En el frontispicio de la actividad periodística hay una serie de reglas que entroncan con los primeros momentos de este oficio, que conviene repetir que se debe a la sociedad al completo. Entre esas bases está el que la Prensa pregunta y critica lo que no le parece bien. La práctica, que empieza a repetirse con una cierta frecuencia, de no dejar que la Prensa, que los periodistas, que los representantes de los medios y de la sociedad, pregunten en las ruedas y convocatorias, es un vicio detestable que conviene rechazar por muchos motivos y con, entre otras, las siguientes consideraciones: