Editum publica un estudio sobre la biblioteca del Cardenal Belluga

catalogo biblioteca bellugaEl libro aporta datos fundamentales sobre esta importante figura histórica

Cuando Luis Belluga y Moncada, más conocido como Cardenal Belluga, murió en Roma en  1743, dejaba en la Ciudad Eterna una nutrida biblioteca que bien podría considerarse una de las colecciones privadas más notables de su tiempo.
    Años antes, en 1725, había encomendado a su bibliotecario, el abate Gaetano Cenni la ordenación y catalogación de unos fondos que incluían 2500 títulos y más de 4000 volúmenes. El encargo no estuvo terminado hasta nueve años más tarde, pero sus resultados valieron la pena: un total de 189 manuscritos de apretada caligrafía constituían el catálogo de la biblioteca de Belluga. Su lectura atenta puede proporcionar datos fundamentales para conocer no sólo su formación intelectual, sino su propia obra escrita. Y a ello se han dedicado con pasión Juan Bautista Vilar y María José Vilar, ambos profesores de la Universidad de Murcia, y Francisco Víctor Sánchez Gil, profesor del Institutto Teológio Franciscano de Murcia.

Citas tomadas de sus libros

    Como afirman los autores, el citado catálogo es la prueba evidente de que “Sus múltiples citas no son ‘prestadas’, sino tomadas de los libros que tuvo a mano en su propia casa”. Una biblioteca que califican de excelente, y en algunos aspectos única, que ahora llega en magnífica edición de Editum, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia, y la Fundación Séneca, convenientemente estudiado y anotado, para uso y disfrute de especialistas y, en general, de todos los aficionados a los libros.
    La publicación cobra una especial importancia no sólo por la especial relevancia de esta figura que, si bien no nació ni murió en Murcia, sí que ejerció una importantísima gestión en la ciudad y el resto de la provincia durante más de dos décadas. Murcia no sería la misma sin el paso por ella  de este peculiar e influyente personaje. Uno de los factores que añaden relevancia a este trabajo es el escaso número de estudios sobre bibliofilia en España, sobre todo de períodos tan pretéritos como el que nos ocupa (siglo XVIII y anteriores), y aún más si nos referimos a colecciones privadas y no de instituciones públicas.

Un bibliófilo llamado Luis Belluga

    La bibliofilia de Belluga es patente desde su juventud. Su paso por Murcia, y anteriormente por Córdoba, se había traducido en la formación de sendas bibliotecas, aunque la reunida en Roma durante los últimos veinte años de su vida, es sin duda la principal.
    Por expreso deseo del fallecido, los 4226 volúmenes que la componen viajarían tras su muerte al colegio Mayor de Santa María de Jesús (más conocido como de Maese Rodrigo), donde se había formado en la carrera eclesiástica. Y ahí se conserva, afortunadamente, bastante íntegra en general.
    Como afirman los autores, los fondos reflejan las necesidades, y sobre todo las preferencias bibliográficas de Belluga. En la biblioteca abundan obras básicas de teología, filosofía, derecho canónico, civil…, algo lógico en un clérigo que era también abogado. También se encuentran obras relacionadas con las funciones asumidas por el cardenal en relación con las congregaciones romanas a las que perteneció y, por supuesto, obras meramente literarias, así como libros escritos por amigos y devotos regalados por estos.
    Si todos somos en buena medida producto de nuestras lecturas, ésta es una magnífica forma de aproximarnos a la figura de Luis Belluga y Moncada, una de las personalidades más notorias de la iglesia española de su época, el ideólogo político-religioso más influyente de su tiempo y un filántropo –con sus luces y sus sombras- que ejecutó un importantísimo plan de instituciones benéficas, algunas de las cuales han llegado hasta hoy.

Belluga y Murcia

Como Saavedra Fajardo, Salzillo o el conde de Floridablanca, la figura del Cardenal Belluga está unida indisolublemente a Murcia. Su palacio, las fundaciones que auspició o la imponente estatua que preside, con rostro grave y austero el murcianísimo paseo de La Glorieta, han contribuido a hacer de este obispo de la Murcia de comienzos del XVIII una de las figuras más emblemáticas de nuestra historia.
    Luchador incansable por la pureza de la fe y la moralidad, auspiciador de fundaciones con las que intentó paliar la enorme pobreza de una Murcia hambrienta, hostigador de modas y defensor a ultranza de la causa borbónica en unos tiempos en que Felipe V estuvo a punto de perder la corona, Belluga desplegó durante toda su vida una intensa actividad como religioso, empresario, canonista,  y diplomático. Asesor de cuatro papas, Belluga fue nombrado Protector de España por el rey, e incluso estuvo a un paso de ser proclamado Papa.
Pero fueron razones estrictamente políticas las que hicieron que se le promoviera al obispado de Cartagena: en 1705 la guerra de Sucesión está en su apogeo y Murcia duda entre el bando austracista del archiduque Carlos y el bando Borbón de Felipe V. Se plantea la necesidad de colocar en la diócesis a alguien que asegure Murcia para la causa de éste.  Y Belluga no sólo asegura el reino de Murcia, sino que muy pronto se convierte en la figura clave del conflicto.

Fustigador de modas
En Murcia transcurre su vida entre 1705 y 1723, el período más importante de su vida. En este período, de febril actividad, Belluga refunda el seminario; crea becas; reforma el cabildo de la Catedral  y de la Colegiata de Lorca, y funda o refuerza numerosas Pías Fundaciones.
Un aspecto menos conocido de Belluga, pero igualmente importante, es el de canonista brillante y hábil abogado. Rodeado de un importante equipo que hoy denominaríamos “negros”, Belluga redactó una enorme obra escrita en la que expuso sus pensamientos con respecto a multitud de temas relacionados con la religión en sus más variados aspectos.
    Durante toda su vida, intentó velar por la moralidad y luchó contra unas modas que él estimaba perjudiciales. Son casi dos mil páginas el legado que nos ha llegado de Belluga atacando escotes, colas, zapatos con lacitos, vestidos, los peinados y pelucones que comenzaban a proliferar…, demostrando una postura rígida y ajena a los aires de cambio que comenzaban a correr.
Entre 1723 y 1743, Belluga marcha a Roma, donde ocupa importantes cargos y coordina todos los asuntos de las misiones, promoviéndolas desde América hasta el Tibet.
En Roma llevó el título de Protector de España, otorgado por Felipe V, y se convirtió en el cardenal español por cuyas manos pasaban todos los asuntos no sólo de España, sino de todo el imperio español. Su influencia en la Curia romana fue notable: fue vicedecano del colegio cardenalicio y consejero de los cuatro papas con los que coincidió. Incluso en el último cónclave al que concurrió, en 1740, un año antes de su muerte, Belluga fue el segundo cardenal en votos, aunque finalmente, con los que le aportó el ex obispo de Cartagena, salió elegido nuevo pontífice Benedicto XIV.