Convalecencia

El día que los trabajadores de Convalecencia temieron que el cielo se derrumbara sobre sus cabezas

Historia del Rectorado de la UMU, XIII

La instalación de personal y servicios universitarios en lo que había sido antiguo hospital de la Convalecencia, a partir de 1987, se produjo con normalidad hasta que, a los pocos meses de iniciarse, una sombra se extendió entre los trabajadores: el rumor de que el pararrayos situado en la torre era radiactivo.
El equipo rectoral, encabezado por el Rector Soler, escribió cartas al Ministerio de Industria, Consejo Nuclear y ENRESA, única empresa autorizada por el Gobierno para retirar los pararrayos radiactivos, sin obtener respuesta alguna.

Ante esta situación, algunos trabajadores decidieron sacar el tema a la luz pública, una carta que fue enviada a la prensa explicaba: “Ahora parece que el principal problema para poner fuera de circulación estos artefactos consiste en que no se encuentra un sitio lo suficientemente seguro para guardarlos, pero se insiste en el absurdo razonamiento de que a unos pocos metros de nosotros son más inofensivos que bajo tierra”.

Y acababa con un guiño: “No parece lógico que ante la remota eventualidad de que nos parta un rayo estemos soportando una continua lluvia radiactiva sobre nosotros. Y, en todo caso, preferimos que el cielo caiga sobre nuestras cabezas a que lo hagan peligrosas emanaciones radiactivas que, si bien matan lo mismo, lo hacen de un modo mucho más macabro”.

El escrito iba encabezado por Ana Martín Luque. Este cronista aún recuerda a un atribulado Antonio Soler leyéndolo en su despacho y confesando su impotencia para conseguir su retirada. Su firma fue la segunda.