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Exposición de “capotes con historia” en el MASS

Mañana viernes 29 de septiembre se inaugura en el Museo Azul de la Semana Santa de Lorca la exposición titulada “de seda y oro, plata, óleo o azabache…capotes con historia” de la que es comisaria la profesora de la Universidad de Murcia María Verónica de Haro de San Mateo, quien nos adelanta en Campus Digital las claves de una muestra que rinde homenaje al universo taurino y el arte del bordado y que cuenta con la colaboración institucional de la UMU.

Por María Verónica de Haro de San Mateo.

La tauromaquia atesora un universo cultural con una estética única, seductora e incomparable capaz de inspirar a taurófilos, indiferentes y taurófobos confesos, incapaces de resistirse a la riqueza plástica de la Fiesta y de los hombres y los animales que protagonizan el rito. La vestimenta taurina, resultado de una admirable artesanía que como tantas otras perdura y evoluciona en el siglo XXI gracias al mundo de los toros, es buen ejemplo de la elegancia y solemnidad que impregnan cada detalle de la liturgia taurina. Su imaginario, vivo e inagotable, ha sido capaz de trascender – del mismo modo que el lenguaje – la propia Fiesta. De todas las prendas que adornan a los toreros, la que probablemente haya recibido más atención por parte de los creadores de moda – e incluso de los intelectuales que desde disciplinas como la Antropología han reflexionado a propósito de su historia, evolución, funcionalidad y estética – sea el traje de luces. Pero existe otro ornamento del atuendo de torear, de gran simbolismo, que no había concitado la atención de los estudiosos y que resulta prácticamente inédito para el público de una función de toros: el capote de paseo.

Momentos antes de trenzar el paseíllo, los toreros cumplen un bello ritual. Sucede en el patio de cuadrillas, donde los lidiadores embozan en primorosas capas de seda sus miedos y esperanzas. Unos se lían el capote en solitario. Otros requieren la ayuda de su hombre de confianza. Todos se recogen en silencio buscando concentrarse o encomendarse a sus credos, antes de comprometerse con su destino y cruzar el ruedo donde tratarán de expresarse como artistas. Terminada esta íntima ceremonia, y ultimado el despeje de plaza, el director de lidia se coloca a la izquierda en el sentido de la marcha, dejando el flanco derecho al compañero que le sigue en antigüedad de alternativa y el lugar central al más novel. Detrás, las cuadrillas y el resto de actuantes. Los capotes al vuelo, o abrigados a la espalda y la cintura, siempre sobre el hombro izquierdo, cubren sus anhelos y fervores. La mano diestra, en ademán de reunión y protección desea ¡Suerte a todos!. Al llegar a la barrera, tras protagonizar ese desfile de color e ilusión con el que empieza el festejo, los toreros se desprenden de esas lujosas crisálidas con donaire y prestos al envite con el toro, cambian la seda por el percal. Verónicas, chicuelinas, faroles o gaoneras invitan al olé. Terminado el festejo, percales al esportón, algunos alamares acaban en altares… y los toreros abandonan el ruedo con sus leales confidentes de seda cuidadosamente doblados al brazo. Con ellos marcha también el misterio de sus brocados paños…

Cuando, hace aproximadamente dos años, recibí del patronato de la Fundación Paso Azul (a través de doña María Isabel Pérez) la invitación a pergeñar un proyecto expositivo de contenido taurino para el Museo Azul de la Semana Santa de Lorca, decidí convertir el MASS en un ruedo de capotes, en homenaje a esta prenda genuinamente española y popular adoptada por la tauromaquia desde hace siglos. Diseñar un proyecto expositivo de esta naturaleza para ser admirado en una ciudad en la que el arte del bordado alcanza tan elevadas cotas artísticas gracias a sus archiconocidos desfiles bíblico-pasionales (declarados de Interés Turístico Internacional desde 2007) me hacía especial ilusión, como lorquina, al tiempo que me exigía una gran responsabilidad, por el deseo de perseguir la excelencia acostumbrada y tratar de contribuir a la plausible labor cultural que la institución lleva por bandera desde su creación en 2015.

