Ahora que suenan tambores de guerra

La democracia es una señora de la que todo el mundo, cuando habla, tiene una opinión propia y la ve de distinta forma. Es como la prima lejana que para unos es buena, para otros está buena y para otros buena pieza está hecha. Y tampoco todos quieren tener el mismo trato con ella. A algunos les gustaría hacerla vivir con nosotros, cuidarla, mimarla y hacerla dueña de nuestra casa.

Hay quien, como está muy buena, lo que quiere es mantener relaciones ilícitas con ella, darse el gusto, meterle mano. Y hay, por fin, otros que -¡ay, si pudieran!-, les gustaría hacer leña, leña para la hoguera.

La democracia, como todos sabemos quiere decir algo parecido a que, en vez de que gobierne uno o unos pocos, gobiernen todos, o sea, el pueblo. Aunque, claro, aquí, ya desde el tiempo de los griegos, empieza el ‘vale todo’ del juego y se complican las cosas, porque a ver: ¿quién es el pueblo? ¿No lo serán los esclavos, no? ¿O los no poseedores de la tierra, verdad? O las mujeres, o…Y ¿por qué no?

Y esta es la historia. Porque se supone que para que algo sea de verdad de todos, todos deben de participar en los derechos y obligaciones sobre ese algo . Si no, es que hay gato encerrado. Y, como no todos somos clones, iguales, las opiniones tampoco son iguales, son múltiplemente diversas y, por lo tanto, si lo que se quiere es que se escuche la opinión de todos, no queda otra vía que la del consenso y la delegación de ese consenso. Así de puerilmente sencillos son los fundamentos de la democracia.

Asociarse con gente afín y motivos semejantes sería el siguiente paso, y tratar de alcanzar el poder –para poder ejecutar nuestras opiniones- el tercero e inevitable meta. Que nuestras opiniones y motivos son los buenos parece fuera de toda lógica, porque, si no, los cambiaríamos, tendríamos otros y estaríamos como antes. Parece claro entonces que los de los demás son malos, incluso nefastos -porque si no, serían los nuestros-. Debemos pues intentar ganar -porque eso es precisamente lo bueno -, pero debemos también intentar que los otros no ganen –porque eso sería lo malo -, incluso evitar que tengan cualquier oportunidad en el futuro, imposibilitar que se fortalezcan. Ergo, al enemigo ni agua . Así de puerilmente sencilla es la corrupción de la democracia.

Vienen a cuento las anteriores líneas porque los pasados días 3 y 4 de noviembre se celebró en el Auditorio y Centro de Congresos Víctor Villegas el ‘ 2º Foro Regional de la Cultura’ , promovido por la Consejería de Educación y Cultura de la Región de Murcia, en el que se trataba de hacer un repaso general a la situación actual de la cultura en la región. Quien más abajo suscribe, fue invitado por el coordinador de la mesa de artes escénicas, Javier González Soler, a participar en la misma en compañía de Juan Abellán, Georgina Cayuela, Javier Mateo y Teresa Marín, con lo que venían a estar representados diversos sectores como la enseñanza oficial, el monitaraje de cursos o enseñanza en centros estudiantiles, el teatro amateur, el teatro profesional, la danza, la crítica y la programación. Excusó su asistencia ‘MurciaAescena’, que, como asociación patronal de productoras y distribuidoras de teatro y danza, había participado en el anterior y primer Foro de la Cultura.

Tras de numerosas reuniones de trabajo y aportación diversas, la mesa terminó dando a la luz un último documento –del que se hizo pública lectura y debate durante el Foro y que será posteriormente publicado- en el que se había intentado hacer un si no exhaustivo porque el tiempo no lo permitía, sí riguroso acercamiento a la problemática actual en la región, procurando no olvidar ninguna de las áreas de las artes escénicas, sin privilegiar unas sobre las otras porque se entiende que son todas ellas un conjunto indisoluble. No es cuestión de contar ahora el documento –que consta de 25 páginas- porque, como ya he dicho antes, se publicará en su momento, es largo y, además, muchas de las cuestiones del mismo hemos tenido ocasión de comentarlas con anterioridad en estas mismas páginas. Sí me gustaría, para que se hagan una idea, indicarles que en el trabajo final se refleja y nos hemos ocupado de los espacios escénicos, de la programación, de los programadores, y de los festivales; del público, los jóvenes y los niños; de la enseñanza superior tanto en la danza como en el teatro, de la práctica universitaria, del amateurismo; de las compañías, de la distribución y de la proyección exterior; de los títeres, del género lírico; de la Administración, de las estructuras, de las instituciones…

