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“Shakespeare sigue dando mucho de sí, en él siempre se encuentra lo que se busca” (Ángel Luis Pujante)

Entrevista con Ángel Luis Pujante, coautor de “Shakespeare en  España” y uno de los más reputados especialistas en el dramaturgo

“Tanto en España como en otros países, todo el que ha podido decir algo sobre Shakespeare no se ha quedado sin decirlo, especialmente los persononajes públicos”

(En la imagen, el profesor Ángel Luis Pujante. Foto: Luis Urbina).

El libro “Shakespeare en España. Bibliografía anotada bilingüe”, de Ángel-Luis Pujante y Juan Francisco Cerdá Martínez como editores, publicada, publicada por Editum, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia, en coedición con EUG (Editorial de la Universidad de Granada), ha sido premiado por la Unión de Editoriales Universitarias Españolas en la categoría de mejor coedición interuniversitaria. La obra  ha sido calificada por el jurado como “una obra oportuna sobre Shakespeare en su aniversario, realizada por el mayor especialista en el tema que pone al día  todo lo que sobre el autor se escribió y publicó en España o por españoles”.

Los premios los ha fallado un jurado independiente y de reconocido prestigio, distinguiendo las mejores obras publicadas por las universidades y centros de investigación españoles durante 2014.

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Los autores del libro premiado, ante la Facultad de Letras. Foto: Luis Urbina.

El profesor emérito de la Universidad de Murcia Ángel-Luis Pujante, considerado el mayor especialista español en Shakespeare, y coautor del libro, afirma  que “el premio no es sólo para sus autores, sino también para su proyecto de investigación, para nuestra editora universitaria y, en suma, para nuestra universidad”. En la entrevista que sigue nos ofrece algunas de las claves de la publicación premiada, al tiempo que nos ilustra sobre las diferencias de la acogida de la obra shakesperiana en nuestro país en los últimos tres siglos.

La publicación forma parte del proyecto “Shakespeare en España en el marco de su recepción europea”, aprobado por el Ministerio de Educación en el año 2000, que fue dirigido hasta el año 2008 por el profesor Pujante y actualmente por Keith Gregor. En el mismo están integrados también Elena Bandín, Laura Campillo, Francesca Rayner y Noemí Vera, y este año Dirk Delabastita, catedrático de la Universidad de Namur (Bélgica). El proyecto tiene como principal objetivo contribuir al conocimiento y estudio de la recepción de Shakespeare en España desde el siglo XVIII, y relacionarla con la recepción de Shakespeare en el resto de Europa.

El profesor de la Universidad de Murcia Ángel Luis Pujante, considerado el mayor especialista español en Shakespeare, y coautor de del libro premiado ofrece en la siguiente entrevista algunas de las claves de la publicación premiada, al tiempo que nos ilustra sobre las diferencias de la acogida de la obra shakesperiana en nuestro país en los últimos tres siglos.

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Foto: Luis Urbina.

-Pregunta: Antes del libro “Shakespeare en España. Bibliografía anotada bilingüe”, ganadora del premio  a la mejor coedición de las Universidades españolas, usted ya había trabajado en el tema de la presencia de Shakespeare en nuestro país remontándose al siglo XVIII.

-Respuesta: El libro sucede a otro anterior, “Shakespeare en España. Textos 1764-1916”, publicado en 2007 también con la Universidad de Granada, y preparado por mí en colaboración con la profesora Laura Campillo. En él se recogió una amplia selección de textos críticos sobre Shakespeare escritos en España o por españoles entre 1764 y 1916, debidamente introducidos y anotados. Tuvimos que cortar en 1916 porque a partir de ese año los textos críticos crecían en número y extensión, y no cabían en ese volumen (que ya superaba las quinientas páginas). Además, 1916 era un año simbólico en tanto que tercer centenario de la muerte de Shakespeare y Cervantes.

-P:¿Cuál fue su intención y la de su compañero Juan Francisco Cerdá a la hora de emprender la elaboración de un libro tan complejo como “Shakespeare en España. Bibliografía anotada bilingüe”?

-R: Desde 1990 la recepción de la obra de Shakespeare en Europa ha suscitado un gran interés académico. Por tanto, nos propusimos que este libro diese a conocer la presencia de Shakespeare en España entre 1764 y 2000, que fuese un instrumento fundamental para investigarla y que facilitara su conocimiento a la comunidad internacional —por eso preparamos una edición bilingüe (español-inglés)—. Y tenía que ser una bibliografía con una orientación semejante al libro de 2007, que empezara también en 1764, pero llegara al menos hasta el final del siglo XX. Eso sí, una bibliografía en la que cada una de las casi setecientas referencias bibliográficas seleccionadas viniera acompañada de un resumen de cada artículo o libro en inglés y en español, para que, como he dicho, toda esta información tuviera la más amplia difusión internacional, especialmente entre los shakespearistas europeos.

