Aprender de los errores

Las causas suponen unos efectos. De ahí que podamos aprender de cuanto sucede, que debamos hacerlo. Indicamos con cierta periodicidad un breve camino que nos conduce por resortes fortalecidos desde la voluntad y la bondad de quienes creen en la visión compartida. Creamos. Hemos adecuado algunos discursos a las razones de quienes ven y contemplan las sensaciones con una versión un poco más coherente. Hemos preferido todo y de todo con la idea de sumar ante los itinerarios que nos convienen. Hemos de fortalecer las hojas de ruta con sus preferencias y moldes. Debemos salir con la cautela debida, con el fin de aprender incluso de los errores.

Las divisas de cuanto es, de lo que sucede, nos han de ofertar avisos y didactismos de consumaciones casi entrañables y de clasificaciones hacia el lado de una memoria que nos ha de dibujar el panorama más cómplice con todo el bienestar que queremos conseguir. No hagamos caso a lo que nos olvida con negatividades y procuremos los aspectos positivos en el ansia, que ha de ser permanente, de crecer con intuición e inteligencia.

Los brillos siempre pueden ser mayores, y, cuando lo son, han de añadirse a los de quienes nos ofrecen sus mejores deseos y sus más amplias actividades de una paz maravillosa. Hagamos que los afanes nos insistan con sus dedicatorias más sencillas, con las más queridas, con las que han de poder defender las premisas más justas. Hemos de aliarnos con los propósitos más singularmente bellos, que lo serán más por su extensión a los demás.

Consigamos que las versiones nos ayuden con sus improntas y vectores de todo género. Los lugares han de permitirnos aprender de sus gratas experiencias, y también de aquellas que no lo son tanto. Juguemos a comprendernos con el fin de auparnos todos juntos. Es hermoso que así sea, y de este modo natural lo hemos de comunicar a todos cuantos nos devuelven cuanto se ha sembrado en períodos anteriores. Divisemos con la firme promesa de hacernos felices. Es justo que lo intentemos.

Ajustemos todos los deberes para que sean presentes, constantes, permanentes en sus facturas, que han de promover unos cambios tranquilos con el fin de que se consoliden. Las medidas moderadas nos hacen posibles. Hagamos que la operatividad nos venga de la coherencia y de la salvaguarda misma de lo que nos conviene. Hagamos en comandita que funcionen las recetas sociales, comenzando primeramente por la comunicación teórica y práctica. No fallemos, y, si fracasamos, lo debemos intentar de nuevo. Persigamos, en cuanto podamos, las comunicaciones señeras. Han de servir de banderines para tomar decisiones y para conocer el parecer de todos y cada uno.

Juan TOMÁS FRUTOS.