Por supuesto que, como todo en la vida, el trabajo aportado seguramente es mejorable; pero estoy convencido de que, lejos de quedarse en un conjunto de reivindicaciones gremialistas, su virtud radica en la interrelación con la que se abordan los diferentes aspectos y agentes que intervienen en el proceso escénico. Por ejemplo, la urgente e inaplazable creación y captación de nuevos públicos está directamente relacionada con la existencia, mayor o menor, del público futuro; pero no solo por su indiscutible incidencia en la supervivencia del espectáculo y por tanto de las compañías y de todo el mundo laboral –artístico, técnico y empresas de gestión y servicios- que a su alrededor se mueve, sino también porque en ese ‘esfuerzo de seducción’ obligado las propuestas artísticas van a tener que evolucionar y buscar nuevas fórmulas de capturar el interés del público; de capturarlo de manera estable y continuada, no ante el fenómeno aislado de un producto determinado que ha tenido la suerte o el mérito de dar en el clavo, sino ante el hecho escénico en general. Es decir, incidir de manera enérgica en eso que ahora se conoce como ‘fidelizar’ un público. Y al usar este neologismo aparecen como racimos otros, porque es evidente que todo lo anterior también se entrelaza con técnicas de mercadotecnia, marketing, creación de imagen y otros conceptos afines pertenecientes todos ellos al mundo de la empresa y el mercado ya que, cuando hablamos de público, también estamos hablando de clientes, usuarios que pagan por un servicio. Terminologías en las que también habrá que hacer un esfuerzo para ponerse al corriente y caminar al socaire de lo que se usa en el siglo XXI. Pero no nos vayamos a confundir, este desafío no es solo para las compañías productoras y distribuidoras; afecta también y muy especialmente a la Administración que deberá modernizarse y, por ejemplo, contar con programadores preparados y herramientas capaces de medir la satisfacción o insatisfacción del público/usuario de servicios, las carencias en la programación, impulsar la aparición de asociaciones de espectadores… Y esa creación de nuevos públicos no puede olvidarse de los niños, que luego se convierten en adolescentes. El adolescente que se encuentra de golpe –si antes ha asistido de niño al teatro- con espectáculos concebidos para adultos, portadores de contenidos y formas que le suelen ser ajenas. Es un desertor seguro. Se puede evitar con programación adecuada. Y esto vuelve a incidir en las compañías. Y, por supuesto, en las estructuras, que también tendrán que generar dinámicas de captación, ir a buscarlos a sus lugares habituales –colegios, institutos, etc.-, tal vez ofrecerles eso que se llama un plus de asistencia…Esto a su vez dará la oportunidad de formar a esos nuevos públicos, educarlos y ejercitarlos críticamente para que de verdad se comporten como público soberano, como público informado. Y así, en un carrusel sin fin.

Ha bastado hablar por encima y sin agotar el tema de la necesidad de buscar y materialmente ‘fabricar’ públicos nuevos para que inmediatamente resalte la profunda interconexión existente entre todos y cada uno de los agentes que operan en las artes escénicas, como no podía ser menos y como, por otra parte, ocurre en cualquier orden de la vida. Y esa ha sido la tarea que ha acometido la mesa. Analizar y enumerar las pocas virtudes y los muchos defectos, inconvenientes o insuficiencias entre los que, hoy por hoy, se desenvuelve el teatro y la danza en la Región de Murcia, como punto de partida para afrontar cambios que resulten eficaces y eficientes de cara a un futuro no mas tarde que mañana. De hecho, la mayor sugerencia o reivindicación que la mesa termina proponiendo es la creación de un Libro blanco de las artes escénicas en Murcia .

Un libro blanco elaborado con rigor que permita establecer una diagnosis certera de la situación ahora mismo. Un libro blanco objetivo que permita no solo detectar las carencias y los aciertos existentes, sino también proponer medidas eficaces de intervención en el proceso y no solo por parte de la administración. Un libro blanco construido apoyándose en un sólido estudio de campo, metódico en la recogida de datos y en el análisis de los mismos, comparativo con otras realidades escénicas dentro y fuera de España sin olvidar las distintas realidades sociales en que se producen. En fin, un libro blanco profundamente técnico, que por lo mismo sea capaz de concitar el beneplácito de todos y que, por gozar de este consenso, se pueda convertir en una herramienta útil para todos, un punto de partida para cualquier acción de gobierno, para cualquier equipo de gobierno.

