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Tercer premio del IV Concurso de Relatos Cortos 2019 de Enfermería

‘Sentir en su justa medida’ por Delia Martínez Martínez

Con este relato no pretendo contar mi experiencia en Enfermería, tampoco mi experiencia de prácticas en el Hospital, lo escribo con el único fin de ayudar a los estudiantes de Enfermería que sientan en algún momento miedo, desesperanza e incertidumbre.

Creo que la mayoría de nosotros en algún momento del grado hemos sentido algo parecido a los tres adjetivos mencionados anteriormente, e incluso podríamos añadir un sinfin más. Es gracioso que comience con emociones tan negativas este relato, ya que
cuando descubrí que había conseguido plaza en la Universidad solo sentía ilusión, satisfacción porque mis esfuerzos habían sido recompensados y ganas de luchar por llegar a dedicarme a este modo de vida, porque así lo concibo. La elecciÓrlde cuidar no
queda en el Hospital, te acompaña el resto de tu vida.

Me gustaría transmitir que toda esa ilusión nunca ha desaparecido en mí, pero aunque me duela decirlo, Enfermería también ha despertado partes en mí que ni siquiera conocía, hubo momentos en los que no me reconocía. En prácticas me preguntaba dónde estaba la seguridad y la valentía con la que había empezado la carrera. La debilidad del momento hizo que cuestionase mi capacidad para conseguir terminar
Enfermería. Creo que es cuestión de tiempo y eso es algo que me costó bastante aprender, esta profesión requiere adaptación, constancia, mucha voluntad y ganas de aprender. No podernos permitir dudar de nosotros mismos porque si lo hacernos los
pacientes jamás confiarán en nosotros y la confianza es el motor de la relación enfermera-paciente.

Sé que no es agradable escuchar estas palabras, pero todo esto siento que nos hace ser fuertes para desempeñar el que será nuestro futuro trabajo, porque la Enfermería no solo es vida, también es muerte, muerte al ver cómo unos hijos se despiden de su padre y él
sigue luchando por vivir; y muerte cada vez que ves el desaliento en el ojo ajeno. Retomando mi objetivo quiero recordarles que en estos casos no existe el “no hay nada que hacer” sino el ”voy a estar ahí apoyándote”. Enfermería no trata de salvar vidas, su
propósito es que el paciente sienta al final de su vida todas sus necesidades básicas cubiertas; la muerte no es un fracaso si el cuidado que le hemos realizado al paciente ha
sido adecuado y digno.

En ocasiones siento ese miedo mencionado al principio y lo he sentido cada vez que empiezo un periodo nuevo de prácticas, pero es un miedo totalmente diferente al resto, es miedo a lo desconocido, a no llegar a la altura de la situación y miedo a sentir que no
soy lo suficientemente bueno para esta profesión. Por suerte se va desvaneciendo conforme adquirimos seguridad y práctica, pero en mi opinión no desaparece del todo porque es una sensación que nos hace estar alerta y por qué no decirlo “engancha”. He
aprendido a “utilizar” ese miedo en mi favor y a que no me suponga una barrera en mi trabajo.

Otro punto importante del que me gustaría hablar es la desesperanza, esa que hace que te preguntes por qué estás haciendo esto. Siempre intento responderme diciendo: “por
ellos”, “por los pacientes” y puede sonar a tópico pero es cierto. Lo siento como una manera de devolverles lo que depositan en nosotros: su intimidad, su confianza y su aprendizaje. A veces los pacientes te cuentan su experiencia y hacen que agradezcas la
vida y que veas el mundo de una manera que nunca hubieras imaginado, al igual que ellos, probablemente olvidaremos su nombre cuando se vayan del Hospital e incluso olvidaremos totalmente su historia, pero jamás desaparecerán los sentimientos que te
transmitió esa persona. Por el contrario, en ocasiones he intentado “no sentir”, me refiero a que nada me afecte, a no sentir tristeza ni pena, pero me he dado cuenta que si hacemos esto tampoco sentiremos alegría ni esperanza. Según me han enseñado hay que
“sentir en su justa medida” para poder trabajar sin que esos sentimientos nos impidan ser profesionales, pero tampoco nos deben impedir ser humanos.

A raíz de esto me surge una duda y es: ¿dónde está el límite?, es decir, ¿hasta dónde me debo de implicar con el paciente y hasta cuándo debo parar y establecer “una barrera”? , esta pregunta no tiene una única respuesta, sino tantas corno enfermeras hay, el límite
lo marcas tú. Tampoco creo que sea bueno ni sano esconder esas emociones que nos causan algunos pacientes como el “no llores, no llores” que nos repetirnos cuando fallece un paciente con el que habías creado cierta afinidad o el: “no te encariñes aunque
te recuerde a tu abuela” que nos decirnos a nosotros mismos. En cuanto a emociones no se trata de no sentir nada o sentirlo todo, se trata de dosificar y saber cómo hacerlo en cada momento.

