Venturas y desventuras de la ciencia urbanística

Hubo un tiempo en que el urbanismo y su fin último, que no era otro que la ciudad y el hacer la vida ciudadana lo más amable posible, era el resultado del análisis científico y tenía su plasmación física mediante técnicas y expresiones artísticas que diseñaban la ciudad en función del medio físico y humano y su relación con el entorno.

Las diferentes variables que intervienen en el diseño de la ciudad eran procesadas de forma multidisciplinar por profesionales, arquitectos, ingenieros, geógrafos, sociólogos, economistas, etc, dando cohesión y coherencia a la ordenación de la ciudad y el territorio. El objetivo era el desarrollo del ser humano, las relaciones entre los habitantes de la ciudad, el sistema productivo, la habitación, el ocio, la cultura, la defensa, etc.

La evolución y las previsiones de población, empleo y demás actividades económicas, determinaban el tamaño de la ciudad, de sus áreas residenciales, comerciales, industriales y de servicios, que se completaba con zonas verdes para el esparcimiento y equipamientos para ocio, cultura, educación, sanidad, administración y demás servicios públicos.

El territorio, el medio y los recursos naturales condicionaban asimismo el desarrollo de la ciudad, mientras la topografía y la topología incidían en su forma. Arquitectos e ingenieros eran los encargados, una vez procesadas y evaluadas todas las variables, de plasmar gráficamente mediante planos, normas y ordenanzas la imagen de la ciudad, donde la representación artística tenía un indudable peso especifico a juzgar por las más bellas ciudades que nos ha legado la historia.

El arte de las ciudades no solo se manifiesta en sus edificios como forma más palpable de expresión artística, sino que es a través del urbanismo que adquiere su máxima dimensión y se conforma como un autentico imperio de los sentidos. La ciudad no es solo una representación formal donde las artes plásticas, encabezadas por la arquitectura, tienen su medio de expresión. El urbanismo incorpora la naturaleza, vegetación, agua, luz, soleamiento, viento, color, sonido, olor, tacto, conforme a los diferentes periodos históricos y culturas que le toco vivir.

Pero todo ello es el pasado, aquel urbanismo, aquellos principios que lo inspiraron a lo largo de la historia han pasado, pues eso, a la historia. La ciudad ya no podía desarrollarse con ordenanzas estéticas, del buen hacer y urbanidad. A partir de la revolución industrial, mediado el s. XIX, adquiere nuevas dimensiones con la incorporación de novedosas variables, como la zonificación o especialización del suelo en función de los usos y, fundamentalmente, con la aparición de la figura del promotor privado y el ánimo de lucro. La ciudad es negocio, y el valor de uso es desplazado progresivamente por el valor de cambio de una forma progresiva que alcanza su máxima dimensión en nuestros días. Ya no se adquiere una vivienda solo por necesidad sino porque es negocio.

Es el periodo de los ensanches de las grandes ciudades cuyo máximo exponente es el “Ensanche Cerdá” de Barcelona al que luego sucederían el resto de grandes ciudades, y la aparición de las conocidas compañías metropolitanas. El urbanismo precisaba de regulación jurídica conforme la iniciativa privada sustituía a la pública, y es a través de sucesivas leyes, cada vez mas intervencionistas y coyunturales, como el urbanismo se convierte en oscuro objeto del derecho en manos de políticos, propietarios, especuladores, grandes inmobiliarias y gurús del derecho urbanístico. La ciencia urbanística va siendo desplazada y arrinconada por la regulación jurídica, no ya del urbanismo, sino del suelo y la propiedad como elementos esenciales del urbanismo.

Los principios inspiradores del urbanismo son accesorios frente a la Ley, al menos en España, el derecho urbanístico es el que dice lo que es o no es. El suelo urbano es el que dice la Ley y el suelo urbanizable o susceptible de ser urbanizado es todo el suelo patrio que no esté especialmente protegido, salvo en la Región de Murcia que es incluso el especialmente protegido si juzgamos por la desprotección de Cabo Cope, Calblanque, y otros espacios naturales.

Las leyes del suelo habidas en España desde 1956 tienen un denominador común en su exposición de motivos que es algo así como una declaración de principios, se refieren a la función social que ha de cumplir la propiedad del suelo , pues bien, este principio es precisamente el objeto fundamental (el oscuro objeto de deseo) que persiguen las últimas leyes del suelo. ¿Como proteger la sacrosanta propiedad del suelo, para que la función social que se supone debe desempeñar, se pague al más alto precio?.