Sin duda, la realización de una tarea de este orden debería de contar con el aplauso general sin que colores ni rencillas políticas le salieran al paso. Tiempo habría después para que, en el momento de las medidas concretas, aparecieran las discrepancias y el tirarse los tejos sin intención amorosa. Y, aún entonces, presumo que habría medidas –muchas tal vez-, que de tan evidentes no podrían ser objeto de oposición alguna. Esperemos pues que la ejecución del libro –libro fundacional-, se apruebe y que cuente con el apoyo de todos.

Dentro de las peticiones mas relevantes de la Mesa hay que destacar también la creación de un Centro de Documentación de las Artes Escénicas de la Región de Murcia y un Centro de Producción de las Artes Ecénicas de la Región de Murcia , aunque ciertamente ambos centros podría fundirse en una sola entidad, según que estructuras de funcionamiento se suscitaran.

La necesidad de preservar el patrimonio histórico murciano en lo concerniente al teatro y la danza no precisa de explicación ni defensa alguna. Los centros de documentación de las artes escénicas –de reciente aparición en España con la democracia-, vienen funcionando como museos en el moderno y amplio sentido que de la institución museográfica se tiene actualmente. El centro como tal no se limita a buscar, recuperar y preservar materiales del pasado y fijación de los nuevos que se producen en el presente, sino que extiende sus labores en el campo de la investigación mediante becas de estudio y en el impulso de publicaciones, convirtiéndose en herramienta para proyectar el futuro. Un Centro de Documentación se concibe también como un servicio para el público especializado o estudioso y se dota de bibliotecas y hemerotecas especializadas, además de poner a disposición del posible usuario sus fondos de documentación y archivo, audiovisuales incluidos, no solo in situ, sino también on line a través de la correspondiente página web.

En cuanto al Centro de Producción hay que dejar claro desde el principio que no se trata de la creación de una compañía o elenco estable con un prestigioso director al frente que se convierta en el equipo estrella de la región. El Centro se concibe como la herramienta útil para cubrir todos aquellos vacíos a los que la iniciativa privada no alcanza por imposibilidad propia o exceso de riesgo, y debe de contar con la profesión murciana en su desarrollo. Su modelo de producción son tanto las producciones propias como las realizadas en coproducción con otras entidades –incluyendo compañías y productoras privadas- e instituciones de dentro y fuera de Murcia. El hecho de ser un centro de carácter oficial facilita este nivel de colaboración con instituciones oficiales permitiendo incluso entrar en el terreno del intercambio. Uno de sus objetivos claros es el de acometer espectáculos de alta calidad pero de dudosa comercialización, difíciles de afrontar desde el ámbito privado por el excesivo plus de riesgo que conllevan. Que duda cabe que, ahora que el término identitario corre con facilidad entre las gentes, la proyección de la identidad de Murcia es también una cuestión de proyección cultural y, por supuesto, la actividad escénica es parte, y muy importante, de la misma. Posibilitar los medios y las estructuras necesarios para exportar una potente imagen del arte escénico murciano, no solo favorece el crecimiento del sector escénico murciano en sí, sino que incide directamente en la imagen que en el exterior se tiene de nuestra cultura y de la misma Murcia como entidad social y política.

Pero este, con ser muy importante, no es el único objetivo. El mismo ejemplo que antes usábamos referido a la captación de un público juvenil nos sirve para diseñar espectáculos dirigidos a ellos especialmente y establecer nuevas formas de distribución difíciles de llevar a cabo de una manera persistente y masiva sin acuerdos entre distintas entidades oficiales. En fin, no es posible desgranar todas las posibilidades de acción que un Centro de estas características conlleva por falta del bendito espacio; pero son muchas. Y no puede redundar más que en beneficio de la sociedad en general y de la profesión en particular. El Centro de Producción no debe de entenderse nunca ni se debe hacer en competencia con los profesionales de la Región de Murcia, sino, muy al contrario, en estrecha colaboración y contando con ellos.

La Mesa propuso muchas otras cosas, entre ellas un gran Festival de las Artes Escénicas y un Teatro dependiente de la Comunidad. Y otras muchas referidas a infraestructuras de equipamiento mobiliario, técnico y humano. Y…

Ya me gustaría hacer referencia a todas ellas. Más adelante.

Porque de verdad les digo que no dispongo de más sitio.