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Jorge Edwards, Premio Cervantes de Literatura: “Cuanto más importantes son los premios, mayor es el asedio”

La sociedad chilena tiene en Jorge Edwards a un cronista de excepción. La obra de este ex–diplomático –lo fue con el gobierno de Allende- que compartió trabajo con Pablo Neruda en el París de los años 70 y que se convirtió en persona non grata –así tituló su libro sobre aquellos sucesos- a los ojos de Fidel Castro tras haber confraternizado con su revolución, está trufada de su propia experiencia y de los avatares de sus compatriotas. Como las de la mayoría de buenos escritores, Sus obras son él y su circunstancia, aderezado todo, eso sí, por una portentosa imaginación fruto de alguien aficionado desde niño a las historias.

Para Edwards los premios no aseguran la inmortalidad: él ya la alcanzó desde que hace más de 35 años se convirtió en autor respetado por la crítica y preferido por miles de lectores. A pesar de ello, el 24 de agosto de 1999, un orgulloso Jorge Edwards recogió de manos del Rey Juan Carlos, el Premio Cervantes, la más alta distinción literaria que se concede en lengua española.

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El Congreso Internacional Diálogos Cervantinos , organizado entre los días 21 y 24 de mayo por la Cátedra de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Murcia y Cajamurcia, ha dedicado buena parte de las intervenciones a su figura y su obra.

-Pregunta: La memoria ocupa un lugar prreminente en su obra ¿Es éstaedwards2 un aliado en la obra literaria o puede ser también un peligroso enemigo?

-Respuesta: Yo creo que la memoria absoluta puede llegar a ser un enemigo, pero la memoria que organiza y selecciona es algo creativo. Todo texto narrativo se hace con la memoria, aunque se cuente bajo la forma literaria más compleja. La memoria es creadora, salvo cuando es una proliferación excesiva de datos, como ese cuento de Borges, Funes el memorioso . Esa memoria mata.

-P: ¿Debemos entender que esa memoria ha sido el principal ingrediente de sus novelas?

-R: No el principal. El ingrediente de mis novelas a veces son vidas muy ajenas, pero tamizadas por mi propia experiencia. Se trata de una memoria con la que se juega y con la que se hace trampas, que no se puede tomar al pie de la letra. Otras veces se trata de trabajos de memorialista puro, como Adiós poeta o Persona non grata .

-P: Usted ha dicho que los premios tienen su precio…

-R: Por supuesto que sí. El primer premio literario que tuve en mi vida fue a los 20 años, cuando un viejo escritor leyó unos cuentos míos, entró en un café en el que yo estaba, sacó un viejo lápiz fáber y me lo regaló. Fue mi primer premio literario y el que menos me ha comprometido, pero mientras más importantes son los premios, mayor es el compromiso y, sobre todo, mayor es el asedio que producen a la vida privada del escritor.

El escritor para escribir necesita retraerse, replegarse, estar solo, y eso es difícil. Sin embargo, hay que tener astucia para conseguir ese aislamiento. Joyce, en El retrato del artista adolescente dice que el artista necesita el exilio y la astucia, y es verdad.

-P: Los chilenos ya podemos volver a pensar en la poesía, en la literatura, en el amor y en los celos. Es una frase suya, ¿Está ya la sociedad chilena en disposición de vivir una vida normal, sin sobresaltos ni interferencias?

-R: Nunca dejamos de pensar en eso, pero hubo un momento en que ese pensamiento era difícil y, en cierto modo estaba castigado. Ahora podemos volver a pensar en esos temas.

-P: ¿Qué opina del juicio a Pinochet en su país?

-R: Es bastante difícil para un país juzgar a un ex-dictador que está vivo, y eso lo saben ustedes mejor que nosotros, pero a pesar de eso, el proceso sigue su marcha, y yo creo que el juez que lo lleva es un juez muy honrado y con una cultura jurídica superior. Pienso que el proceso seguirá adelante.

-P: A propósito de la polémica por las palabras del Rey: ¿Es el español una lengua impuesta?

-R: Yo no creo que hoy sea una lengua impuesta. Más bien es una lengua de adopción de muchísima gente en el mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, es una lengua que se extiende cada vez más, y no es porque los mexicanos estén empujando a Estados Unidos a hablar en su lengua. Aunque en el pasado, claro que sí: fue una lengua de imperio, y las lenguas de imperio son impuestas. Pero no creo que eso valga para hoy.

-P: ¿Cree que las obras de los grandes escritores en español del último siglo hubiesen tenido la misma trascendencia si hubiesen estado escritas en un idioma más minoritario?

-R: Se trata de una hipótesis imposible. La Literatura en español se escribió en español por algo, no se hubiera podido escribir en checo o en serbocrotada. Es evidente que si se hubiesen escrito en otro idioma de difusión menor, no habrían tenido la llegada que han tenido.

-P: ¿Debe un escritor estar comprometido con su propio tiempo?

-R: Un escritor siempre está comprometido con su tiempo, porque está comprometido con la lengua, y la lengua es la comunicación en el tiempo: el presente y el pasado. El compromiso es inevitable y lógico, pero el compromiso del escritor es con la escritura, y consiste en escribir cada día mejor, en ampliar sus registros, etc.

-P: ¿Habría sido diferente su obra en caso de no haberla desarrollado durante una dictadura en su país?

-R: Yo comencé mi obra en una democracia muy remota y tranquila, la de los años 50 en Chile. Después atravesé la dictadura y tuve la suerte de vivir y de seguir escribiendo, pero la dictadura influyó en nosotros de muchas maneras, porque es imposible que una situación así no lo haga.

Una dictadura afecta a la vida cotidiana de una manera muy radical, porque la diferencia esencial entre una dictadura y un régimen de libertad es que en éste la vida cotidiana no está enteramente invadida por la política, y en cambio, en una dictadura, sí. Una conversación inocente, por ejemplo, se transforma en una discusión llena de conflictos. Todo eso influye en la escritura también. Influyó en mi escritura. Basta leer las cosas mías para ver cómo el comienzo de la dictadura marca un cambio en muchas cosas.

-P: ¿Cómo nació en usted la vocación de escritor?

-R: Yo comencé a leer de muy niño, y de ahí a escribir. Lo primero que hice fue poesía, pero sentía una especie de necesidad de pasar a la prosa narrativa para poder contar historias que estaban cerca de mi mundo. Lo que nunca pensé es que sería escritor profesional, pensaba que la escritura sería algo paralelo a mis demás trabajos. Y durante mucho tiempo lo fue, hasta convertirse en una actividad central.

-P: ¿En que está trabajando actualmente?

-R: Tengo muchos proyectos. Estoy terminando en trabajar en la versión teatral de El anfitrión , una novela mía de los años 80, que se estrenará en Buenos Aires. También tengo un proyecto de novela y varios de cuentos, pero prefiero no hablar de ellos todavía.