-P: Se trata de un trabajo complejo en el que ha habido otras colaboraciones.

-R: Efectivamente, se trata de un trabajo de colaboración, no sólo con el coeditor, Juan Francisco Cerdá, sino también con Laura Campillo y Noemí Vera. Aunque yo haya sido el primer editor y supervisor, entre los cuatro nos repartimos los resúmenes, y Keith Gregor los iba traduciendo al inglés mientras nosotros seguíamos rastreando documentos y escribiendo los resúmenes. En total, siete años.

-P: ¿Este libro podría ser el comienzo de otros en los que se incidiese sobre la recepción de Shakespeare en otros países europeos?

-R: Sería ideal que se elaborasen libros como éste en otros países europeos, porque así se podría escribir la historia de la recepción europea de Shakespeare sobre una base bien sólida.

Quisiera recordar que aquí en Murcia contribuimos decisivamente a la creación de la actual ESRA (European Shakespeare Research Association), que celebra congresos bienales en universidades de toda Europa desde el de Murcia de 1999, y nos permite mantener un contacto académico permanente con colegas shakespearistas de muchos países. Precisamente, en julio presentamos nuestro libro en el congreso de ESRA, celebrado en la Universidad de Worcester, Inglaterra.

-P: Mil artículos y escritos sobre Shakespeare desde 1764 hasta el 2000. De ellos, ustedes se han centrado en casi 700 ¿Qué evolución se vislumbra en estos escritos sobre la consideración de  la figura de Shakespeare en por los españoles?

-R: La evolución, viene a coincidir con la que se va observando en el resto de Europa desde el siglo XVIII. Fue en ese siglo cuando la obra de Shakespeare llegó al continente europeo pasando por la aduana cultural francesa. En España, el debate sobre sus vicios y virtudes, que llegó de Francia, entró a formar parte de la polémica nacional sobre el valor del teatro del Siglo de Oro frente al neoclásico. Como la obra de Shakespeare no respondía a los patrones literarios del Neoclasicismo, de Shakespeare se dijo de todo en esos años. Por ejemplo, el jesuita Juan Andrés dijo que no veía en él las excelencias que tanto ponderaban los ingleses y que, aunque las hubiera, no se tomaría la molestia de buscarlas entre “tantas inmundicias”. Leandro Fernández de Moratín prologó su traducción de Hamlet con unas observaciones muy críticas con Shakespeare. Pero el Romanticismo iba ganando terreno y acabó convirtiendo a Shakespeare en el santo de su máxima devoción. Tanto es así que después quien se vio contra corriente y pudo rectificar, lo hizo, aunque fuese sólo en parte. Juan Andrés, a regañadientes y sin apartarse de su ideario neoclásico, reconoció al genio de la naturaleza. Moratín, también a desgana, eliminó parte de sus críticas:  si antes había escrito que los diálogos groseros de Shakespeare sólo provocaban la risa de “un populacho vinoso y soez”, luego sustituyó esto por “la risa del vulgo”.

Así que Shakespeare acabó siendo aceptado y muy admirado en España gracias al empuje del Romanticismo. A partir de ahí, quedó como un valor bien arraigado y se le fue estudiando y comentando desde los sucesivos puntos de vista críticos que predominaban en España y en Europa desde el siglo XIX. Por ejemplo, cuando se valoraba especialmente el retrato psicológico y moral de los personajes, los de Shakespeare acabaron tomándose como modelo. Cuando llegó el Naturalismo y se hablaba de Zola, Emilia Pardo Bazán decía que Shakespeare dejaba a Zola “tamañito”. Y así sucesivamente. Está claro que Shakespeare daba y sigue dando mucho de sí, y que en él siempre se encuentra lo que se busca.

Sobre la admiración de Shakespeare en España quisiera precisar algo. La existencia de un teatro clásico español contemporáneo al de Shakespeare ha impedido que en nuestro país se le llegue a valorar tanto como en otros  donde no hubo tal teatro nacional contemporáneo, como en Alemania, Rusia o Hungría. Además, esa existencia dio pie desde el siglo XVIII a un sinfín de comparaciones entre Shakespeare y algún dramaturgo español como Lope o Calderón, hasta que después se convino en que el único ingenio español comparable era Cervantes, como se confirmó con motivo del tricentenario de ambos en 1916. Creo que esta idea se va a mantener en 2016.

