Disciplina de comunicar

Hagamos que sea una constante de cada día. Hemos de comunicar y sacar provecho a lo que ello implica. Reiteremos la disposición a tener las razones que nos quiten las dudas y sus asaltos con vacilaciones propias de cansadas operaciones de maquillajes irreconocibles. Podemos vivir un progreso que nos haga eternos. No permitamos que la esterilización nos conduzca por afanes de destellos suculentos, certeros, hechos a la medida de todas las cosas.

Nos hemos de disponer con un criterio de aciertos dotados de unas enmiendas tras los posibles errores. Tomemos en consideración lo que acontece y saquemos partido incluso de lo que no sale o no se produce a la primera oportunidad que tenemos.

Sonriamos ante los pasos que avisan de las cautelas con unas promesas que haremos nuestras con el devenir de una simpatía que hemos de presentar a modo de un poco de todos. Nos hemos de procurar ecos que nos atraigan hacia la memoria que es emoción creciente y con preferencias normalizadas. Estás ahí cada día, y cada día te veo con el instante aterrador y a la fuga que se llama amor desgranado, desmenuzado, no hecho realidad. Los lamentos no sirven.

Hagamos caso a los que nos dicta o sugiere el corazón, que se ha de apropiar de los espacios que nos diferencian de los comentarios que han de ser elocuentes y favorecedores de una realidad de muchas caras. El poliedro existencial nos brinda registros de lo que pudo ser aprendizaje y, sin embargo, se quedó en una cara oculta. Las prevenciones, como los galardones más o menos merecidos, nos distancian de las soluciones. Deberíamos enfocar la realidad desde la singular premisa de que la vida sólo se transita una vez, al menos sólo una vez desde la voluntad de una dinámica para mejor en la que podamos ayudar al otro. Hablamos de ocasiones, escasas ellas.

Nos hemos de imponer una determinada disciplina con la que animarnos a estar en otra vertiente un poco más fructífera. Los universales han de singularizarse en una promesa con raíces fuertes. Nos debemos enganchar a las oportunidades de quienes siguen adelante con una destreza de predicamentos afortunados por el hecho de tener unos ojos que miran con el deseo de dar con la verdad de un cariño que nos pertenece por derecho, por el tiempo que le dedicamos, por las energías que empleamos ciertamente.

Hemos convenido que todo irá tranquilo, y en la calma de la noche, precisamente, nos pensamos mientras huimos no sé bien dónde, ni tampoco nos planteamos el porqué. Has convencido a tu interior de algo efímero que luego echarás en falta. Debes, como debo, aprender de los silencios. Los tiempos nunca juegan a favor cuando dejamos algo sustancial en mitad de su mismo desarrollo. Apliquemos templanza, prudencia, inteligencia y bondad en todos nuestros actos. La cosecha nos la dará el sueño plácido que nos venga tras cada actuación, que hemos de manifestar como comunicativa. Continuemos la labor de otros en la búsqueda de un conocimiento sin parones, pero sí con mucho detenimiento.