“ HAY UN INTELECTUAL DE CANAPÉ CUYA ÚNICA FUNCIÓN ES ASISTIR A LAS RECEPCIONES ”

Con la intervención del conocido filósofo Javier Sádaba, catedrático de Ética de la Universidad Autónoma de Madrid concluyó el ciclo de conferencias que con el título “La Paz: un debate abierto , organizado por el Equipo de Estudios sobre la Paz del Vicerrectorado de Extensión Universitaria ha tenido lugar entre los meses de marzo y mayo. Dicho ciclo ha contado con la significada colaboración del profesor Angel González, y en el mismo han intervenido destacadas personalidades de universidades nacionales y extranjeras, así como de la murciana. El Servicio de Promoción Educativa ha aportado la infraestructura para su realización.

Su visita, la visita de un pacifista radical, como él mismo se define, coincidió curiosamente con el Día del Objetor de Conciencia, uno de los colectivos que a su entender lucha por el cambio de esta sociedad.

   

•  Pregunta: Señor Sádaba ¿Qué es el pacisfismo radical?

•  Respuesta: Un pacifista radical es aquél que quiere que las cosas cambien, que opta por una moral que lleve a la paz. No se trata de una actitud religiosa, sino política. Aboga por la oposición al sistema cuando lo cree injusto.

•  P : ¿Es posible considerar desde el punto de vista ético una justificación a la violencia y a la más sangrienta de sus expresiones, la guerra?

•  R : Yo distinguiría aquí entre justificar y no condenar. Desde el punto de vista moral no justifico ninguna violencia, entendiendo como tal daños a personas, pero una vez aclarado esto, he de decir que yo no soy un pacifista religioso, considero normal que una persona que está en una situación miserable se autodefienda. Yo jamás condenaría por ejemplo a un resistente contra los nazis, ni condeno a los salvadoreños o gutemaltecos que defienden sus vidas contra otros que les ponen encima la bota o torturan a sus hijos.

•  P : La relación entre principios éticos y religiosos con determinadas expresiones de la violencia es un antiguo producto cultural ¿Cómo se percibe esta relación en los planteamientos éticos actuales?

•  R : Los principios religiosos y morales van unidos tradicionalmente, pero yo creo que habría que hacer una distinción bastante tajante: desde la modernidad la moral es autónoma y por tanto no necesita basarse en principio religioso alguno. Si en este sentido una religión determinada puede ayudar a esos principios, bienvenida sea, pues hay actitudes como la Teología de la Liberación que a veces sintonizan con los principios morales. Pero en este campo hay que discernir, pues hay otro tipo de principios religiosos que se sitúan en la otra orilla.

•  P : Desde la Universidad, de la que usted forma parte, cómo es posible contribuir a avanzar en una perspectiva de fundamentación de la paz, tanto teórica como prácticamente?

•  R : Uno de los deberes de la Universidad sería ese, yo me quedo absolutamente perplejo de que se haga tan poco en este campo. No sé si la universidad tiene alguna función, pues está muy idiotizada en estos momentos, pero si la tiene es hacer que a la gente se la engañe menos, establecer todo tipo de contactos con instituciones, crear más foros.. Aunque de hecho no es así, la universidad en estos momentos es autónoma, pero en el peor sentido de la palabra, como la araña, que se nutre de su propia sangre, y en este sentido está muy enanizada, es muy mezquina.

•  P : ¿Cuáles son los obstáculos que en su opinión impiden que los temas relativos a la paz y a la guerra sean tratados de una manera sistemática en las universidades españolas?.

•  R: Yo creo que hay uno general: el tema de la paz no es un tema grato, pues se sitúa en contra de los que es el Estado, que siempre tiene un carácter muy militarista. Un cuestionamiento de lo militar es siempre molesto. Además también choca con la propia esencia actual de la universidad, que peca de falta de sensibilidad y en la que el saber está muy compartimentado: cada cuál quiere saber exclusivamente de su materia, sin interesarle una cultura más amplia.

•  P : ¿Qué responsabilidad adjudicaría usted a los intelectuales en general de avanzar en una dinámica de paz?

•  R: Yo creo que el intelectual no tiene mucha fuerza. Los mecanismos por los que se rige esta sociedad no están en función de lo que piensan ellos. No obstante, tiene una gran capacidad para vestir los acontecimientos, para bautizar lo que esta sucediendo en la sociedad, y eso al poder le interesa mucho. En este sentido el intelectual tiene una gran responsabilidad, porque su labor debería de ser la de la universidad: decir la verdad, criticar, evitar el engaño… Sin embargo, habitualmente se trata de un ser muy débil, que se acomoda a esa labor de cosmética. Yo me descubro ante los intelectuales que dicen lo que piensan, que son todo lo contrario de lo que podríamos definir como el intelectual de canapé, cuya única función parace que es ir a las recepciones.

•  P : ¿Cómo cabría considerar desde un punto de vista ético-político la integración de nuestro país en alianzas militares y qué consecuencias podrían derivarse para el avane de las posiciones proclives a la paz en el mundo?.

•  R : Personalmente estoy en contra de la pertenencia de España a la OTAN, pienso que la neutralidad habría sido más justa e incluso, desde un punto de vista pragmático, más efectiva. No obstante, con la nueva reestructuación de bloque que se vislumbra merced a las propuestas de disminución de armamento, cada vez veo menos importante la pertenencia a este bloque militar y más peligrosa la dependencia con respecto a Estados Unidos.

•  P : ¿Cree usted que es posible alcanzar la paz en el mundo?.

•  R : Yo lo que creo es que una de las tareas fundamentales es promover todo aquello que lleve la paz, ir creando condiciones de paz por todas partes, esa es una labor humanitaria, moral y política fundamental: teorizar sobre la paz e ir creando ámbitos prácticos de paz. Todo ello sin olvidar el espíritu de aquel libro de Kant titulado “La paz perpetua” en el que venía a decirse que la paz sólo sería posible si los estados fueran perdiendo poder paulatinamente y resolvieran sus disputas en el seno de organismos internacionales. Eso tendería a que fuéramos menos crueles y menos guerreros, y no tuvieramos en estos momentos situaciones tan escalofriantes como las de Africa o América.

•  P : ¿Qué papel cree usted que juegan o pueden llegar a jugar los movimientos sociales alternativos en la creación de nuevas condiciones para la paz?

•  R : Primordial. Dado la esclerosis de los partidos políticos, los movimientos sociales son los que tienen la palabra, pues se dirigen a la gente mucho más directamente, y tratan de movilizarlos a base de pensamientos mucho más fuertes más universales. Tengo la convicción de que son de las pocas cosas que en estos momentos apuntan a una cierta esperanza.