La comunicación en el eje de una nueva era

Estamos en una nueva era. Hemos pasado de lo analógico a lo digital. Todo evoluciona en segundos, como mucho en minutos. La “aldea global” no tiene rincones secretos, al menos no se nos escapa aquello que interesa al desarrollo económico de las sociedades más avanzadas. Todo es susceptible de mejora. La esperanza a menudo supera a la propia realidad. En este panorama, nadie duda de las potencialidades de los nuevos sistemas de producción, almacenamiento y recuperación de datos.

Las capacidades van creciendo, así como las economías de medios y recursos, que se optimizan más y más. Los avances son inmensos. La Red se ha convertido en la gran biblioteca, en el “summun” del acopio del aprendizaje humano. Todo el acervo cultural de ahora, de hoy en día, de hace años, de toda una historia, de cada etapa, de todos los momentos estelares o no tanto de la trayectoria del ser humano en sus diversas facetas en el planeta Tierra se encuentran al alcance de la mano encendiendo un ordenador, con una línea de conexión a Internet y valiéndonos de unas habilidades cada vez más sencillas. Es, sin duda, la gran revolución. No hay parangón en otras eras de la Humanidad.

Se ha encendido la antorcha del conocimiento, que llega a raudales, casi saturando nuestras vías de entrada, con una apuesta decidida por el cambio más frenético, por una mudanza acelerada. El papel, escaso, caro, en vías de extinción en los próximos cien años, es sustituido por unas pantallas cada vez más planas, con más resolución, con un lenguaje asequible y nada mágico (sí lo era al inicio). La apuesta ha merecido la pena.

Poco a poco el saber se va volcando a través de iniciativas públicas, privadas, colectivas, particulares, de toda índole, y la Red de Redes se va engrandeciendo con un sistema tan flexible como amoldable a las nuevas circunstancias. Estamos bien surtidos de información, que, a menudo, llega saturada y con grandes vías, voluminosas ellas, de entrada. Cuando se empezó a contar de manera decidida con las Webs nadie pensó que el crecimiento sería tan imparable. Ello es bueno, claro, pero ahora hay que pujar por reequilibrar las diferencias de acceso y de aprendizaje y por corregir, igualmente, las brechas digitales y de información.

Es evidente. Internet es un arma decidida de conocimiento. Miles de cursos se ponen en marcha cada día en todos los rincones de nuestro país, y millones en todo el mundo. Crecen los blogs, así como el periodismo participativo, las comunidades virtuales, los accesos mejorados a información, modas y deseos, etc. Agricultura, ciencia, tecnología, medicina, literatura, matemáticas, artes, cultura en general, etc., todo se nos presenta en la puerta de la casa, a las entradas de nuestro intelecto, y cada vez a más módicos precios, al menos para los que vivimos en el mundo económicamente desarrollado.

La espiritualidad del nuevo sistema, abierto de par en par, llega a todas las esferas del desarrollo del Primer Mundo. Los destellos de las apariencias nos llevan por calles de simpatía certera. El universo se dirige en pos de idearios de toda índole. Ahora toca descifrar y desmenuzar determinados lenguajes y algunas formas que llevan más prisa que el propio proceso de aprendizaje en sí. No sabemos hacia dónde nos conduce el túnel del conocimiento radicado y basado en la red. Por ello, el consejo es la prudencia, el rigor y la verdad como máximas de todo este nuevo engranaje docente.

 

Realidad y ficción

Se mezclan realidades y ficciones, y estamos ante una nueva dimensión que tiene más que ver con el intelecto, con lo metafísico que con la realidad en sí. En materia cultural encontramos de todo. Así, podemos hallar todo género de publicaciones virtuales en las más dispares Webs. Desde la Biblia a otras obras modélicas de siglos pasados, pasando por reflexiones de diverso género, intensidad y sesgo, aparecen en Internet. Ya no precisamos ocuparnos de ahorrar para conseguir unos textos que ocupaban mucho espacio, que se perdían o deterioraban o que incluso pasaban de moda o bien perdían vigencia. Ahora tecleamos un nombre y aparecen cientos de entradas de lo que es, de sus interpretaciones, de textos en versión original o derivada, de comentarios en paralelo, etc. Nada escapa a Internet, lo cual tiene “pros y contras”. No obstante, nos quedamos con las ventajas de un sistema que elimina barreras y diferencias de tipo social o económico. Afortunadamente contemplamos muy atrás esos distingos que marcaban el conocimiento en nuestro entorno europeo.

Además, una obra, por minoritaria que sea, se puede conseguir, adquirir, pedir, reclamar, solicitar un duplicado, etc., desde cualquier sitio del mundo. Podemos ganar un tiempo precioso para verdaderas tareas de aprendizaje sin ocuparnos en exceso de actuaciones mecánicas llamadas a agotarse.

La verdad es que hay muchas ocasiones por delante gracias a Internet. Se Trata de aprovecharlas para ser más y mejores personas. Ante todo, hay que ser buenos, hay que ser buenas gentes. Luego iremos escalando en la tabla de valores, y para ello las nuevas tecnologías son unas preciosas aliadas. Debemos intentar conocerlas más densamente con el fin de convertirnos en los mejores compañeros de un viaje maravilloso hacia el conocimiento mutuo y la edificación en paralelo de una hermosa vida. Hablamos de filosofía, de algo más. No sería malo que interiorizáramos lo que está ocurriendo con el fin de evitar desvíos innecesarios que podrían conducir a una pérdida de esas energías que estamos ahorrando en otros terrenos. El “corazón a la escucha” del Rey Salomón se tercia necesario.