“ Salinas de San Pedro: suma y sigue”

En los últimos años se suceden con cierta frecuencia, dentro de nuestros escasos espacios naturales protegidos, acontecimientos que ponen en entredicho la efectividad del estatuto de protección de que fueron dotados. Estos nos lleva a pensar qué alteraciones no estarán sufriendo aquellas zonas que ni siquiera gozan de tal estatuto.

Las salinas de San Pedro del Pinatar son, sin duda, uno de los espacios ecológica y paisajísticamente más variados de nuestro litoral. Pero, también, uno de los que más agresiones ha sufrido -y sigue sufriendo-desde el momento en que la posibilidad de su protección empezó a ser barajada. El carácter privado de la mayor parte de los terrenos que lo componen, la supeditación de su mantenimiento a una actividad industrial (salinas) y, sobre todo, la ausencia de mecanismos de control y armonización de dicha actividad con la finalidad conservacionista que el Plan Especial de Protección promueve, han posibilitado que este espacio natural haya sido puesto virtualmente “patas arriba” en unos pocos años, a través de obras de remodelación, reparación y ampliación de las instalaciones salineras. Todo esto ante la impasibilidad del organismo gestor del área, la Dirección Regional de Ordenación del Territorio y Medio Ambiente primero, y hoy la Agencia Regional para el Medio Ambiente y la Naturaleza.

Como ejemplo de los valores que atesora este espacio natural, baste citar que en él se incluye la mayor representación de dunas y arenales costeros de la Región de Murcia, con más de doscientas hectáreas que representan el último vestigio de lo que antiguamente configuraron la Manga. A estos arenales, hasta ahora prácticamente inalterados, también les ha tocado el turno. En el presente invierno, y con el objeto de aumentar en unas pocas hectáreas la superficie de estanques de evaporación de las salinas, se ha destruido una porción importante de dunas con vegetación, hábitat de numerosas especies animales y vegetales, algunas específicas de los terrenos arenosos, y otras por las que las salinas de San Pedro han merecido la máxima valoración ecológica.

Poco importa que las dunas costeras constituyan uno de los ecosistemas más amenazados de toda Europa, ni que en el entorno mediterráneo hayan desaparecido, en las últimas décadas, las tres cuartas partes de su superficie original, proporción similar a la que ha destruido en nuestra región el desordenado crecimiento urbanístico.

La destrucción de, siquiera unas pocas hectáreas de dunas, es un lujo que nuestra región no puede permitirse hoy. Cualquier proyecto de desarrollo que suponga tal destrucción debería ser minuciosamente evaluado, articulándose las medidas compensatorias en el más que probable caso de que, finalmente, fuera desestimado.

En el caso que nos ocupa, la creación de estanques de evaporación a costa de dunas resulta sorprendente, cuando hace unos pocos años se abandonó uno en idéntico terreno, que ahora podría ser recuperado. La ganancia de unas pocas hectáreas de superficie de evaporación en ningún modo justifica la alteración producida. Sería ya hora de que se explicara claramente, de cara a la gestión racional del espacio de las Salinas, cuales son los planes de explotación industrial, de manera que la Agencia Regional para el Medio Ambiente conociera cualquier modificación prevista e informara sobre la conveniencia de su realización. El estrechamiento de los lazos de colaboración entre la compañía salinera y la administración, con el establecimiento de los mecanismos de control, permitiría detener esta “muerte lenta” en la que las Salinas de San Pedro parecen haber entrado.