cierva autogiro

Enero del 2018, 95º aniversario Cierva

 En este año recién estrenado, debemos ser conscientes de que va a cumplirse un aniversario o efeméride de primera o máxima magnitud dentro del campo de la creatividad científica y humanista, pensando en la positiva y definitiva aportación que Murcia-España ha hecho al mundo internacional de las ciencias y técnicas aeronáuticas, aportación que cambió el sistema de vuelo creado por los americanos hermanos Wright: se trata de un hecho que promovió, llevó a su culminación y protagonizó nuestro Juan de la Cierva y Codorníu, que había nacido en la Plaza de los Apóstoles nº 3, un 21 de Septiembre de 1895, en el mismo lugar donde actualmente existe, con ese mismo número, un edificio de nueva construcción.

   Veamos. Los hermanos Wright cumplieron el deseo quasi eterno para el Humano de poder volar con alas añadidas a nuestro cuerpo (17 de Diciembre de 1903, en Kitty Hawk, Carolina del Norte, USA). Digo que venía siendo un deseo casi eterno, porque las mitologías clásicas rompieron los esquemas del tiempo con dos nombres: Dédalo y su hijo Ícaro, aunque con un final trágico para el segundo; volar a modo de aves era una ambición que sólo podían satisfacer o satisfacerse los dioses del Olimpo. Pero, a pesar del esfuerzo y el logro de estos americanos, paralelamente crearon un modo de volar con alas que resultó ser un verdadero desastre, casi catastrófico, en vidas humanas. Según un testimonio de la época (ver páginas 31-37 del libro El Autogiro, ayer, hoy, mañana, 1933, del periodista de aviación Tomás de Martín-Barbadillo), en un sólo año, 1928, en USA hubo 1.062 accidentes de aviación; 459 con destrucción total; 368 muertos –más de 1 al día– y 672 heridos, dando un total de 1040 personas “entre muertas y heridas”; no creo que a estas cifras pueda aplicárseles aquello de que todo lo mecánico es susceptible de fallar; la aviación, tal y como se planteaba en aquellos primeros años, no era en absoluto un bien mecánico para volar … Y ya llegamos a nuestro Juan de la Cierva y Codorníu. Él tuvo serias experiencias en este sentido: En 1919, La Cierva recibió el primer golpe en este sentido, pues su gran proyecto trimotor quedó hecho añicos, sin desgracia para el piloto, y de ahí arrancaría –así, con toda la fuerza de este verbo—su idea y firme decisión de crear un sistema de vuelo verdaderamente seguro, aeronáutica y aeromecánicamente hablando, es decir, que aunque el aparato pudiera entrar en pérdida de velocidad y de sustentación (cosa fácilmente previsible), no llegase a estrellarse contra el suelo, sino que se posase como si estuviese sostenido por un gran paracaídas.

No puedo, en este corto espacio literario, entrar en detalles del inmenso y proceloso camino humano y humanista (casi enloquecedor) en el que entró la vida de nuestro hombre, a partir de haber aceptado esa su idea y firme decisión de seguir adelante hasta poner sobre un aeródromo el aparato que él buscaba. Por ayudar al lector inquieto, he aquí cuatro referencias documentales que están a mano de quien lo desee: Primera, la página web de la Fundación INTEGRA, grabación de su conferencia en Barcelona (con transcripción incluida). Segunda, la mejor biografía jamás escrita sobre nuestro hombre; el autor es, era, el doctor ingeniero aeronáutico don José Warleta Carrillo: Autogiro, Juan de la Cierva y su obra; Instituto de España, colección Ciencia y Cultura, Madrid 1977; 340 páginas de apretadísimo texto y 19 de ilustraciones (sólo en las bibliotecas; nadie quiere reeditarla). Tercera fuente, el documental del gran cineasta murciano Primitivo Pérez: Alas de Genio, hecho para la Televisión Regional de Murcia. Y cuarta, un libro muy agradable de leer: La aventura aeronáutica; Emilio Herrera y Juan de la Cierva; Carlos Lázaro Ávila; Nivola (aún en las librerías). (Sin olvidarnos de mi ensayo publicado en las páginas de la Academia de Ciencias de la Región de Murcia).

Pero, bueno, ¿cuál es la efeméride o el 95º aniversario para este 2018? Pues que, allá por 1923, tal como en este mes de Enero, el ingeniero (primero sólo de Caminos, y luego Aeronáutico también) Juan de la Cierva y Codorníu, como final de un camino erizado de dificultades, de dudas, de dolorosísimos fracasos, en varias fechas de pruebas y aciertos en Getafe, pero sobre todo el día 31 de enero de ese 1923, en Cuatro Vientos, consiguió ver a su AUTOGIRO “C _ 4” volar definitiva y sostenidamente, y así lo recogió el acta de la Federación Aeronáutica Internacional (FAI), firmada el día 1 de Febrero por su Delegado para España, el comandante y eminentísimo ingeniero don Emilio Herrera Linares. Dice así (se transcribe de la maravillosa documentación Cierva de la Real Academia de Ciencias Exactas, Física y Naturales):

“Hay un sello que dice Aeronáutica Militar.= Laboratorio.

   DON EMILIO HERRERA LINARES, Comandante de Ingenieros, Jefe del Laboratorio Aerodinámico Militar, CERTIFICA:

Que en el Aeródromo de Cuatrovientos, en la tarde del día treintaiuno de enero último, un aparato sistema “autogiro”, ideado y construido por el Ingeniero de Caminos Don Juan de la Cierva y Codorníu, pilotado por el Tte. Don Alejandro Gómez Spencer, efectuó tres vuelos, describiendo en el último de ellos un recorrido de unos cuatro kilómetros de longitud y en circuito cerrado, en un tiempo de tres minutos y treinta segundos, y alcanzando una altura superior a veinte y cinco metros  sobre el terreno.

   Aeródromo de Cuatrovientos, 1 de febrero de 1923.—el Comandante Jefe del Laboratorio.= Emilio Herrera (Rubricado).- Comisario Deportivo de la F.A.I. [Federación Aeronáutica Internacional]. Hay un sello que dice Aeronáutica Militar.= Laboratorio. (Copia)”.

 

La certificación y confirmación de la importancia que en 2018 debemos dar a esta efeméride o a este 95º aniversario, no puede ser más explícita y contundente: El AUTOGIRO Cierva “C – 4” era ya, en 1923, para el mundo aeronáutico internacional, una nueva y, por entonces, única nave voladora con Alas Giratorias, y que, gracias a su sistema de vuelo exclusivo de La Cierva, los HELICÓPTEROS pudieron volar definitivamente.

José Antonio Postigo Pascual, 27 años profesor de la UMU, jubilado