-P: ¿Sigue estando presente la figura de Shakespeare en el mundo actual?

-R: a valoración de Shakespeare se ha reforzado en la España del siglo XX y XXI gracias al desarrollo de los estudios shakespearianos en las universidades desde la creación de las primeras cátedras de Filología Inglesa, de modo que a finales del siglo pasado la crítica universitaria sobre Shakespeare era mayor que nunca. Fuera de la universidad, y sin olvidar la influencia del cine, Shakespeare también está mucho más presente que nunca en la escena española desde finales del siglo XX —aunque a veces uno se pregunta qué entienden por Shakespeare algunos directores de teatro—

-P: En su libro se recogen escritos sobre Shakespeare de periodistas, actores, políticos… díganos alguno de los que más le hayan sorprendido por lo inesperado de su autor o lo atrevido de sus juicios.

-R: Yo creo que, tanto en España como en otros países, todo el que ha podido decir algo sobre Shakespeare no se ha quedado sin decirlo, especialmente los persononajes públicos. Otra cosa es que sus opiniones hayan sido originales, serias o de circunstancias, que hay de todo.  Por cierto, de un tiempo a esta parte, oímos a unos y otros con sus citas (“como dice Shakespeare…”), bastantes veces mal traducidas o entendidas y fuera de contexto.

En cuanto a lo atrevido de algunos juicios, además de los ejemplos que he dado de Juan Andrés o de Moratín, en su día también me llamaron la atención las observaciones del propio Andrés y de José Blanco White sobre el conocimiento de Shakespeare en Europa y en la propia Inglaterra. El primero señalaba que muchos que alababan a Shakesperare no lo habían leído, y el segundo escribía en Inglaterra y en inglés que mucha gente de allí ni lo conocía ni lo leía, y que si no fuera por los teatros, muchos apenas tendrían conocimiento de él. Yo creo que esto de hablar de Shakespeare sin haberlo leído sigue vigente.

También puede parecer atrevido o llamativo lo que escribió Juan Valera sobre él en 1873 y después:  rebajó la importancia de Shakespeare, que a su juicio no pasaba del nivel de Calderón y no llegaba a la altura de Lope de Vega ni de Cervantes. Pero Valera partía de dos hechos: primero, de los elogios desaforados que prodigaban continuamente a Shakespeare, especialmente en el mundo anglohablante; y segundo, de la preponderancia política y económica de Gran Bretaña en el siglo XIX, sin la cual, a juicio de Valera, Shakespeare no tendría tanta proyección ni estima internacional. También puede sorprender la interpretación antiheroica de Hamlet que ofreció Salvador de Madariaga, para quien el príncipe danés era un egoísta a más no poder.

-P: Después de revisar y analizar tantos trabajos sobre Shakespeare, ¿qué visión piensa que se ha tenido en España de Shakespeare?

-R: Ha variado según las épocas. En el siglo XVIII sus detractores lo tienen por un bárbaro ignorante de las reglas, mientras que sus partidarios lo alaban como genio de la naturaleza que no necesita reglas. En el periodo romántico se opina que es él quien juzga al crítico y no al revés, y se le canoniza. Sin tanto fervor religioso, a partir de entonces  se le considera una referencia imprescindible de la literatura mundial, y en nuestros días algunos lo tenemos además como un factor de identidad europea. No sólo Shakespeare, claro; también otros como Cervantes o Goethe.

Hay una faceta que se fue extendiendo a partir del Romanticismo, y es la entrada de Shakespeare en la cultura popular. Enseguida nos viene al recuerdo la película “Shakespeare in Love”, pero es que uno de los aspectos distintivos de su recepción en España es precisamente su presencia como personaje de ficción en el teatro y la novela en tanto que creador dramático. Esto ya empezó en 1828 con la adaptación “Shakespeare enamorado”, siguió con “Guillermo Shakespeare” en 1853 y, en el siglo XIX culminó con “Un drama nuevo” de Tamayo y Baus, de 1867, que a mí me parece una obra estupenda y muy original. Ya en el siglo XX Shakespeare es protagonista de “Miguel Will” de José Carlos Somoza, que se estrenó en 1997, y de “El otro William” de Jaime Salom, estrenada al año siguiente. Y luego protagoniza el cuento “Hamlet” del mismo Somoza, publicado en 2008, y su teatro está detrás de cada capítulo de la novela “El cebo”, también de Somoza, de 2010. Y lo que vendrá…