Internet, en la inmensidad del Cronos

La revolución técnica y tecnológica está más que consolidada. Las mudanzas en las rutinas del consumo intelectual están en pleno proceso de moviendo sin prisa, y sin pausa, hacia un horizonte de convencimientos intelectuales. Pensemos, ante todo, que la clásica división del tiempo ya no nos vale. No al menos en sus valores tradicionales o absolutos en lo que se refiere a los usos y ventajas que nos proporcionan las nuevas tecnologías y, específicamente, Internet.

Los eventos deportivos de los últimos meses están demostrando, de manera clamorosa, cuál es la importancia de Internet como medio de comunicación de masas. Se nota que se va asentando como una realidad de uso cotidiano. Hasta ahora se había visto como un instrumento informativo emergente, porque lo era, porque lo es, porque se palpa por doquier, pero ahora, en lo verdaderamente pasional y mediático, observamos como, sobre todo gente joven, pero también de todas las edades (fundamentalmente, en nuestro entorno del llamado Primer Mundo), consume lo que llega por la Red de Redes con una auténtica profusión. Ahí están los datos, que superan los centenares de miles de usuarios de determinados eventos.

Lo cierto es que la Red permite, y eso es una ventaja, el que nosotros podamos ver en cualquier momento y espacio (las wi-fis son milagrosas) un acontecimiento en particular. Los receptores, esto es, los ordenadores, son cada vez más pequeños y manejables, y eso hace que su versatilidad aumente de modo exponencial. La facilidad de utilización es descomunal.

Además, un valor añadido es que podemos programarnos y re-programarnos a voluntad, como queramos. Quiero ello decir que, si no hemos podido ver un partido de gran trascendencia y/o factura, podemos meternos en el archivo histórico del medio en cuestión y contemplarlo a nuestro agrado, salvo que haya un problema de derechos de emisión o de reproducción.

La flexibilidad de Internet en un mundo tan alocado es tremenda. Nos falta tiempo, y la Red nos lo da, nos lo proporciona, amoldando temporalmente lo que precisamos. El problema principal a priori es que ello necesita de grandes dosis de conocimiento, para que la libertad, como hemos dicho en otras ocasiones, sea real. Para poder elegir, debemos saber entre qué cosas o para qué, o, por lo menos, hemos de tener una cierta apreciación al respecto.

Cuando miramos las cifras de los pasados Campeonatos Europeos de Fútbol, o de las Olimpiadas en China, nos damos cuenta de que muchas personas los han seguido, los han valorado, los han analizado, o bien los han reinterpretado viéndolos en varias oportunidades a través de las oportunas Webs. La visión particularizada del telespectador, del consumidor, utilizando medios asequibles en dinero y en conocimiento, es ya una realidad más que consolidada. El hecho de que es así lo constatamos en que las empresas periodísticas confían cada vez más recursos a sus portales. Es el caso de RTVE, que están haciendo un portal absolutamente convergente de textos, de imágenes, de sonidos, de blogs confeccionados por sus profesionales, etc.

Acceso en todo momento

El ciudadano, entre otras razones porque no hay un problema de espacio, encuentra más contenidos en los portales, unos contenidos que puede repetir, evitando la fugacidad de los clásicos soportes audiovisuales, y teniendo a mano, a guisa de consulta, lo que va aconteciendo. Ello es de gran utilidad.

Por otro lado, no existe el problema de tener que almacenar en casa aquellos videos o aquellas cintas de sonido con los hechos o testimonios que nos parecían más relevantes. El archivo (mejor realizado) por asuntos, por fechas, por personajes, por localizaciones… nos viene dado en cada medio de comunicación, con lo cual ganamos, de nuevo, tiempo para otros menesteres no tan mecánicos.

El tiempo ha cambiado en el sentido cronológico, y también en el vital, en lo que concierne al estudio, en lo profesional, en lo personal, en todo. Internet nos está despertando, ahora más que nunca, a una nueva era, que defiende a ultranza la libertad de ideas, de conocimientos, de su tránsito geográfica e intelectualmente. Cuando miramos la hora, ponemos nosotros su recorrido, su entendimiento, su apreciación y su aprovechamiento en Internet, un fenómeno que se identifica tanto en nuestros contextos como la propia existencia de cada cual. Es la hora, nos decimos, sí, la hora de Internet. Sigamos explorándola. El que podamos sacarle un mayor provecho depende de nosotros, de nuestras perspectivas, de que sigamos indagando con el afán de no renunciar al factor sorpresa a través del estudio y del trabajo reiterado.