Darío Herrera

Darío Xavier Herrera González (1957) nace en Mallorca. Vive en Santander y Madrid. De muy joven ya se sentía artista desenvolviéndose en ambientes sociales y educativos artísticos. Convive con sus contemporáneos en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando donde tiene la oportunidad de conocer las Vanguardias.

Su bagaje artístico es denso, variado e internacional. Su obra pasa por varias etapas que se entrecruzan en su experiencia y el tiempo. Sigue trabajando y desarrollándose en todas sus facetas: pintor, escultor, ceramista…, colaborando con lo cultural, la diversidad y ayuda a la infancia, de ahí sus múltiples experiencias con lo público y lo social.

En 1983 monta su taller artístico en Ricote desde donde ha ido proyectando su obra. De naturaleza generosa, gran amante de la belleza, la imaginación y el juego; artista comprometido, testigo de las transformaciones de su alrededor…, deja pistas y huellas de esos cambios a través de su constante producción y proyectos.

Colaborador con lo social, la cultura, la protección de la naturaleza, da su peculiar sentido o sin sentido: transforma esas realidades y juega con ellas; las recrea y las plasma en su vida y obra.

Su estilo expresionista-abstracto busca casi siempre su material vital y plástico en lo reciclable, en la huella que el hombre ha dejado o deja en el transcurrir del tiempo, en su dimensión vital, social y comunicativa.

Su creación es reflejo de la diversidad; de tono claro y expresión sintética; es transgresora sin ruptura y en donde el mundo de lo natural, los sentimientos y la psique quedan relegados al juego de lo inconsciente. Es capaz de impregnar en sus obras el movimiento y sentido del devenir personal y social desde donde nos devuelve una mirada esperanzadora, optimista, llena de color y contrastes, no sin cierta severidad crítica.

Su discurso expresivo trabaja con el subconsciente del que contempla su obra: la sorpresa, lo subliminal, el mensaje, las huellas de la imagen y el texto,…materiales soportados por la criatura a través del tiempo y los objetos.

Antonia Martínez Bernal

Antonia Fernández Bernal

Antonia Fernández, escultora ciezana afincada en Jumilla, no deja impasible a quienes tienen la oportunidad de observar su obra.

Formada desde niña primero en la academia y después en el taller del maestro Juan Solano, aprendió de éste el difícil manejo de las gubias del que ya pronto dio buenas muestras para sacar un sorprendente provecho. Su gran habilidad técnica en el oficio se ve complementada también con el magnífico acabado con que concluye sus tallas.

Los temas y motivos de sus obras desarrollados a veces sobre la difícil aplicación de la geometría a la madera, en otras ocasiones son volúmenes orgánicos que sugieren formas naturales, personajes humanos o mitológicos, siempre sorprendentes y cuya detenida observación produce al espectador la atracción que se siente ante cualquier ejemplo artístico de gran maestría.

Evidente conocedora del trabajo de antiguos maestros y nuevos artistas, dota de gran personalidad a sus esculturas, debiéndosele reconocer un bien ganado prestigio.

Su carácter inconformista le hace alternar el estudio del volumen con otros materiales como la piedra, el poliéster, el hormigón armado, etc., así como una actividad pictórica muy interesante, de gran expresividad y de recursos cromáticos y matéricos que merecen mucho la pena y con lo que disfrutamos quienes la conocemos.

Jesús Moreno Guardiola

Catedrático de dibujo.

Fotos: Luis Urbina

Antonio Buitrago Puche

Considero que el don del arte es concretar cualidades que habitan en todos los corazones, pero que solo unos cuantos, jubilosos, nos muestran. y es ese júbilo el que Antonio Buitrago nos contagia en su periplo de sueños y sentimientos, en su particular relación con la pintura en tanto que escritura dinámica, vital, en la que la creación que toda obra representa supone una continua génesis del mundo en la mente del pintor, porque. ¿Acaso son las ideas realidad? No olvidemos que la pintura, aunque basada en la realidad, es realidad distinta pero no por ello menos esencial. Y al serlo, no se puede negar la turbadora relación que existe entre la turbadora relación que existe entre la perspectiva, el color o la luz de una pintura que más que mostrarnos temas nos sugiere temas intrínsecos al concepto y a la forma de la representación plástica.

