La comunicación del conocimiento

La cultura es la suma de todo el conocimiento (pensemos que en positivo) que hemos ido atesorando a lo largo de cinco mil años de historia. Poco a poco, hemos agregado mucho saber a los procesos cognitivos de antaño. Todo se aprende, o se puede aprender antes y mejor. Hay más opciones que nunca, y, por ende, la obligación de mejorar nuestros intelectos es también mayor.

Es bueno juntar experiencias para dar con la vocación de una vida que, con los medios y las tecnologías vigentes, sale adelante mejor que nunca. Debe. Es su justificación. Hemos de sacar partido a lo que nos brinda el destino. La voluntad juega una parte fundamental. Hemos sido testigos de nuestros tiempos, y así debemos seguir. La fuerza que nos permiten los avances informáticos ha de traducirse en solidaridad y en solvencia para con los demás, sobre todo respecto de aquellos más desfavorecidos.

Las crisis financieras de quienes buscan más y más beneficios no han de ser las nuestras. El conocimiento en forma de planteamientos, de saber hacer, de experiencias, de críticas, de cautelas, de conformismos, de voluntades, de atrevimientos, de empeños variados, etc. sigue manifestándose de maneras muy singulares y siempre prestas a que todos unidos podamos aprender en la medida de que queramos y lo precisemos.

Hemos mirado, recordémoslo, durante un tiempo los aspectos externos de estos avances. Ahora procuraremos que sean los internos lo que nos lancen hasta ese mundo infinito cargado de posibilidades reales. Nos debemos preparar en cada momento para una travesía estelar donde el aprendizaje es, o debería ser, colosal.

El bagaje con el que nos movemos ha de ser ligero. Los conocimientos están ahí, y lo están siempre. No hay que atesorar lo que no podemos consumir, y, además, conviene que esa asimilación sea pausada para que la podamos entender, para que la vayamos digiriendo sin problemas. Estaremos listos cuando lo urgente sea habituarnos a ir más despacio. De este modo tendremos más memoria para todo, incluso para nosotros mismos, para nuestras cosas.

Lo bueno de Internet es que las enciclopedias, siempre cambiantes, mejorables, preparadas para otras visiones y ópticas, se hallan en esa tela de araña que nos pertenece a todos, y, por lo tanto, nadie nos la va a quitar. Lo mejor es que vayamos oteando conforme pase el tiempo y que seamos lo suficientemente hábiles para ir incrementado de manera global e integral nuestros intelectos, que han de estar en más conexión que nunca, gracias, por supuesto, a esa línea experimental y graciosamente estimable que nos proporciona la Ciencia.

Más opciones y posibilidades

La felicidad vista a tramos, en función de las circunstancias y de ese aliado natural que, como indicamos, es la Red de Redes ha de verse favorecida de manera real con una sintonía graciosa y rutilante. Esa música tiene que ver con que nos descubramos más y mejor como personas, y también a los demás, que, igualmente, han de existir a nuestros ojos sin prisas, sin competencias estériles. No cabe decir que no tenemos tiempo cuando, si somos inteligentes, podemos aprovechar con vigor las circunstancias que nos rodean con unas estructuraciones convenientes de las opciones y posibilidades que tenemos.

Es evidente que Internet aloja mucha sabiduría, muchas ideas, muchas materias, disciplinas y saberes. Están ahí: solo hay que descubrir lo que nos brinda sin prisa, pero sin pausa. En todo caso, el genuino símbolo de inteligencia vendrá del hecho del propio descubrimiento de que hemos de conocer más y más para poder tomar buenas decisiones. Inteligencia y sabiduría han de andar juntas, sin olvidar la voluntad y el empeño por una mejora ideal, y también cercana, de lo que es la existencia humana, que, para crecer, ha de creer que es posible. Lo es si mantenemos la fe en un progreso pausado y calmado desde la óptica de que cualquier día es bueno para aprender y para colaborar a que otros sepan más y tengan, en todos los ámbitos, también algo más. Si no miramos en corto daremos con la base suficiente para un bienestar plural, equitativo, y, por lo tanto, más justo. No fracasemos en ello.