Cuando acaba el año

Pensemos en algunos axiomas. Procuremos que las actitudes nos lleven a ese punto de destino que nos gusta o que nos satisface. Acaba el año con las tradicionales Navidades. Es un ciclo que se repite, y bueno es que sea así, que aparezca cada cierto tiempo. Sin perjuicio de lo bien que lo haya pasado en otras ocasiones creo que es justo reconocer que estamos, que estoy, ante unas de las mejores de mi vida. Lo son no por mí, sino por quienes me rodean, que me regalan una aureola como nunca imaginé.

Todos parecen haberse aliado para darme lo mejor, todos, y no desde el punto de vista material sino de espíritu, con vocación, que es lo más importante, pues lo que llega, sin lugar a dudas, tiene una inmanencia especial y extraordinaria. Hay toda una serie de sensaciones que permanecen, que me tocan con una varita mágica, lo que nos hace, me hace, transcender con decoro y buenos ánimos. Los tengo, y quiero decirlo sin rodeos de ningún género. Me siento dichoso.
Los seres humanos conformamos una realidad que nos diferencia con toques de profundas atenciones. La paz nos incluye en lugares de recia factura que nos hace fuertes, y que también nos incluye en una lista no escrita de privilegiados, entre tonos de perfectas caricias. Es lo deseable. Ahora digo, cuento, muestro, insisto con unos recortes de pláticas correspondidas en mitad de esta etapa a la que quito fechas para que lo sea en todo momento. También es lo que debemos perseguir. No quiero vivir de calendario, pendiente de él. Anhelo y me afano para que la Navidad lo sea todo el año. Tenemos derecho a ello.
Siempre que tengamos la familia cerca y bien y con salud, cuando tengamos algo de trabajo y cuando seamos capaces de disfrutar de todo ello, estaremos ante el mejor momento de nuestra vida. Ocurre en más ocasiones de las que somos capaces de declarar, pero el asunto es que no siempre lo vemos. Buscamos tanto y tan lejos que no vemos lo que hay al lado de nosotros cada día del año. Ya es mala suerte.
Claro que, asimismo, hemos de acordarnos de quienes no tienen ni lo más esencial, incluyendo la salud. Pensemos en ello para valorar los verdaderos estados de entusiasmo en los que hemos de encontrarnos.  Meditemos acerca de quienes carecen de lo más sencillo, y tratemos de que sean un poco más felices, sólo un poco, un poco cada uno, y seguro que, entre todos, haremos que su espacio sea más dichoso. Juntos podemos.
Es momento para destacar cómo estamos, para ver los motivos de nuestros buenos tiempos, para que arreglemos problemas y salvemos y solucionemos obstáculos. Prediquemos con grandes y con pequeños ejemplos. No paremos en ningún momento. Juntemos las piezas de la Felicidad para hacer un Sol y una Luna. Aliemos a la Naturaleza con todos nosotros para que la dicha sosegada siga un proceso expansivo, incluso de ida y de vuelta, para que rebote por  todos los rincones, empezando por los corazones de los niños.  Sólo así, comunicando esa Buena Noticia, podremos pensar que son las mejores navidades de nuestra vida. Lo serán éstas y las que vienen, cada uno de los 365 días del año. Sí. Cuando acaba el año hemos de hacer balance y quedarnos con lo mejor, sobre todo con lo mejor de nosotros mismos.