La aventura formidable de comunicar

Hagamos símiles y encontremos puntos de apoyo en ese proceso que es constitutivo de las sociedades humanas, y crucial para éstas. Es evidente que la comunicación no debe existir sólo sobre el papel, esto es, no ha de darse únicamente en determinados momentos y espacios, constantemente, y sin más.

Lo que queremos decir es que existe una obligación de conjunto en el sentido de que sea óptima, asequible, plural, variopinta, etc., es decir, se ha de ofrecer en unas condiciones que han de plasmarse por parte de todos los que tienen responsabilidad en ella, fundamentalmente en los emisores y en los receptores, pero también en aquellos que tienen relación con el contexto, con los códigos, con los canales, con los ruidos que se puedan producir, etc.

Miremos un poco más allá, y veamos a muchos protagonistas, a todos los elementos y/o personajes que tienen conexión con todo este proceso. Además, insistamos en aspectos éticos y deontológicos. Hagamos todo lo que podamos, e influyamos para que otros realicen todo aquello que seamos capaces de llevar a término, con el fin de que haya una intención y unos resultados complacientes y apetecibles en lo que concierne a la comunicación. Ésta debe ser, sobre todo, buena, ha de ser mejorable, debe ser sólida y vehículo de incremento en todos los sentidos para la sociedad al completo.

Defendemos, en definitiva, un proceso comunicativo que tenga todos los elementos, que cumpla fines y funciones loables, que construya al individuo y a la comunidad donde éste se inserta… Nos hemos de enamorar de la comunicación y sacarle todo el zumo posible al juego de esta palabra, a la unión que se le presupone, a la vida en sus múltiples aspectos.

Comunicar es una aventura formidable en la que no sólo aprendemos. También nos relacionamos, somos más y mejores personas, nos tomamos ese respiro que nos invita a interpretar los signos de la Naturaleza, nos da esencia humana… Es fantástico este don que nos viene regalado genéticamente, y que debemos ir moldeando con el paso de los años, como tantas potencialidades.

Sacar brillo a lo mejor de lo que llevamos dentro es una responsabilidad que no hemos de dispersar gratuitamente y de cualquier modo. Meditemos sobre nuestros actos, sobre sus resultados, sobre aspectos apetecibles, sobre las caricias del lenguaje, y demos ocasión a que la felicidad se extienda por dentro y por fuera de nuestro ser y de quienes nos quieren y rodean. Vamos a intentarlo. La estimulación constante de las palabras, de los procesos que las articulan con ideas, es un punto de partida perfecto para llegar a tierras tan ignotas como gratificantes.