Me escribe una colega de profesión una carta que me llena de tristeza por varios motivos: primero, porque lo que dice ocurre con excesiva frecuencia; segundo, porque la bella profesión de periodista no está en su mejor momento (algo que conocemos), y lo vemos con cientos de ejemplos; y tercero, porque me da testimonio de una situación en la que el profesional de la información es objeto de rechazo, de boicot, de censura o de reproches en el ejercicio de su loable labor de servicio público, de dedicación plena a la sociedad.
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