Frente a la idea de que las figuras que las líneas delimitan, proporciona el dato de lo que es, Buitrago encarna el valor de la ruptura y, con una pintura especulativa preocupada por la forma, escala el camino muchas veces tortuoso, no siempre fácil, del encuentro con la noesis que quiebre las sombras de todo mundo subterráneo. Sus armas serán unas veces la luz, otras el color que estalla, en ocasiones el color que calla (porque el color también modela), en un dialogo constante de arte y oficio, de oficio y arte que busca la emoción que rasgue las tinieblas y que los ojos tenebrosos del prisionero recobren vida. Porque, ¿acaso no pueden los sentimientos ser luminosos?

Y vivir a Antonio Buitrago es darse cuenta, que “pintor” no es un ser es un estar, estar atisbando, escrutando el universo para manifestarse, el manifestarlo como libertad. es vivir a un enamorado de la naturaleza en estado puro que pinta las cosas como las piensa, y, al desvelarlas, nos desvela una forma permanentemente activa de vida. Así surge un vigoroso impulso, una intensidad pictórica que hace evidente la metamorfosis expresiva de la realidad por medio de la pintura, mezclas de trazo, de color, que pasar y traspasan los lienzos como rayos que con fuerza quieren transmitir, o bien con brisas que nos traen serenos sentimientos de sosiego y blandura en esos paisajes solitarios de figuras, pero que, sin embargo, nos sugieren caminos transitados capaces de contarnos sus anécdotas en un tiempo tranquilo.

Emergen en otros momentos temas y trazos que traducen sentimientos más calientes, y la sensualidad y el erotismo adoptan formas de mujer en las que el brío, la sutileza y la mezcla de sentimiento y color proyectan la emoción y arrancan, de ojos ajenos al pintor, fuego, entusiasmo, y … devoción, seduciendo en un diálogo de cruce de miradas que se devuelven entre sí un algo en común: un latir al son.

Antonio Salmerón Lucas

Catedrático en Filosofía

Fotos: Luis Urbina

José Bermúdez

José Bermúdez Abellán, pintor de paisajes urbanos, que tiende a una síntesis de formas y de superficies, a reflejar el interior del artista, de manera que las calles o los edificios representados quedan transformados mediante la pintura en espacios subjetivos. El interior del artista se proyecta sobre el paisaje de manera que las superficies planas van adquiriendo plasticidad, y son más que la mera presentación de unas vistas o una localidad, sino que reflejan un estado de ánimo que se proyecta sobre el paisaje.

Julián Pérez Páez

Fotos: Luis Urbina

Pedro Avellaneda

Pintor autodidacta, nos demuestra un amplio recorrido temático, recurriendo a diversas técnicas como son el óleo, la acuarela o los acrílicos. Su autodisciplina, sumisa a la devoción de cada momento, desde la concentración a la dispersión de lo que le embarga y preocupa, ofrece como resultado un abrumador conjunto de paisajes, bodegones o cuadros meramente expresionistas con signos caprichosos que parecen responder a vivencias y sugestiones mentales de una enorme plasticidad como resultado, despertando en muchas de sus obras una especie de subconsciente. Ante todo, la obra de Pedro Avellaneda imprime esa libertad de expresión de los grandes artistas, característica tan valiosa en el mundo del Arte. No hay indiferencia por la estética en su caso, al contrario, sus cuadros tienen dotes de espontaneidad, gracia y trascendencia.

Su pintura es la huella de su vida, cada cuadro, un gesto tan natural como un paisaje baldío, un amanecer, el fluir del agua, el ocaso, un camino, dan un paso marcado en el tiempo. Paisajista por antonomasia plasma las primaveras, los otoños, cualquier estación, descubriendo de cada una de ellas los matices cromáticos producidos por la intensidad de la luz, con una técnica rápida y segura.

