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“El talento, está mal visto, lo miran casi como una forma de delincuencia” (Arturo Pérez Reverte)

Los seminarios del Rector Orihuela congregan a centenares de personas para ver al escritor

“Me pregunto qué pasara cuando venga la barbarie, cuando los animales de bellotas se hagan con el poder. Y ya lo están haciendo”

Un paraninfo absolutamente lleno fue testigo del más multitudinario Seminario del Rector Orihuela. También del más distendido. El escritor Arturo Pérez-Reverte demostró ser un gran contertulio, ocurrente, documentado, ameno, mordaz y con una cintura flexible para abordar con ironía las cuestiones más peliagudas.

Literatura y vida –dos caras de la misma moneda, como se encargó de poner de relieve el autor de “El club Dumas”- se enseñorearon del espacio durante más de hora y media, y el popular escritor, que venía de firmar por la mañana en el Rectorado de la UMU la creación de la Cátedra que llevará su nombre, convirtió en cómplices de sus numerosas anécdotas a las 400 personas congregadas en el Paraninfo de la Universidad de Murcia. Fueron muchas más las que lo intentaron, pero tuvieron que conformarse con verlo en streaming en el Aula Antonio Soler o, simplemente desistir, por la incapacidad de ambos locales para acogerlos a todos.

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Momentos antes del coloquio. Foto: Ana Martín.

Además del escritor y del Rector Orihuela, acompañaron a ambos en este diálogo trufado de anécdotas los profesores José Belmonte y José Carrión, que pusieron, con sus preguntas y temas abiertos, el punto de partida para unas explicaciones del escritor que suscitaron en numerosas ocasiones el aplauso del público.

Abrió el fuego el Rector para referirse a los problemas de asignaturas como Filosofía, Música, Historia, Latín… para encontrar hueco en los programas de Enseñanzas Medias “¿Qué vamos a aprender a partir de ahora?, ¿Cómo ves el futuro de la educación en estos momentos?, ¿Quiénes son los responsables de este asunto?”, inquirió en el punto de partida de la charla.

El final de la civilización

“Tú quieres que comencemos optimistas”, respondió Pérez-Reverte ante el regocijo general. Según el autor, “eso que llamamos Europa, donde se engloba Platón, Aristóteles, Dante, Homero, Cervantes, Montesquieu… se ha acabado. Estamos asistiendo al final de un proceso  de civilización. Ahora la cultura está en manos de gente mediocre que no tiene la altura, ni la talla ni la visión, ni la preparación para afrontarla”.

Se refirió el escritor a los más jóvenes: “Estamos creando generaciones de niños desprovistos de memoria y de cultura. Carecen de mecanismos de interrelación de factores culturales seculares”. Achacó el problema a que “la excelencia, el talento, están mal vistos, son mirados casi como un forma de delincuencia”. Todo está hecho para que el niño más brillante –dijo- sea machacado y puesto en el mismo nivel que los mediocres. “La inteligencia molesta porque no es igualitaria”.

El problema que tiene ahora mismo Europa es que las élites están mal vistas, aseguró, “pero las élites son necesarias. La Revolución Francesa, la hizo el pueblo, pero de él tiraron las élites. Son las élites las que marcan el camino. Si desaparecen, si nos ponemos en manos de mediocres, nos estamos suicidando. Europa está en un proceso de suicidio tan evidente que me sorprende que haya gente que no lo vea. Y el proceso es imparable”.

“No Rector, no puedo ser optimista. Pero yo lo tengo claro: tengo 65 años y una buena biblioteca, tengo donde refugiarme, pero me pregunto qué pasara cuando venga la barbarie, cuando los animales de bellota se hagan con el poder. Y ya lo están haciendo. ¿Dónde están los Churchill, De Gaulle, Kennedy…?”, se preguntó.

Afirmó el profesor Belmonte que los padres son los primeros cómplices en esta situación, porque permiten que suceda sin rebelarse ni cuestionarla. “Somos cómplices pasivos de esta situación, por permitir que suceda”, completó Pérez-Reverte, que exhortó a sus compañeros a preguntarle algo optimista.

Los lectores y la libertad

Recogió relativamente el reto el profesor Belmonte para preguntar al escritor qué había echado de menos en los 30 años dedicados a la escritura, al principio simultaneados con su otro oficio: el periodismo de guerra.  Se definió entonces Reverte como un tipo afortunado: “Todo ha salido bien –afirmó ante las risas del público-. Ahora que uno tiene más pasado que futuro por delante, es más fácil analizar las cosas. Y veo que viví mi época de juventud con mucho placer personal, y después, cuando me puse a escribir novelas, las cosas funcionaron igualmente, mis lectores me han proporcionado la posibilidad de ser libre, de hacer lo que quiero”.