La exposición “de seda y oro, plata, óleo o azabache… capotes con historia” que tengo el honor de comisariar en el Museo Azul de la Semana Santa de Lorca es un homenaje al universo taurino y sus protagonistas, pero también un tributo a directores artísticos, sastres y bordadoras que… puntada a puntada… templan el tiempo con la ilusión de hilvanar sueños sobre seda que son estas preciosas creaciones.

La muestra comienza cronológicamente con un capote de paseo diseñado y bordado en Lorca por Emilio Felices para el célebre Gallito durante la Edad de Oro del bordado artístico lorquino. De su confección y estreno se cumplen ahora cien años. Un siglo de tauromaquia y de evolución de la técnica del bordado que se ha tratado de contar a través de más de una treintena de capas que podrán ser admiradas gracias a la generosidad de toreros, familiares, sastres (Maestra Nati, Antonio López Fuentes y Justo Algaba) y museos taurinos (Museo Taurino de las Ventas y Centro de Arte de la Tauromaquia de Málaga) que los han cedido para la ocasión.

De cuantos se exponen en las salas del MASS, otros dos capotes nacieron de manos lorquinas: el que en su día perteneció al matador caravaqueño Pedro Barrera, confeccionado probablemente por las madres mercedarias; y el ideado por Joaquín Gimeno para la alternativa de Pepín Jiménez. Las esclavinas de estos tres capotes protagonizan el cartel de la muestra, materializado por Javier Martínez. Es la primera vez que los mencionados paños se exponen de manera conjunta en la Ciudad del Sol y la ocasión se ha propiciado con el objetivo de respaldar la candidatura oficial de los bordados de Lorca como patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad según las convenciones UNESCO.

Las piezas que participan en la exposición “de seda y oro, plata, óleo o azabache… capotes con historia” son muy especiales por distintos motivos. Y todas ellas tienen una muy peculiar historia. Así el archiconocido capote de luto que Gallito mandó confeccionar en señal de luto por su madre, la Señá Gabriela, y que más tarde perteneció a Carnicerito de Málaga, Rafael de Paula, Antonio Ordóñez y Antonio Bienvenida; la capa de Juan Belmonte que adornó al barítono César Ponce de León en sus interpretaciones como “Escamillo” en la ópera “Carmen” en el Teatro San Carlo de Nápoles; el capote predilecto de una pionera en los ruedos como Juanita Cruz; el capote rosa que no lució Manolete la tarde de Linares; el elegante paño verde manzana y oro del Maestro Bienvenida; el de las “yedras del faraón”, de Curro Romero o el jardín de flores sobre seda azabache que envolvió a Rafael de Paula en tardes de gloria; el primer capote de paseo que lució Andrés Vázquez; capotes de película como el que perteneció al gran torero de plata Agustín Díaz “Michelín” y que tiempo después se lió con garbo Victoria Abril en la película “Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto” de Díaz Yanes o el de la alternativa de Luis Miguel Calvo en la famosa serie “Juncal” protagonizada por el inolvidable Paco Rabal.

Tres de los capotes expuestos han sido confeccionados en ese país tan hermano y taurino como es México, donde se sufre tanto estos días a causa de los recientes terremotos y a donde queremos enviar nuestro abrazo y solidaridad. Todos ellos tienen como protagonista a la virgen de Guadalupe: el primero pertenece a la matadora Cristina Sánchez y fue su talismán en su etapa de novillera; al segundo, diseñado por John Fulton y bordado por la Maestra Nati para Enrique Vera, se le conoce como “el capote de la suerte”; y el último de ellos, pintado al óleo por Bernardo Rodríguez, fue el elegido por José Tomás para la tarde de su regreso a Aguascalientes en 2015.

