Pero hay hombres que no mueren nunca, sino que perviven como las raíces del paisaje y de las calles y se mezclan en las plazas, entre la gente, tejiendo una conducción umbilical en la memoria cotidiana que perdura y nos persigue amablemente, viviendo no solo en la geografía sino también en el interior, formando parte de la mitología cósmica personal.
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