Habló de los enemigos y de los amigos: “Tengo enemigos, nadie que camine por la vida puede estar libre de enemigos”, dijo, para añadir: “Al mismo tiempo, tengo amigos, lo que me hace pensar que algo bueno habré hecho, cuando gente tan excelente me tiene como amigo. A estas alturas de mi vida tengo el patrimonio suficiente para sentirme satisfecho”.

La guerra como factor nutritivo de historias

Belmonte se refirió a un recuerdo del escritor cuando, allá por los años 90 le comentó que nunca abandonaría el oficio de reportero: “Es verdad, -comentó Pérez-Reverte-, quien ha sido cura, puta o periodista no abandona nunca el oficio, te deja una marca. O monja, o catedrático…” –completó ante las risas generales-. “Lo que ocurre –añadió- es que la guerra te da una forma de vivir, es una escuela estupenda, al menos si llevas a ella libros previos incorporados a ti. En cierto modo, la guerra es nutritiva. Si tienes cierta psicología, cierto temple y sobrevives, la guerra es nutritiva, porque ves cosas que en la vida normal tardas mucho más tiempo en ver, o simplemente no ves nunca. Y también te da un sentido de la vida, del azar, de la muerte, del absurdo valor que en la sociedad occidental le damos a la vida humana, la guerra te proporciona la certeza de que eres una gotita en un mar inmenso, y de que estamos bajo la bota de un dios implacable. La generación de los que vivieron la guerra miraban el mundo de otra manera, porque sabían lo fácilmente que se puede perder”.

“Y eso me ayuda a hacer mis novelas –añadió-, me ayuda por ejemplo a componer el personaje de Falcó, un tipo simpático, golfo, elegante, amoral, mujeriego, misógino, que fuma, que se mete cocaína, que mata… un tipo lleno de defectos pero que gusta mucho”.  “Pongo en mis novelas cosas que no me las han contado, sino que yo mismo las he vivido, no tengo que leer el horror, sino que yo mismo lo llevo incorporado en mi memoria”, aseguró.

El profesor Carrión se refirió al hecho de que Pérez-Reverte les hubiera pedido a los componentes de la mesa que no hicieran preguntas personales, pero que el hombre “es un animal chismoso por naturaleza”, y su vida interesa a muchísimos seguidores, y le propuso someterle a una batería de preguntas cortas “que torearé por los dos pitones”, completó el escritor.

Y estas fueron algunas de las respuestas: “La gente que me conoce, no me hace la pelota”. “Desde pequeño aprendí a discriminar a los intelectuales de los pedantes”. “En mis novelas no salen teléfonos móviles”. “Ni en España ni en ningún sitio sería posible vivir sin ejército”. “No existe alternativa al capitalismo”. “Me alimento sobre todo de libros, pero también de memoria” “Si un hijo mío de siete años cogiera una tablet significaría que yo soy un imbécil, ese hijo sería irrecuperable”.

El nexo entre Ciencias y Letras

El Rector, por su parte, habló de su obsesión por buscar puntos en común entre las Ciencias y las Letras, “Cuando se trabaja al borde del conocimiento –dijo-,  tanto un escritor como un científico están obligados a fijarse mucho más en las cosas, de profundizar más ¿Qué factores influyen en ese proceso para el científico y para el escritor?”, inquirió.

“Yo, como novelista, también hago un análisis de la realidad –dijo Pérez-Reverte-, en mi proceso hay una observación y unas conclusiones. La diferencia fundamental es que, en mi terreno, yo puedo inventar, dejar que mi imaginación rebose y amplíe esa información. Esa impunidad a la hora de manipular el hecho objetivo es lo que define al novelista”.

Ambos estuvieron de acuerdo en que, cuando están embebidos por su trabajo, necesitan estar centrados permanentemente en ello: “Quiero hacer énfasis en esto –comentó el Rector- porque al escritor y el investigador nos une la obsesión por culminar nuestros respectivos trabajos”. “E infeliz quien no tenga obsesiones que los absorban”, apostilló el escritor.

Desmontando a Falcó

Se refirió a Falcó, su nuevo personaje: “El desafío de Falcó es que es una vuelta de tuerca, un tipo adorable lleno de defectos. Y es que no hay gente enteramente mala o buena, aprendí muy pronto que el ser humano tiene dos facetas, que se mueven entre el bien y el mal. Mi mundo es ese, y también mis novelas”, dijo.

Preguntado por la psicología y la anatomía de sus personajes -“siempre atractivos”- por Belmonte, el escritor afirmó que “a las mujeres les encantan los caballeros, pero acaban yéndose a la cama con los canallas, eso es un hecho científicamente probado”, para añadir que, “incluso en la mujer más inteligente y la más centrada, hay un punto en el cual se produce un cortocircuito entre su cerebro y su útero, y ese momento da mucho de sí literariamente. Y hay un tipo de hombres que, aunque sean unos canallas, las sacan de su posición”.