Capotes devotos son también los cedidos por el Maestro Curro Vázquez (su famoso capote con la imagen de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli); el que Pepín Liria mandó confeccionar para su adiós con las advocaciones marianas de la Fuensanta y de las Maravillas; los bordados con la imagen de la virgen de la Victoria de Morante de la Puebla y Cayetano; los capotes del Cristo del Gran Poder, de “El Juli” y Rafaelillo; o el más especial de Paco Ureña, dedicado al Dulce Nombre de María.

En recuerdo al altísimo tributo que el toro se cobra de vez en cuando con estos héroes de seda, se ha querido rendir homenaje al malogrado Víctor Barrio, concediendo especial relieve al capote que lució su última tarde. Es la pieza que comparte el altar que se ha dispuesto en una de las salas del museo junto a la “Saya Capote” de Nuestra Señora de las Lágrimas de Baeza, una pieza de ajuar religioso muy singular por haber sido confeccionada, al modo de un capote, en tisú de oro con los brocados de un terno que Juan Antonio Ruiz “Espartaco” regaló a la virgencita y con la que esta desfila cada Miércoles Santo.

En el claustro del museo se exponen algunos capotes pintados al óleo: el mencionado de José Tomás, obra del hidrocálido Bernardo Rodríguez; el que María Franco diseñó para Serafín Marín con motivo de la última corrida de toros celebrada en La Monumental de Barcelona en 2011; el de “Toros y Mar” que el Maestro Luis Francisco Esplá trazó para la tarde de su reaparición en el anfiteatro romano de Arles en 2016; el ideado por Carmelo Bayo para la participación de Diego Urdiales en la corrida picassiana de Málaga de ese mismo año o el capote de brega que Paco Ureña ha utilizado en sus vueltas al ruedo durante la temporada 2017 con la etiqueta #SutullenaYa para reivindicar la reconstrucción de la plaza de toros de Lorca. En este espacio se exhibe también la capa goyesca que Francisco Rivera Ordóñez usó en la bicentenaria plaza de toros de Ronda el pasado septiembre, la tarde de su despedida de los ruedos.

Como es natural, de entre las muchas instituciones que respaldan este proyecto expositivo, desde esta tribuna me alegra poder destacar especialmente a nuestra querida Universidad de Murcia, cuyo vicerrectorado de Cultura entendió el carácter cultural y ciertamente original de la iniciativa, supo valorar el significativo poso académico y de investigación que lo alentaba y haciendo gala de una universalidad que desafortunadamente no impera en otras instituciones académicas cuando de amparar iniciativas de contenido taurino se trata…, decidió respaldar desde el primer momento esta aportación universitaria que, además de visibilizar el arte del bordado también pretende lógicamente contribuir a difundir el patrimonio cultural de la Fiesta de los Toros haciendo un poco más inteligible su liturgia taurina, a través de una prenda tan altamente simbólica para quienes se visten de luces como es el capote de paseo.

Deseo que les guste la muestra (musicalmente ambientada con el alegre pasodoble titulado “El capote”, gracias a la gentileza del Maestro Manuel Lillo) y que disfruten del relato del sobresaliente elenco de personalidades de la cultura, la política y los medios de comunicación que tan generosamente brindan la oportunidad de conocer – en el catálogo conmemorativo de la exposición que he tenido el gusto de coordinar – el significado y las historias de todos estos maravillosos “capotes con historia”. Ojalá muy pronto, muchos de ellos puedan hacer el paseíllo en el Coso de Sutullena, que este año cumple 125 años a la espera de la necesaria rehabilitación que le devolverá la funcionalidad y galanura que le arrebataron los terremotos de 2011. Ojalá también, al igual que sucede en otras localidades, el Ayuntamiento de Lorca tenga a bien instaurar la costumbre de conceder como presea a los futuros triunfadores de su feria taurina, un capote de paseo bordado en los primorosos talleres de una ciudad donde se preserva una artesanía tan bella, tan nuestra, tan lorquina.