Federico García Lorca: perfil humano de un genio

El 19 de agosto del año 1936 Federico García Lorca era asesinado en Viznar (Granada). Desde ese día hasta hoy las ediciones de sus obras, representaciones, artículos y toda clase de homenajes se han sucedido ininterrumpidamente.

Muchos son los que piensan que la fama universal de la goza hoy el gran escritor se debe fundamentalmente a su trágica muerte. No sabemos, obviamente, cual sería el prestigio de éste, de vivir aún, pero es fácil suponer sabiendo que ya en los años veinte era conocido no sólo en España, sino también en algunos países de América y Europa. Todo ello en una época en la que obras tan geniales como Poeta en Nueva York, Yerma o La casa de Bernarda Alba estaban aún sin publicar o estrenar.

También es probable que de seguir viviendo Federico podría haberse “endiosado”, como algún miembro de su generación, y ser más famoso por sus desvaríos que por su obra, pero esto no es más que una mera suposición frente a la realidad de que la fama que precede hoy a García Lorca no se debe a su prematura e injusta muerte, sino a su obra, una obra que está presidida por ese difícil equilibrio entre lo popular y lo culto, lo trascendente y lo cotidiano, lo íntimo y la pureza estética. Todo ello se aúna en cada verso para, a voz en grito, expresarnos sus ganas de vivir, su eterna alegría, pero también su preocupación por los marginados, el odio, la venganza…

En cierta ocasión, ante la pregunta ¿Es usted feliz? Lorca respondió: una infancia muy larga, y de esa infancia prolongada me ha quedado esta alegría, mi optimismo inagotable”. Sin embargo, ya en sus primeras obras se trasluce eses sentimiento de malestar y dolor tan característico en la obra lorquianas.

En lo referente al teatro, Lorca es el máximo representante del teatro poético español del siglo XX; decía él acerca de este tema: “El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana, y al hacerse habla y grita, llora y se desespera”. Su teatro recoge temas y leyendas populares, aunque no se trata de un teatro popular. El vigor y densidad lírica de su lenguajes unido a su expresiva fuerza dramática le sitúan entre lo mejor de lo literario.

La condición de la mujer y la muerte son sus temas permanentes. Mujeres como Mariana Pineda, Yerma, Bernarda Alba, Doña Rosita…, han llenado de gloria las letras españolas en los escenarios de todo el mundo.

Sus dramas, llenos de amores frustrados, no están exentos de un final trágico o de un triste y solitario ocaso, y así vemos morir a Mariana Pineda en pro de la Libertad, porque su amante le ha traicionado con ella. En Bodas de sangre , el honor y la venganza acabarán con la vida de Leonardo y el Novio. Doña Rosita dejará pasar su juventud esperando eternamente al que habría de ser su marido.

Parece como si el “Fatum” se hubiese apoderado de estos personajes para negarles la felicidad y condenarlos a una sangrienta y prematura muerte. Quizá esto sea fruto de las reflexiones del propio Lorca acerca de este tema. Con cierta frecuencia sus escritos nos muestran su terror ante la muerte: “Yo nunca voy a ser viejo”, dijo en una ocasión. Parecía presagiar su triste final.

A pesar de los trascendente, su obra rezuma sencillez, a veces él mismo se mostrará inconsciente de la importancia de su obra; en una entrevista que le hizo J. González de Olmedilla (1927) declaraba: “Para mí escribir lo mismo teatro que libros, es un juego, un entretenimiento que me divierte. Yo busco la alegría y no las preocupaciones…”. Sin embargo, no todo en su obra es un juego: “Si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios –o del demonio-, también es que lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo”.

Lo que ocurre es que la sencillez de su verbo se traslada a su espíritu: “García Lorca es sencillo, habla de su obra como si fuera un espectador de ella. No le da importancia a nada de lo que ha hecho. No se trata de la hipócrita modestia convencional”. Hablaba de él un amigo. Esa sencillez suya unida a su carácter alegre, dicharachero y generoso le hacía gozar de las simpatías de aquellos con los que trataba.