Como estudiante de Enfermería pienso que en nuestro caso no se establece solo la relación estudiante-paciente, se establece una relación muy importante con el resto del personal sanitario: médicos, auxiliares, celadores y la más importante, con nuestra tutora o tutor de prácticas. Esta persona va a ser un apoyo muy importante en nuestras prácticas y debernos “exprimir” cada gota de experiencia de ese profesional tanto si conectarnos con él o si no conseguirnos establecer dicha relación, siempre se puede aprender algo de una persona, solo hay que saber buscarlo. Sé también que intentarnos
agradar a nuestro tutor, que nos vea motivados y con ganas de trabajar, pero a veces no es suficiente, simplemente las personas somos muy diferentes y por ello no siempre puede haber esa “conexión” con nuestro tutor que en ciertos momentos necesitarnos,
porque ellos para nosotros son la experiencia, la confianza y la seguridad; son nuestro modelo tanto positivo corno negativo, para lo bueno y para lo malo, los tornarnos corno referencia para saber cómo quiero ser o cómo no quiero ser ejerciendo mi profesión.

Tengo que reconocer que de vez en cuando necesitas seguridad y esa seguridad la buscamos en nuestro tutor, sentimos dudas, temor y nos preguntamos ¿lo estaré haciendo bien? constantemente, por ello se agradecen ciertas palabras de ánimo y apoyo para seguir adelante, no quiero decir que no deban corregimos , ni mucho menos , pero
creo que resaltando de vez en cuando los aspectos positivos de nuestros cuidados hará que sintamos el impulso que necesitamos .Por otro lado, como he mencionado, también
es necesario corregir, no debemos sentir que van en contra nuestra ,sin corrección no hay aprendizaje. En Enfermería “no todo vale”, al tratar con personas no hay un término
medio, en mi opinión o lo haces bien o mal. Es un ser humano, debemos exigimos perfección porque de nosotros depende el cuidado de la persona.

Nuestro cuidado hacia el paciente no es el cuidado de una madre hacia un hijo, es decir, no es un cuidado informal e innato, es un cuidado formal además de vocacional y por
ello , porque es nuestra elección debemos ser consecuentes con ésta y dar lo mejor de nosotros, pero no solo basta con el corazón y las ganas ,es derecho del paciente que los profesionales que lo atienden estén cualificados y formados para esos cuidados y además tenemos que aseguramos que esos cuidados están actualizados y evidenciados.

Para la profesión del cuidado (que es Enfermería) no nos basta con ayudar al paciente a cubrir sus necesidades básicas, debemos ser conscientes de que también somos educadores en salud, esta labor es una responsabilidad muy importante para nuestra profesión, debemos “empoderar” al paciente para que sea conocedor de su propia salud o enfermedad, me refiero a que cómo va a “luchar” contra algo que no conoce. La educación para la salud nos hace partícipes del avance y de la mejora de la salud en la
comunidad, nos hace formar parte de lo más importante para el ser humano, su salud.

El conocimiento es poder y el poder es decisión. El “empoderamiento” hace al paciente ser consecuente con sus decisiones y con ello consecuente con su salud – enfermedad. Él debe ser partícipe de todo el proceso no ser un mero espectador.

Debemos acompañar y nunca dirigir el camino de la persona, pues realmente lo que cuenta es la voluntad de ésta.

Aunque nos cueste creerlo somos el ejemplo a seguir de la población, como todo profesional sanitario. Creen en nuestro consejo y por ello debemos hacerlo con la mejor evidencia posible, sin excedemos de nuestro rol y de nuestras funciones. Como estudiantes nos suelen preguntar en prácticas y no siempre sabemos las respuestas o no
siempre son fáciles de responder, debemos saber hasta dónde quiere conocer el paciente y a partir de ahí decidir quién es la persona correcta para hacerlo. Por otro lado, tampoco debemos mentir al paciente, ya que es en este momento cuando pierde toda la
confianza que podía sentir en nosotros. Se trata de dar la información “en la cantidad que el paciente necesite” y dando falsas esperanzas tampoco lo ayudamos.

Para terminar, sé que la incertidumbre sobre el futuro en nuestra profesión puede ser una de las principales preocupaciones para nosotros cuando terminemos la carrera, pero
aunque sea difícil necesitamos que esta profesión sea visible, está en nuestras manos conseguir que la comunidad tenga un nuevo concepto de la Enfermería y darle poder a
esta profesión para que pueda trabajar de manera autónoma aunque siempre en equipo. No se pueden realizar cambios en algo que no se aprecia y no se cree importante, por ello la Enfermería debe ser considerada un eje fundamental para tratar la salud de las
personas (seres biopsicosociales) y más importante, su cuidado.