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Claudio Magris, un constructor de Europa, en la Convalecencia

Historia del Rectorado de la Universidad de Murcia (XXXI)

Cuando, después de una extensa conversación, el escritor Claudio Magris se despedía de este cronista en el despacho del Rector Cobacho, en la Convalecencia, para marcharse con el profesor Pedro Luis Ladrón de Guevara, padrino de su doctorado Honoris Causa, se volvió y me contó una historia de su niñez que resumía su postura ante la vida: en un partido de fútbol decidió pasar de las reglas y marcar en propia puerta. Rechazó las normas porque en ese momento pensó que necesitaba hacer algo que fuese puro disfrute. “Creo que es imprescindible conservar esta mezcla de sociedad y anarquismo, de que se nos permita cierta creatividad lúdica”.Respetuoso con las reglas, Magris se ha negado a plegarse ante determinadas convenciones: “Es necesasario cumplir no sólo con los deberes morales, sino también con aquello que nos proporciona placer”.

El autor de “El Danubio” es el prototipo de escritor comprometido con su tiempo. Fue elegido diputado en el Parlamento italiano con un conglomerado de partidos que intentaban luchar contra el poder despótico de Berlusconi.

Cuando en 2004, diez años antes de su venida a Murcia para su investidura como Doctor Honoris Causa, le dieron el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, el jurado destacó que “su escritura representaba la mejor tradición humanista y la imagen plural de la Literatura europea”, y que en sus obras “se configura un anhelo, el de la unidad europea en su diversidad histórica”.

Magris abogó siempre por una Europa sin barreras, presidida por la solidaridad social y abierta al diálogo entre culturas y civilizaciones distintas.

En Holanda le concedieron el premio Erasmus, que se entrega cada año a quien más haya contribuido a la construcción europea.

En sus artículos, en sus libros, se trasluce esta preocupación por lo social: “Cuando uno escribe entra en una especie de delirio en el que intenta conseguir un mundo mejor”. En el Rectorado de la UMU habló de Literatura: “Para mí un libro es un puente tendido hacia el mundo”, de inmigración y de la necesidad de entendimiento: “Debemos aceptar cierto relativismo ético para aceptar al Otro, pero existen aspectos que mo deben discutirse jamás”. Alabó la esencia de la universidad pública española: “Aquí existe una universidad con mayúscula que en Italia no se siente en ese grado”, y ensalzó el papel de una Universidad de Murcia a la que faltaba un año para convertirse en centenaria: “La Universidad de Murcia mantiene el sentido de la vieja universidad europea”.