La evolución de la legislación urbanística nos muestra la tendencia a una mayor protección y consideración de la propiedad privada en detrimento de lo público, lo natural y lo sostenible, en suma. El aprovechamiento urbanístico es asignado en un 90% al propietario del suelo por el simple hecho de serlo y su valor es el de mercado, por lo que si la administración precisa de ese suelo deberá pagar (expropiar) a un valor de mercado, que es precisamente resultado de las plusvalías que la propia administración le da. Y todo ello virtual, porque el propietario no tiene obligaciones urbanísticas si no desea urbanizar, en un sistema que los expertos denominan desregulador.

El derecho comparado en materia de urbanismo nos muestra cómo la legislación española ha tomado del resto de países, aquellos instrumentos que garantizan el derecho de propiedad y su valoración, como es el caso de la adopción del valor de mercado, cuya aplicación encarece muy notablemente las expropiaciones en función del virtual aprovechamiento urbanístico a que antes nos referíamos. En los países “civilizados”, el aprovechamiento urbanístico es clave tanto para la planificación urbanística, que no está condicionada por ello, como para el régimen de valoraciones. Por lo general el aprovechamiento urbanístico pertenece a la colectividad, representada por la administración. Y la ejecución del planeamiento urbanístico, desde el sector privado, pasa por la adquisición, negociación o concesión de derechos de aprovechamiento. Es decir que, reconociendo el derecho de propiedad y la iniciativa privada, la administración interviene y regula el mercado del suelo no solo por medio de la planificación, sino por medio del aprovechamiento urbanístico que, en mayor o menor medida y según qué país, pertenece a la administración. Lo que ha quedado demostrado como autentico disparate y que precisa de una corrección urgente, es el actual sistema de valoraciones en función del aprovechamiento urbanístico y del valor de mercado, en una situación inflacionaria en lo que al suelo respecta, como consecuencia de la especulación, la acumulación de capital, el refugio de dinero negro y las expectativas generadas en algunas comunidades de desarrollo a tutiplén.

En esta situación son los alcaldes y concejales del ramo los verdaderos artífices del urbanismo. Los razonamientos técnicos y científicos dejan de tener sentido, la ciudad no crece o desarrolla hacia donde debería hacerlo sino donde los políticos y promotores deciden, en función de intereses mas o menos espúreos. Las áreas industriales ya no se disponen donde los vientos dominantes y la naturaleza del terreno aconsejan, sino donde convenga a otros intereses. Todo el suelo no protegido puede ser urbanizable porque la Ley así lo dice, y llegado este punto es donde queda un resquicio de discrecionalidad municipal para proteger algo más o preservar del desarrollo urbanístico aquellos territorios que algún político ejemplar considere merecedores de ello.

En resumen, la norma es urbanizar y edificar, lo excepcional es proteger y no urbanizar. El territorio municipal puede ser urbanizado en su totalidad si así lo decide el consistorio y la Ley lo ampara. No existen argumentos técnicos o científicos que puedan oponerse al imperio de la Ley y el ladrillo, la ordenación del territorio deja de tener sentido (de hecho no existe), la estructura general y orgánica es inexistente e inutil, las infraestructuras imposibles de prever, las previsiones de población y la sociología son papel mojado, la dispersión de la ciudad y los ciudadanos se extiende en todas direcciones sin usos diferenciados y con un alto consumo de suelo. Los recursos naturales, como el agua, no son condicionantes de nada, y regiones como Murcia se convierten en una de las principales potencias del Golf en España porque hay “agua para todos”. Para el urbanismo solo hay un Dios: el desarrollo económico, desarrollo a toda costa (y nunca mejor dicho), desarrollismo que se dice respecto a las cosas que han pasado pero no para las que van a pasar, especulación, corrupción e ineptitud. El urbanismo es, hoy por hoy, una ciencia muerta y con muy pocos visos de que pueda resucitar.

Quedaba la esperanza de que, al igual que sucede con las cuestiones medioambientales, el urbanismo hubiera sido incorporado o tratado en alguna directriz europea pero no hay nada al respecto. Las competencias en materia de urbanismo son casi exclusivamente municipales, es decir del Ayuntamiento, del alcalde, del concejal, de…