“De Juan Ramón Jiménez a Camilo José Cela”

De J.R.J. a C.J.C., pasando por V.A., nuestros tres Nobel de literatura, a saber: Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre y Camilo José Cela.

Van a ser éstas unas reflexiones sobre el Premio Nobel de Literatura Española y su sentido. La concesión a Camilo José Cela ha supuesto para la literatura española, frente a la latinoamericana, un reconocimiento de la vigencia de su tradición novelística, un reconocimiento de la gran narrativa española que nació con Cervantes y que tuvo en la picaresca su máxima originalidad.

Camilo José Cela es heredero de esa tradición y ya es hora de que los siete sabios de Suecia reconozcan a nuestra literatura y en concreto a nuestra novela. Pero qué distinto ha sido todo en este año de 1989. Recuerdo muy bien todabía cuando en 1956 dieron el Premio Nobel de Literatura a Juan Ramón Jiménez, que los niños de entonces conocíamos, qué duda cabe, por Platero y yo . Y recuerdo, en aquellos años en que nada de España era reconocido en el exterior, el orgullo de los escolares por tener un Premio Nobel español, aunque ese Premio Nobel estvuiese medio prohibido porque era un exiliado que no amaba a España y que se había marchado de ella por no querer luchar junto a los buenos. ÇEran cosas que se decían entonces, en los recreos. Aunque siempre había algún profesor que en un pasillo, en voz baja, decía que muy bien, que se lo merecía, que no era rojo, y que además hacía muy bien en no venir a España para que aquí no se aprovecharán de su premio. Aquello ponía los pelos de punta. Las revistas gráficas de la época, las fotos en huecograbado de algún diario madrileño nos mostraban a un hombre con cara de buenoi, barza nazarena y canosa, que aparecía enlas fotografías acompañado de una bella mujer, que ahora estaba muy enferma y que iba a morir enseguida, como así fue. La señora tenía un nombre exótico, Zenobia, pero era todo sonrisa. Juan Ramón, siempre en la imaginación de los críos de entonces sobre su Platero, era, para nosotros, el loco, el loco…

En 1977, otras vez en otoño, la Academia Sueca premia un cincuentenario y reconoce a la democracia de España, como antes reconoció a la España peregrina. La Academia Sueca ha sido siempre muy política en esto del Premio Nobel de literatura, y si alguinen no lo cree que pregunte porque Echegaray tuvo un Premio Nobel, que solo merecía Federico Mistral –quien tuvo que compartirlo con nuestro banquero y melodramático don José de Echegaray- o porque don Winston Churchill lo obtuvo en 1953. Premiaba un cincuenteneario, el de la Generación del 27 –inclso nos consta que hubo otro candidato con muchas posibilidades aquel año y que no lo obtuvo porque se quiso premiar a un componente de la generación que se hubiera quedado en España: el desbancado fue Jorge Guillén- y se premiaba a nuestra Transición. España comenzaba a ser europea. El acierto, en esta ocasión, fue, sin embargo, total: Vicente Aleixandre. Uno de los poetas más completos de toda la lírica de nuestro siglo. De la altura de Juan Ramón, de Federico García Lorca. Pero más poeta que ellos, más aventurero de las formas y del lenguaje, más intenso y más centrado en sí y en su poesía. Poeta total , don Vicente recibió el reconocimiento internacional con sorpresa y con emoción y los focos de las televisiones europeas lo dejaron prácticamente ciego. España se situaba otra vez en el centro del mundo literario occidental y nuestra poesía “interior”, nuestra gran poesía española recibía el gran reconocimiento como veintiún años antes lo había recibido la poesía del exilio.

Y ahora, tan sólo doce años después, la novela, la gran novela española. Y don Camilo José Cela, que viene a unir su nombre a los dignísimos de Juan Ramón Jiménez y de Aleixandre, a pesar de no haber obtenido nunca el Premio Cervantes. Por cierto, ya que de Nóbeles hablamos, deberá saber el lector que Vicente Aleixandre es el único poeta del 27 que no recibió el Premio Cervantes. Sí lo tuvieron todos los demás, los que vivián en 1978 y siguientes: Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Gerardo Diego y Rafael Alberti. Pero esto son menudencias. Lo importante es que nuestra novela, como antes lo fue nuestra poesía, ha recibido el más cotizado galardón internacional. De los Premios Nobel de Teatro, de esos prefiero no hablar, porque una vez oí decir a un gran estudioso del teatro –Ricard Salvat- que si en un ataque atómico sólo se salvasen de la cutlura universal nada más que las obras de los Premios Nobel, como alguien pretendió, los supervivientes o las generaciones venideras creerían que el teatro español contemporáneo había sido Echegaray y Benavente. Aun así, Cela puede estar orgulloso de estar en la misma nómina que Juan Ramón y que Aleixandre, y, cómo no, en la misma lista que Tagore, Anatole France, Yeats, Bernard Shaw, Berson, Mann, Pirandello, O’Neill, Hesse, Gide, Faulner, Mauriac, Hemingway, Camus, Steinbeck, Sartre, Asturias, Neruda o Samuel Beckett, entre otros muchos.