Pedro en sus paisajes, hermosas sinfonías de colores, pinta lo que ven sus ojos, expresando lo más efímero, sin dobleces, de una manera directa, combinando en su paleta los tonos fríos y cálidos demostrándonos su gran poder de captación.

Fotos: Luis Urbina

Ana Almela

La sutileza febril y volcánica de su pintura

Vestida de desnudez, así naciste,

fundación de aire, vida y vuelo.

Antonio Lucas

Hoy el arte se desarrolla en un inquietante remolino de idas y venidas, de convulsiones y agitaciones como nunca antes tuvo. El eclecticismo actual es paralelo al deseado mestizaje de aterrizaje inmediato que será, sin ningún tipo de duda, el talismán, el símbolo, la identidad del mundo de inmediato futuro, probablemente.

En la pintura de nuestro momento se desdeña el argumento a cambio de que lo representado sea pura pintura. Importa poco el asunto a representar, sino, cómo se va a representar. Nunca antes se dijo lo contrario durante el pasado siglo XX, salvo en ámbitos académicos.

En los años veinte del mencionado siglo XX, cuando París fue el epicentro de aquella incesante búsqueda de nuevos lenguajes, modos, formas y conceptos que dio nombre a tantos ismos, o sea a la época de las vanguardias, aquel momento en nada se parece a la convulsión y, por qué no decirlo, a la enriquecedora confusión de hoy.

Se dice con intencionada y viciada insistencia que: “la Pintura ha muerto”. No es cierto. Está algo en desuso la palabra vanguardia . Y también esto es cuestionable. Porque el hombre está ahí, en medio del huracán, de todas sus crisis y, las vanguardias son el hombre. Creo que nunca el arte, con la Pintura y la Poesía a la cabeza, ha estado más inquieto y vitaminado que en estos momentos.

Y de estos momentos es, y a esta hora pertenece, una muy interesante y jovencísima artista, la pintora Ana Almela. Hace pocos días visité su estudio, su santuario laico, su laboratorio de sueños. Allí me encontré con un conjunto de obra de una joven mujer que irrumpe al proceloso, inquieto y mágico mundo del arte con fuerza, mucha fuerza y con el perfume y los honores de una vibrante floración primaveral. Viene con el bagaje de su formación académica y también con los modos y la retórica plástica que esto conlleva….sabedora de ello, lo convierte en inteligente retórica.

Lo primero que me llamó la atención, junto a la poderosa obra que me mostró fue, su ya conocida imagen de aparente serenidad y moderación con que se comporta en permanente conflicto interior con su desmedido sentido volcánico de búsqueda, de hallazgos, de arrepentimientos, de volver a empezar, etc. Y también de un querer sacudirse los posos y los vicios inevitables de una formación universitaria de una cierta ortodoxia.

Ana sabe aprovechar las técnicas aprendidas en esa formación para saber después olvidarlas por sabidas.

Ana Almela sabe muy bien que el cuerpo humano es la escala de todas las cosas visibles e invisibles del mundo. Desde los remotísimos orígenes de las primeras manifestaciones artísticas hasta hoy, no hay nada más representado en el arte de todos los tiempos que el cuerpo humano, sus parcelas o sus fragmentos. Sigue la tradición, pero sabe bien que todo nuevo lenguaje es hijo inevitable de esa tradición. Aporta a la temática una forma de expresión muy suya. Demuestra que con un par de tonos de un indeterminado color, cuando hay una mano, un sentimiento y un corazón de artista, se produce el milagro de la potencia expresiva que ella nos ofrece. A la vez, Ana Almela nos interroga con esta esperanzadora obra, marca su parcela que irá ensanchando constantemente, hasta hacerse dueña de un gran territorio que es tanto como decir de un gran lenguaje.

Sabe también que en arte todo lo insinuado es más inquietante y aleccionador que los lenguajes determinantes, rotundos y remarcados. De ella esperamos, con la impaciencia que nos crea los personajes jóvenes con incuestionables grandes condiciones artísticas, esas insinuaciones mágicas a las que nos va acostumbrando, más que al grito artificioso de la fácil y ramplona cohetería que también abunda en el arte actual. Subir como la pólvora rápida y atronadora del cohete, para de inmediato bajar la caña apagada sin ruido ni valor.

