoción propia de las épocas de grandes cambios, se pasó sobre ellos a gran velocidad.

La modernidad abrió el abanico de posibilidades del arte, desarrolló las ciencias, imprimió gran velocidad social y cambió la mentalidad del hombre hasta límites entonces insospechados. El cambio no tenía límites en apariencia, las ideas podían seguir creciendo como champiñones al unísono de la riqueza material y social y de la libertad. Al igual que en el siglo XVI los descubrimientos de nuevas tierras ampliaron el sentido de la vida en el planeta hasta horizontes no soñados, la modernidad descubrió la producción, el consumo, un universo de átomos y una constelación de ideas y posibilidades. Ahora la inercia continúa; el mundo es moderno y se re- crean los conceptos que nos dio la modernidad, hay un re- descubrimiento, se profundiza en aquellos caminos y el cuerpo social asume conceptos que en su momento detentaron minorías, en suma, se rehabilitan y divulgan aquellas ideas. Vivimos lo moderno cotidianamente y lo que epata es lo nuevo y no entendido en sentido estricto de nunca visto, de no imaginado, sino la innovación pero en algo que ya estaba en uso: la nueva abstracción, los nuevos detergentes, el nuevo pop, los nuevos marginados. La nueva cerámica… es una cuestión de matices, no de invenciones. Este panorama de novedades, aparentemente amplio, en realidad supone un cambio de actitud profundo respecto al espíritu de la modernidad, esta arrastraba implícitamente la excitación del descubrimiento, la conciencia de estar cambiando el mundo, la fuerza de la ruptura y ahora en la novedad eso no existe, los cambios son cuestiones de retoque, lo fundamental ya está definido, quizá una lectura más compleja, más profunda, más variada pero dentro de los límites del concepto asumido. Es lo que Pepe Lormiga define como la nueva búsqueda, inútil por cierto, del “efecto crixs” inicial. De alguna manera vivimos de lo moderno, al igual que de lo clásico, pero el espíritu que alentaba lo moderno ha muerto, sólo nos queda lo moderno como clásico, como pauta de comportamiento. El mundo vive la modernidad, lo moderno como vanguardia no existe. Y como los procesos de la humanidad son globales no podemos separar lo ideológico de lo económico, lo político o lo social, de forma que todo contribuye para que la realidad sea como es, para no perder comba, para permanecer donde estamos; quizá un poco más de bienestar, un poco más de libertad (¿) formal, pero ninguna expectativa de cambio, ningún horizonte, cada vez estamos más lejos del “efecto crixs” (el encuentro del hombre con lo sublime). La única ilusión, aparte de la loto que no hace distinciones, es alguna nimia novedad: en un coche nuevo, en un ordenador, en un pintor, en un grupo musical, en unas declaraciones de un político, pero siempre el “revival”. Una marca de coches anuncia ahora como “la revolución” (de las pocas palabras que permanecían intactas) un modelo de automóvil que consume un poquito menos y corre un poquito más : la nueva revolución se define así como “un poquito de más o menos” respecto a “lo que hay”. La novedad, herencia de la modernidad, se convierte así en el motor y al mismo tiempo el límite del mundo actual, en los parámetros que marcan la conciencia y la actividad humana, en la biblia de la contemporaneidad. Es lo mismo que cuando se pensaba que la tierra era cuadrada y que al final del mar se caía a los abismos. El dilema actual es: esto o el caos. Asistimos así a la desideologización y al abandono de todo proyecto de todo proyecto de transformación de un mundo que reniega de todo horizonte que no se vea desde la puerta de su “bungalow” y que se ahoga en sus propias limitaciones. Lo que junto a las plagas actuales: el paro, el sida, el peligro nuclear, la estrategia de la tensión; y las de siempre la opresión del poder, del dinero, la falta de libertad; nos conforma este mundo “light”, solamente aliviado por las pequeñas novedades “lights”, que camina hacia un nuevo puritanismo de corte conservador que supone un abandono de esa característica consustancial al espíritu del hombre que ha sido siempre la lucha por su emnacipación.