Es en las cartas donde mejor se aprecia su personalidad. La mayoría están dirigidas a sus amigos y en ellas cuenta sus éxitos, proyectos y mil cosas más “he trabajado intensamente. Tengo casi hecho mi libro de Odas; polo opuestos al Romancero , y creo que de más agudeza lírica. He escrito “por los codos”. Tengo infinidad de poemas sueltos, dibujos y prosas, diría en una carta enviada a su amigo Melchor Fernández Almagro. Otras veces el contenido será dispar: siendo Jorge Guillén catedrático en Murcia le fue dirigido un telegrama en los siguientes términos: “aprueba Agustín Peláez. Pase lo que pase. Primer favor. Abrazos. Niños. Abrazo. Esto rezaba la misiva de Lorca, aunque más tarde se disculpara ante el poeta por el “atrevimiento”: “…Perdóname el estúpido telegrama que te puse, imprudente telegrama que no fue hecho según mi voluntad, sino según la voluntar de Viñueales. Este simpático don Agustín Viñuales que tú conoces tenía interés en la persona que tú habías de examinar, pidió una recomendación a Salinas y éste dijo: “que e la dé Lorca, que tiene más mano con Guillén que yo. Entonces Viñuelas me la pidió a mí”. No sabemos si Agustín obtuvo el ansiado aprobado.

Además de lo ya citado en las cartas de Lorca se puedan encontrar sus quejas porque al no ver “nada práctico” en sus actuaciones literarias sus padres no le dejaban salir de Granada y continuamente le ponían como “ejemplo” a su hermano Paquito, modelo de buen estudiante.

No deja de ser curiosa aquella declaración suya en la que cuenta que encontrándose en Toledo junto con su amigo Salvador Dalí se les agotó el dinero y tuvieron que ejercer la mendicidad para poder volver a Madrid (difícil de imaginar, sin duda).

En estas fechas, 50 aniversario de su muerte, los homenajes a su persona y a su obra han sido numerosos. La Universidad de Murcia no ha querido faltar a esta cita y ya durante el pasado curso reunió aquí a los mejores investigadores de la obra lorquiana: Ian Bibson que disertó sobre “La muerte de Federico García Lorca”, Dru Dougherty acerca de “Los silencios en el teatro”, F. J. Díez de Revenga tituló su conferencia “De los poemas neoyorquinos a los sonetos oscuros”, Carlos Rojas nos habló de “Federico entre Dalí y el infierno”, A. de Hoyos de “Las mujeres en el teatro de García Lorca”. Todos ellos participaron en un extenso ciclo conferencial tratando temas interesantes y desconocidos del escritor.

También el Aula de Actividades Permanentes le dedicó el ciclo “Una calle, un corral, un teatro”, y se ha editado un libro que reúne los trabajos que escritores y críticos le han dedicado a lo largo de los años.

Su pueblo natal, Fuentevaqueros, también ha querido agasajar al poeta en este 50 aniversario de su muerte y para ello ha convertido en pequeño museo la casa donde nación Federico. En ella, gracias a donaciones de familiares y amigos, pueden contemplarse muebles y objetos que pertenecieron a Lorca y a su familia (fotografías, libros,…, hasta un tacatac donde –aseguran- que Federico aprendió a andar). Sin embargo, según nos comentaba el director del museo, Juan de Loxa, no pretenden hacer de él una pieza estática, sólo contemplativa, sino un foco cultural vivo donde se realicen proyecciones, recitales poéticos, conferencias, etc.

Además de esto sus paisanos, congratulados de serlo, le rinden continuo tributo y no escatiman elogios hacia el poeta, mientras, los viejos del lugar sonríen nostálgicamente al recordar su infancia junto a Federico.

“Moreno oliváceo, ancha la frente, en la que le latía un mecho de pelo empavonado; brillantes los ojos y una abierta sonrisa transformable de pronto en carcajada; aire no de gitano, sino más bien de campesino, ese hombre, fino y bronco a la vez, que dan las tierras andaluzas. Así lo vi esa tarde y así lo sigo viendo, siempre que pienso en él…” (Rafael Alberti , La arboleda perdida ).