Ana Almela no es de cohetería, afortunadamente, su pintura está hoy entre los pianos de Chopin y Satie.

José Lucas

Fotos: Luis Urbina

Abellán Juliá

Juan Antonio Abellán Juliá nació en 1961 en un pueblo de Murcia donde siglos antes nació la madrastra del último rey musulmán de Granada, estoy hablando de Cieza.

A fuerza de sortilegios yo me empeñé en encontrar referencias a mundos de los cuales tengo vagos colores y Abellán Juliá tiene bellas herencias. Juan Antonio llega a México y aquellas luces se mezclan con nuestras luces y surgen estos cuadros que antes tenían una cierta referencia mediterránea y hoy tienen una cierta noticia de nuestros ríos.

Abellán Juliá inventa cuando pinta y cuando inventa sueña de alguna manera.

Los cuadros de Abellán Juliá tienen por lo tanto mucho de tapices y mucho de paisajes abstractos entre cuyas abstracciones surgen inventos reveladores cuando no son sino noticias de una naturaleza que el autor recrea gozosamente.

He visto sus primeros cuadros en la galería Landucci. Fueron, los que yo vi, obras de grandes proporciones nacidas dentro de un paisajismo muy luminoso como corresponde a las luces que él vio por primera vez.

Ahora enfrentado a estas otras luces que va descubriendo entre nosotros surgen estos tiempos nuevos que el pintor no había podido sino soñar.

Juan Antonio Abellán Juliá llega a nosotros con una paleta vieja, pero atenta al cambio. Sus cuadros son tanto un goce por lo nuevo como también por lo que puede llegar a sorprendernos.

Quiero señalar que entre la pintura de Abellán Juliá y mis textos periodísticos ninguna relación puede encontrarse, ya que la mamá del último rey moro nada tiene que ver, que yo sepa, con los marineros cántabros por mucho que estos miren con respeto a Cuauhtémoc.

Y sin embargo, por un milagro que yo no se si tiene que ver con la pintura o con misterios singulares el heredero de la reina mora se ha hecho amigo del escritor Taibo. Y tan amigos son que hoy me comprometí a escribir un elogio de un cierto cuadro que primero vi en la galería Landucci y ahora veo ante mis narices. Pero no es fácil hablar de un bello cuadro cuando no se tiene a mano colores y talento.

Tendré que decir que Abellán Juliá es un artista imaginativo y que sus lienzos tienen mezclados la gracia de las mariposas junto con multitud de vuelos y revuelos que quien sabe de donde se los habrá sacado el tataranieto de la reina mora.

Paco Ignacio Taibo, Escritor y periodista

Columna “Esquina Baja”, periódico El Universal.

México, D.F.

Fotos: Luis Urbina

¿Qué pinta Cieza?

Ficha Técnica Proyecto: ¿Qué pinta Cieza?

Comisarios: Joaquín Salmerón Juan y Pascual Vera Nicolás

Idea original: Conrado Navalón Vila

Coordinación: Ana Mª Martín Luque

Fotografía: Luis Urbina.

Diseño Web: Antonio Nicolás y Luis Urbina


El proyecto fue presentado hace ahora un año en una primera fase que supuso su incorporación a la revista electrónica ‘Campus Digital’. La iniciativa recoge obras de 52 artistas nacidos en el municipio murciano para darla a conocer desde la plataforma de esta revista electrónica, que recibe mensualmente visitas de internautas de más de 90 países y que acumula desde su creación más de 600.000 visitas.

Esta iniciativa ha posibilitado que la obra, la biografía, reseñas y caracteres más definitorios de la obra de los artistas ciezanos sea conocida internacionalmente –el proyecto ‘Qué pinta Cieza’ recibe mensualmente en ‘Campus Digital’ más de 4.000 visitas de los cinco continentes.

El proyecto está organizado por el museo Siyasa, la Fundación Los Álamos de Cieza, Centro de Estudios Históricos Fray Pasqual Salmerón, el Ayuntamiento de Cieza y la Universidad de Murcia, a través de la revista Campus.

Los artistas: