La era de la acción en lo periodístico

No descubrimos nada nuevo. Es un oficio más que consolidado, pero con problemas acuciantes, duros ellos. La profesión periodística atraviesa, como le ocurre a otras, por una crisis que se presenta mediante las más diversas caras: la social, la ética, la formativa, la de su propia identidad… No es un buen momento para afrontar todos los deberes que hemos ido dejando en el pasado más o menos reciente, pero lo cierto es que no debemos permitirnos que pase más tiempo sin que nos enfrentemos a lo que está sucediendo con medidas tan claras como contundentes.

El sector peca de falta de corporativismo, de carencia de una movilización ante los asuntos profundos que, con el paso de los años, se han convertido en problemas más o menos graves: hablamos del intrusismo, de los bajos salarios, de la precariedad laboral, de la falta de elementos para poder trabajar con unos mínimos de calidad, etc. Por muchos motivos, la profesión se ha ido alejando de esos niveles de excelencia a los que pudimos llegar debido a diferentes presupuestos durante la década de los 80.

Es cierto que la nuestra es una profesión liberal para la cual no se exige titulación ni siquiera en los medios públicos, aunque en estos últimos sea una práctica generalizada el contratar a egresados en Comunicación, en Periodismo o en áreas cercanas. Es evidente también que no contamos con un Estatuto específico, a pesar de los numerosos intentos llevados a cabo (ahora estamos afrontando otro), que nos lleve a establecer derechos y deberes en el desarrollo de este oficio. Es, igualmente, verdad que los códigos de buenas prácticas, o códigos éticos o deontológicos, como se les quiera llamar, no siempre son conocidos, y, en pocas ocasiones, se tienen en cuenta a rajatabla, sobre todo en determinados formatos y espacios audiovisuales.

Es la nuestra una suerte de profesión anárquica, que, pese a todo ello, desempeña con holgura, el papel constitucional que tiene conferido. No obstante, hay todo un territorio perdido, o vencido en parte por algunas rutinas o desidias, que conviene recuperar para bien de la profesión, y, fundamentalmente, para mejoría de las ofertas dirigidas a la ciudadanía, a la que nos debemos en primer y último término.

Generar una conciencia crítica es más que una necesidad: es ya un tren que no podemos perder, o, de lo contrario, nos quedaremos sin esa fiabilidad que es tan precisa para que seamos auténticos referentes sociales. Conviene que, como el resto de poderes de una Democracia, el de la Prensa sea real y que esté en manos de la sociedad y de sus propios intereses, teniendo en cuenta criterios de acceso de minorías, de preservación de valores, de mejoras para los colectivos y de defensa de los derechos individuales, etc. Nos va en ello mucho en juego.

Por eso conviene recuperar ancestrales deseos humanistas, reglas de oro de respeto y de cortesía, valentías por causas que no debemos olvidar como si ya fuesen perdidas… y todo ello ganándonos el respeto, en primer lugar, que debe poseer la profesión que ejercemos. Recordemos y reiteremos: estamos en un panorama que se sostiene con salarios paupérrimos, con carencias de personal en las plantillas, con prisas por llegar a titulares más o menos llamativos, con un intrusismo, ya dicho, que tiene más que ver con prácticas poco defendibles y con otros problemas que hemos de afrontar con gallardía y a través de la persecución de modelos de cambio que conecten con los nuevos valores que llegan a la profesión. Por favor, hemos de hallar más motivos para continuar en este oficio que para dejarlo. Hay mucho que cambiar, seguro que sí, pero, claro, con el consenso y con la intervención de todos/as.

Las claves, evidentes ellas, están ahí, y mucho tiempo ya, por desgracia. Es momento de hablar menos y de hacer más. No hay prisa, seguramente. No hay que atropellarse, pues, de hacerlo, cometeremos errores que han de ser evitables a estas alturas. Lo cierto es que tampoco hay tiempo para más demoras. Debe comenzar la era de la acción, en lo periodístico también. No dejemos para mañana lo que hemos de empezar a hacer hoy mismo.

Juan TOMÁS FRUTOS.