Al igual que Vargas Llosa, Benedetti, José Hierro, Ana María Matute o Cabrera Infante, el escritor José Saramago se convirtió en una presencia habitual en la ciudad y en la Universidad de Murcia, donde acudió en tres ocasiones para participar en los encuentros literarios organizados por Victorino Polo.

Llegó en 1995 ( el mismo año que hanía escrito ” Ensayo sobre la ceguera”), invitado en primera instancia por la profesora Sagrario Ruiz, como él mismo escribe en sus diarios, y regresó a Murcia en febrero de 2000, un año y pico después de haber recibido el Premio Nobel. En el Rectorado de la UMU se le tributó un caluroso recibimiento presidido por el entonces Rector José Ballesta. Ante un nutrido grupo de periodistas, Saramago expresó su agradecimiento e hizo gala de la ironía tan particular con la que solía acompañar sus intervenciones.
En Murcia se sintió siempre arropado y querido , y en sus diarios alabó las cualidades gastronómicas de la comida murciana. Esa noche, en la cena literaria que clausuraba siempre esos encuentros, celebrada en el Casino de Murcia, Saramago estuvo en loor de multitudes, se hizo fotos con todo el que se lo pidió y firmó decenas de libros. Cuando, avanzada la noche, una joven se le acercó, él se disculpó, aduciendo que estaba cansado, y pidió por favor que no le trajeran más libros para firmar. La joven le comentó que no quería ninguna dedicatoria, que sólo pretendía dar un beso a un escritor tan fenomenal. Saramago se levantó rápidamente de la mesa, agradeciendo el cumplido, para besarla cariñosamente.
Aun volvería a Murcia Saramago cuatro años más tarde, en 2004, seis años antes de su muerte. Estaba recién publicado otro de sus ensayos: “Ensayo sobre la lucidez”, donde exponía sus ideas, siempre comprometidas y valientes, sobre la democracia.
Su literatura fue una búsqueda de sí mismo: “Como cualquier otro lector o escritor, me busco a mí mismo. Busco encontrarme en páginas, en ideas, en reflexiones”…