¿Es lo mismo periodismo y espectáculo?

Las incógnitas y las preguntas inundan las redacciones de los periódicos, de las emisoras de radio y de las estaciones de televisión. Ya veremos lo que va pasando con Internet. Veamos. El periodismo se ha convertido en los últimos años en algo que se distancia de lo que conocimos hace un par de décadas tan solo. Los principios de respeto a una audiencia amplia y plural se han quedado en un segundo plano en aras de conseguir altos índices de seguimientos fervorosos y casi enfermizos, que parecen, por desgracia, primar sobre otro tipo de elementos y/o factores. Ello nos coloca, a todos y cada uno de los miembros de la sociedad, en un lugar complicado en el que el silencio nos hace cómplices de una realidad que se basa en demasiados excesos.

Recordemos, una vez más, que en el punto intermedio está la virtud, sin dejar pasar la ocasión de reiterar que la palabra, que la comunicación, es la base de la concordia y la evolución humanas.

Todo es espectáculo, un gran espectáculo, el espectáculo. Hasta los informativos, que parecían esos busques-insignias intocables, se han dejado llevar por las inercias de unas programaciones que se auto-fagocitan para comer excesivamente del amarillismo, de lo truculento, del esperpento, de la frivolidad, de lo superficial, de lo violento, de lo pornográfico, de lo zafio en grado sumo. Hemos de poner un poco de cordura a este baile de cifras inhumanas que son los números y los porcentajes de las audiencias, de los “shares”, de los “ratings”, de los impactos publicitarios y de las ganancias exponenciales, en el sentido que cada cual entienda. No es bueno que sigamos perennemente esta ruta. Tampoco lo es que confundamos competencia y competitividad.

La vida admite muchas demoras. Todo se puede hacer un poco más tarde, pero hemos dejado pasar tanto tiempo que quizá estamos ya cerca de un punto de no retorno, en el que no conviene que caigamos de manera estrepitosa. No sirve el nihilismo, y tampoco la inacción. Hemos acudido a socorrer muchas situaciones abiertas. Ahora toca tomar medidas sin dilación. La prisa no es buena consejera. Tampoco lo es la dilación consentida desde la ignorancia y el desdén. Podemos adecuarnos a una nueva realidad viva, que nos toca saborear sin darle más vueltas de las debidas. Hay lo que hay, pero seguro que nos podemos esforzar un poco más en una cierta mudanza hacia una coyuntura más respetuosa. Si miramos con la amplitud del linaje del servicio mayoritario (y, si es posible, a todos), saldremos adelante con una visión de los medios diferente. Su labor de servicio al interés general ha de escapar, si quiera por salubridad mental, de los intereses meramente financieros. En ese compromiso, digámoslo sin paliativos, tenemos que estar todos. Nadie sobra. Al contrario, cualquier mano es necesaria. Pongámonos ya en marcha. El tiempo, más que nunca, es oro. Lo malo es que la pregunta queda desde el principio de este artículo en el mismo grado y con la misma intensidad: ¿Es lo mismo Periodismo y Espectáculo? Si lo es, hay una denominación mal utilizada. Seguro.