José Martínez conmueve al Paradis de La Opera

Crítica de Danza para Campus

Espectáculo: Les enfants du Paradis

Compañía: Ballet de la Ópera Nacional de Paris

Coreografía: José Carlos Martínez

Adaptación del guión de Jacques Prévert: François Rousillon y José Carlos Martínez

Música: Marc-Olivier Dupin

Vestuario y escenografía: Agnes Letestu y Ezio Toffolutti

Lugar: Palais Garnier, Opera Nacional de Paris

Fecha: 1 de noviembre

 

Hay un dialogo en la película de Marcel Carné que me conmueve especialmente porque describe a la perfección el ferviente anhelo de los interpretes de la escena por provocar una emoción entre el público. Jacques Preévert, su iluminado guionista, plantea la cuestión en un momento en el que el actor, Frederick Lemaître y el mimo, Baptiste, están entre bambalinas

Baptiste le dice a Frederick Lemaître refiriéndose al público del Paraíso: “No me gustaría solo hacerles reír, me gustaría conmoverles, hacerles tener miedo, hacerles llorar. ¿Todo sin decir nada?”, pregunta Frederick, “Sí, sin decir nada” responde Baptiste. “Oh!, Es difícil” continúa Frederick, “¿Crees que es imposible?” Pregunta Baptiste. “No, difícil. No es lo mismo” concluye Frederick.

El film fue realizado en 1943 y estrenado en 1945 tras la liberación. Está considerado por la crítica actual como la mejor película francesa de todos los tiempos y la obra es desde luego un inteligente ejercicio de detalle y análisis psicológico, no solo por la hábil descripción de los personajes, sino también por el minucioso retrato de una sociedad imbuida plena revolución industrial y un ambiente de trastienda en torno al complicado y abigarrado mundo del teatro y la farándula. La película es desde luego una joya de la filmografía gala y veremos como Jose Carlos la transformará en otra gema del repertorio balletístico de La Opera Naional de Paris.

Carné/Prévert elaboraron una dramática historia costumbrista que se desenvolvió en torno al variopinto ambiente de un teatro de volatineros. La historia encierra una gran tragedia pasional protagonizada por una bellísima mujer, Garance, sin oficio reconocido, que consigue enamorar a cuatro hombres. Solo uno de ellos conquistará su corazón, Baptiste, el mimo. El tiempo los distanciará, pero al cabo de los años cuando Baptiste consigue la fama y Garance se ha transformado en una mujer de la alta sociedad al amparo de su protector, el Conde Edouard de Montray, se reencuentran y consuman por fin su amor. Pero Baptiste está casado y tiene un hijo, Garance comprende que debe marcharse. La escena final es desgarradora. La bella protagonista se pierde entre una multitud que celebra en la calle el carnaval. Baptiste corre desesperadamente tras su amada, su expresión es desgarradora.

Traducido impecablemente al lenguaje coreográfico por José Carlos Martínez la adaptación consigue recrear con absoluta fidelidad el guión de Prévert. Martínez respeta la división de la película en dos partes y su versión para la danza queda igualmente repartida en dos actos, aunque, con un intermedio coreográfico a modo de divertimento. La primera parte de la versión coreográfica se desarrolla en varios planos descriptivos para la presentación de los personajes y de la trama, y la segunda parte se presentó más dinámica para potenciar la acción.

El aparato escenográfico fue fundamental. Las escenas del film quedaron reflejadas al detalle mediante escenarios móviles que los tramoyistas y bailarines movían cuando la ocasión lo requería. La impoluta puesta en escena conjugó otros elementos como vestuario e iluminación, elementos indispensables y muy valiosos en este ballet que armonizaron y complementaron exquisitamente la puesta en escena. La música sirvió de hilo conductor con una partitura muy sugerente con momentos musicales incorporados en el propio escenario en sincronía con la espléndida orquesta en el foso.

José Carlos ha trabajado un lenguaje más cercano al carácter de los personajes, dejando un poco de lado la cuestión del virtuosismo técnico, (que de eso andan sobrada esta compañía), en beneficio de un lenguaje más rico y expresivo. Sus protagonistas, que en la noche del sábado, uno de noviembre, fueron Isabelle Ciaravola en el rol de Garance y Mathiu Ganio en el de Baptiste, estuvieron esplendidos en sus papeles al igual que todo el elenco principal consiguiendo desbordar a un público entusiasta.

El Intermedio coreográfico fue todo un alarde de gusto y elegancia. Quedó plena constancia de la solvencia de la prestigiosa escuela francesa. Esta pieza rompió por completo con la historia que nos estaban contando pero quedó integrada a la perfección. Ataviadas ellas con el tradicional tutú de plato y ellos con casaca y malla, se le quiso dar un toque al viejo sabor de las películas en blanco y negro. Los colores manejados recorrieron la escala de los negros a los grises. Fue un juego muy inteligente de formas y colores. El carácter del movimiento fue diferente. En este fragmento se trataba de constatar el buen estado de salud de la escuela clásica de la mano de bailarines de elite como lo son los artistas del Ballet de la Opera Nacional de Paris.

El ballet Les Enfants du Paradis fue sin duda un gran éxito para sus inspiradores; Brigitte Lefevre, François Rousillon y José Carlos Martínez. El privilegio de ver este ballet sentados desde las butacas de la orchestre , junto buenos amigos, no tuvo precio . El bello y emblemático edificio proyectado por el arquitecto Garnier a finales del XIX por encargo de Napoleón III era un cúmulo de sorpresas. Los colores, los mármoles, los espejos, las delicadas lámparas de cristal, la bellísima escalinata que aparece imponente en el recibidor ocupando el centro de las miradas, fue todo un espectáculo de texturas y colores. Por último las pinturas del techo de la sala central que Marc Chagall pintó en 1964 completaron esta fiesta para los sentidos. Y, en todo este suntuoso escenario, el ballet de José Martínez. Todo ello hizo perder la noción de espacio y tiempo. Solo espero que podamos ver pronto este magnífico ballet por los escenarios españoles.