Flamenco:orígenes y etimología

A mi modo de entender, el flamenco proviene de la primitivización -y posterior recreación artística- de un reducido número de canciones folklore andaluz: entendiéndose por recreación artística el cultivo de lo que terminarían siendo los distintos palos de dicha manifestación –siguirías, tonás, bulerías (Unos treinta y tantos)… por parte de verdaderos maestros del género y a su esfuerzo por hacerse una personalidad a base de dificultar su interpretación en un intento de hacerlos inasequibles a la “competencia”. Téngase en cuenta que, el flamenco, por lo menos en cierta medida, la dificultad interpretativa es siempre sinónimo de calidad.

Escribía el poeta Julián Andugar, tan injustamente caído hoy en el olvido:

 

¿Cantas con facilidad? …

¡Ah cuanto más te valdría

cantar con dificultad!

 

Y no se refería el santomerano precisamente al cantaor flamenco, aunque también. Sino al poeta; a esos supuestos poetas menores de treinta años que ya llevan publicados una docena de libros a base de renglones breves sin ritmo ni cadencia, a cuyo conjunto llaman poemario, escritos todos ellos, indudablemente, con gran facilidad. De igual forma, el flamenco también cuenta con sus Valderrama y sus Antonio Molina con toda su trivialidad a cuestas.

De entre las músicas que conocemos –que este autor mas o menos conoce -, sólo en el Jazz-Blues , la calidad depende también muy especialmente de la dificultad de su interpretación.

Los cantes flamencos de primera magnitud –siguiriyas, soleares y algunas formas de taranto – yo diría que no constituyen propiamente un fenómeno músico-vocal; sino más bien un quejido, un lamento… Concretamente la seguiría, por su carencia de frases musicales propiamente dichas, es una especie de melopea.

Don Manuel de Falla, el único músico español que ha prestado seriamente atención al flamenco, sabía un rato de eso:

 

En cualquier otro tipo de manifestación músico-vocal, se exigiría a la voz del interprete las tradicionales virtudes de claridad, potencia y timbre. No así a la del cantaor, en la que una gran extensión vocal, es decir, una voz que abarque muchas notas, no solo no es necesaria para el cante, sino que, si se hace mal uso de esa propiedad, puede ser perjudicial al más puro estilo del mismo.(1)

 

Esa peculiaridad de sonidos vocales empobrecidos suele darse en individuos pertenecientes a etnias humanas primitivizadas –que no siempre primitivas- como es el caso de los gitanos andaluces cuya supervivencia en los ghettos (gitanerías) que se establecen a las afueras de las grandes ciudades andaluzas –El Sacromonte (Granada), Barrio de Triana (Sevilla), el de Santiago (Jerez) en condiciones tan espantosas a lo largo de cerca de siglos, forzosamente en cierto modo tuvieron que primitivizarse. No sé sí sólo cultural, o sí también somaticamente: Y lo mismo podría decirse de los negros descendientes de los esclavos en el sur de Estados Unidos.

Prueba de ello es que los gitanos, trashumantes o sedentarios, desde Rumanía a Asturias o Portugal, cultivan los cantos y bailes populares de los lugares por donde pasan o se asientan, que en modo alguno se parecen a lo que entendemos por flamenco. No obstante, aparte lo referente al estado de ghetto , las canciones folklóricas andaluzas, impregnadas de orientalismos debido a ocho siglos de dominación árabe en el sur de España, es de suponer que también tuvieran algo que ver en la estructuración definitiva del flamenco. Es más, constituyen la base musical del mismo.

Los gitanos llegan a nuestro país a principios de la Edad Moderna diciendo que son egipcios. Pero no. Lo cierto es que en el país de los faraones, de donde, por razones hasta ahora desconocidas, de igual modo que los descendientes de Israel, acabarían siendo expulsados…, fueron también inmigrantes procedentes de la India. Concretamente de una región denominada El Punjab. Si bien a su salida de Egipto ya han perdido la noción de su origen.

La expresión cante (o baile) flamenco es equivalente a cante (o baile gitano, de los gitanos), y se debe a que durante el reinado de Felipe III, a los gitanos de edad comprendida entre los dieciocho años y los cuarenta de su edad, se les saca de las gitanerías y se les da a elegir entre ser llevados a galeras o a la guerra de Flandes. De donde, fuese por cuestiones de edad o por mutilaciones sufridas en combate, a algunos se les permite regresar a España, yendo provistos de una célula en la que se leía: Por los servicios prestados al Rey Nuestro Señor, se les permite andar libres por nuestros reinos , lo cual les distinguiría de los que seguían en la gitanería. Y a los gitanos libres se les empieza a llamar “los de Flandes”, “los flamencos”, hasta que, a mediados del siglo XVIII, una pragmática de Carlos tercero les declara libres a todos y se les permite trabajar en algunos oficios –herrero, calderero, platero…-; algo que, hasta entonces, les había estado prohibido. Ello hace que a todos se les llame flamencos en equivalencia al gitano libre, y flamenco a lo que comúnmente cantan o bailan.

Pero el flamenco (cante y baile) no es, ni mucho menos, del todo gitano, dado que, a mediados del siglo XIX, “los payos” (no gitanos) empiezan a irrumpir en él ¡Y de que forma!

El primer cantaor no gitano de nombre conocido –sin lugar a dudas habría habido otros anteriormente de los que no se tiene noticia- ni si quiera era del todo español. Se llamaba Silverio Franconetti y era hijo de un oficial de la Guardia Valona (italiano) y de una andaluza de Morón de la Frontera paya.

Federico lo evocaría en uno de sus más hermosos poemas.

Entre italiano y flamenco,

 

¿Cómo cantaría aquel Silverio? …

La dulce miel de la Italia con el limón nuestro

Iba en el hondo llato del siguiriyero

 

Don Antonio Chacón (Don a pesar de ser analfabeto profundo) unos treinta años mas tarde, fue a pesar de ello, un hombre muy sabio en lo referente al arte que cultivaba, decía haber aprendido todo lo que sabía de los gitanos. Así parece haberlo entendido Tomás Borras, quien, por cuestiones de edad y dada su afición, tuvo que haberle conocido, deja testimonio de ello en uno de sus poemas:

 

Los despojos humanos son flamencos y cantan.

Don Antonio les paga, como a él, por oírlos.

Para ello prostituye su garganta sonora.

Don Antonio Chacón, que es el Papa del cante,

Va a oficiar con ellos, sacerdotes del rito.

 

Desde entonces acá, han sido muchos los cantaores payos que han dado brillo y esplendor al cante. Ahí están los nombres de Manuel Vallejo, Menese, Carmen Linares, Estrella Morente (con un pie en cada orilla de ambas sangres), la jovencísima almeriense María José Pérez, la arrolladora familia de los Piñana… y quince o veinte más; sin que pueda decirse que han dejado atrás, ni a los clásicos gitanos como tomas el Nitri o Manuel Torre, ni a los contemporáneos como Manuel Molina, Manolo Caracol, Manuel el Agujetas o ¡Camarón! ; por citar solo a unos pocos.

 

(1)Manuel de Falla: “Escrito sobre música y músicos” Colección Austral, Nº 950