De la fantasía a la realidad y viceversa

El mundo de la economía y del espectáculo, que parecen vivir al unísono, no tienen límites. Seguro que saben la historia, pero la recuerdo para contextualizar. Mickey “El Ratón” ha ganado a “Los Cuatro Fantásticos”. La ingenuidad y el buen humor se han hecho con la partida, y han convertido el nombre de aquellos que tenían superpoderes, tan fantásticos ellos, en una realidad de hermosura ideal.

Ha sido una lucha no escrita, no vivida, no anunciada, y bastante desigual. Todo parece indicar que el país de los sueños bonitos se ha declarado victorioso ante las tormentas y las pesadillas de una sociedad en franca decadencia y necesitada de héroes para superar a unas fuerzas del mal endémicas e inteligentes contra las que, según los ahora vencidos sin armas, hay una enemistad y una pugna tan permanente como desidiosa.

Pienso en Blancanieves, en los Enanitos, en los cuentos de la infancia, en Gulliver, en los animales del bosque, en todos los indefensos personajes que triunfaron gracias a nuestra imaginación de niños, y ahora tienen, nos dicen las crónicas, 4.000 millones de dólares para comprar a los poderosos. Sería un buen cuento si se tratara de la vida real, aunque en parte lo es, o debería serlo. Quedaría a continuación auto-imponernos una moraleja para llegar un poco más allá de lo que nos señalan las informaciones diarias.

La fantasía tiene muchas caras, como la propia vida. Hay pensamientos claros y otros más oscuros. Los hay de paz y de concordia, mientras que otros basan su existencia en el combate perpetuo. No es una cuestión de garantías: es casi de necesidad antropológica. El ser humano se mueve entre el Yin y el Yang, y ésas son las dos muestras de la realidad del mundo de la ficción que ahora se ha fusionado.

Esperemos que en adelante los personajes buenos ganen en su juego a los violentos y los convenzan que es mucho más inocuo cantar que disparar. La Naturaleza debe mantener, y mantenerse, en un diáfano equilibrio todo cuanto pueda, ante numerosos inventos más o menos malévolos en función de su uso o utilidad.

Ahora, amigos y amigas, queda otra batalla: la de la rentabilidad. La gran empresa surgida de la absorción de Marvel por Disney tratará de ver qué es más fructífero, y ojalá eso no suponga condenar al ostracismo a personajes benditos de la infancia. No dejemos nuestras conciencias tranquilas y pongámonos manos a la obra para evitar que, en un posible litigio interno, ganen los héroes de la violencia. Nosotros, con nuestros hábitos, podemos contribuir a un final bueno, de cuento, con moraleja incluida, de ésos que tanto nos complacían en la infancia y que tanto defendía Disney. Apostemos ya por los personajes más bondadosos. Ellos sí que pueden salvar nuestro mundo, el de todos. Miremos sus rostros y sus situaciones, y seguro que hallaremos cosas muy nuestras.

Juan TOMÁS FRUTOS.