“Todos mis personajes tienen algo de mí, porque de otra forma no funcionarían, sonarían a falso, pero después hay una construcción en torno a todos ellos. Una buena novela es algo en lo que la realidad está tan adobada de imaginación que la hacen irreconocible. Por lo tanto, buscar a Falcó, o al maestro de esgrima o a don Pedro de Zárate en mí es un error, porque todos tiene parte mía, pero, evidentemente, ninguno soy yo”.

Habló de sus experiencias, sobre todo de la guerra, confesó que está de vuelta de muchas cosas y que, a diferencia del científico, el escritor “puede consolarse con trucos, con analgésicos. Fui Héctor de Troya, fui Ulises. Tengo alma de troyano, tengo sangre en las uñas, he dejado ciego al Cíclope, puedo ser Jerjes y Leónidas, he visto morir a mis amigos y estoy de vuelta, y eso me permite hacer ciertas cosas que a un científico le están vedadas. Y me da la vida. El científico en cambio no lo puede hacer, por eso se suicidan tantos científicos”, argumentó irónico.

De orgasmos y aprendizajes

El Rector arrojó entonces a Pérez-Reverte el dardo más comprometido de la noche: “¿Qué orgasmo te gusta más, el intelectual o el fisiológico?”, inquirió, a propósito de otra pregunta semejante que habían realizado al científico Stephen Hawking. “El fisiológico, no te quepa la menor duda”, reconoció el escritor, para comentar, una vez acabadas las risas y los aplausos del público: “El orgasmo es el final de un proceso que algunos hombres intentan que sea lo más prolongado posible, porque la observación de ese proceso en la mujer es lo más interesante y educativo del mundo. Uno no es el mismo después de este proceso. El orgasmo es sólo el decepcionante final de un proceso muy interesante”.

“Dejaremos el orgasmo intelectual para otro momento”, propuso el Rector. “No creo que volvamos hablar de esto en otro momento” –risas-, añadiendo que “El orgasmo intelectual es una gilipollez. Y la mujer en este proceso es una fuente de conocimiento excepcional”.

500 millones de hablantes

Se refirió también el escritor a la lengua común que compartimos tantos millones de hispanohablantes, lo que permite a sus novelas viajar a medio mundo sin necesitad de ser traducidas, y al trabajo de la Real Academia de la Lengua, de la que forma parte: “La Academia es la que marca la pauta de una lengua común para 500 millones de seres, y esto es algo muy importante”. “Estoy orgulloso de nuestra lengua, pero tiene imperfecciones, hay veces que estoy escribiendo algo y noto que no me da soluciones suficientes, que tengo de repetir una expresión, hay construcciones imposibles en español, pero es una lengua espléndida”.

“Cuando un joven me pregunta por algún consejo para ser escritor, siempre le digo lo mismo: hay tres cosas fundamentales: los clásicos griegos y latinos, ahí está todo. En segundo lugar el Siglo de Oro: Cervantes, Lope, Quevedo, Calderón, en ellos está la herramienta  del lenguaje. Y por último la gran novela del XIX, desde Dostoievsky, Tolstoi o Galdós, que son los que crean la estructura de la novela, si no se conoce bien todo esto es imposible escribir bien”. “Mi única patria es la lengua española, -dijo- eso y la cultura occidental, de la cual formo parte”.

“¿Cómo vas a ser escritor sin haber leído a los clásicos, como vas a contar historias sin haber leído a Thomas Mann o a Scott Fitzgerald?. Para escribir, leer es necesario, sin ser un enfermo de la literatura no puedes escribir nunca nada que valga la pena”. “Yo podría vivir sin escribir, escribir es un acto accidental, pero leer es necesario. Cuando viene el dolor, sólo la lectura te salva. Leer hace que el mundo sea soportable”.

Cuando estaba de reportero, después de una mala jornada, en el hotel sólo me salvaba un libro: me permitía salir a navegar con Conrad, o a la Cartuja de Parma con Sthendal, o te ibas con Fitzgerald a la costa azul, o con Virgilio a Troya, o paseabas con Jenofonte por los desiertos de Persia, y el mundo se volvía a hacer soportable”.

Y un estruendoso aplauso despidió las palabras del autor de “El maestro de esgrima”.

 

En primera persona

Estamos asistiendo al final de un proceso  de civilización

Estamos creando generaciones de niños desprovistos de memoria y de cultura.

El talento, está mal visto, lo miran casi como un forma de delincuencia

La inteligencia molesta porque no es igualitaria

La guerra es una escuela estupenda, si llevas a ella libros previos incorporados a ti

Mi únicas patrias son la lengua española y la cultura occidental

Sin ser un enfermo de la literatura no puedes escribir nunca nada que valga la pena