Radiografía de un mal año en lo económico

Si en 2008 se agotó el espejismo, en 2009 se produjo el gran batacazo, sobre todo en economías como la española, y, por ende, también la regional. Cuatro millones de parados en toda España. No fue posible frenar la caída del empleo, a pesar de las medidas de los gobiernos de España y autonómicos. Los apoyos específicos a sectores como el automóvil no surtieron todo el efecto deseado, y, por otro lado, ámbitos como el agrario se quedaron en mínimos en cuanto a producción y ventas.

Es cierto que, acostumbrado como está a incertidumbres, la agricultura aguantó la situación y apenas se perdió empleo, pero la construcción y la industria, fundamentalmente la de apoyo y/o complemento, cayeron en picado con la consiguiente pérdida de empleo. La visión fue catastrófica. Una de cada cuatro familias tenía algún parado entre sus miembros.

Una de las paradojas del 2009 es que las bolsas experimentaron una recuperación en el segundo semestre del año, encabezadas por determinadas industrias como las telecomunicaciones o las primarias, como base de un regreso a situaciones más normales. El caso de España no fue una excepción. Aunque el país se ubicó en una coyuntura más complicada que la del resto de grandes economías del planeta, no olvidemos que las bolsas se mueven por mimetismo en una economía global, esto es, se dio la recuperación en otras naciones y ello incidió en la escala mayor de nuestras finanzas e inversiones.

Hubo más datos negativos. El déficit público creció extraordinariamente en el 2009. Lo hizo por el aumento en los gastos sociales y para afrontar los costes de un número de desempleados a los que había que proteger en estos tiempos de complejidad y de mayor carestía. La crisis, desde luego, puso en cuestión el sistema, y parece que los primeros envites los está aguantando bien. El horizonte, sobre todo en países donde la recuperación va más lenta, como es el caso de España, se tiñe de nubarrones. Las medidas para salir de esta espiral se hacen ya más que necesarias e inmediatas.

El sistema bancario supo afrontar la coyuntura de tránsito, e incluso algunas de las entidades financieras recuperaron parte del valor que habían perdido en los meses anteriores. No obstante, la bancarrota de alguna Caja de ámbito regional, la necesidad de fusiones de las cajas autonómicas, la caída de la producción, de la productividad y del consumo, eso sí, con el aumento del ahorro familiar (esto es positivo, al menos en parte), etc., trazaron un panorama desolador, donde la economía se redujo en un 8 por ciento. La cifra es alta. Se puede hablar de catástrofe. Es verdad que sectores como el turístico no se desmoronaron, pero, sin duda, fue a costa de bajar muchos los precios y de visitas propiciadas entre los mismos nacionales. El turismo extranjero sí cayó hasta números impensables hace unos años.

Ahorro e inversión

Se hace necesario, en esta tesitura, apoyar a las Pymes, a las pequeñas y medianas empresas, que son el auténtico armazón de un sistema. El 90 por ciento del empleo lo proporcionan estas sociedades. También hay que fomentar que los bancos y entidades financieras sigan prestando, vuelvan a prestar, a un ritmo mayor, con intereses ventajosos y con las máximas garantías, pero sin excedernos en el nuevo lado del péndulo al que debemos tender.

La deflación que se ha dado en algunos sectores y durante meses  no es buena. El consumo debe tirar de la economía, y no lo hace. Con ello nos metemos en un círculo vicioso del cual es difícil salir, pues necesitamos credibilidad para hacerlo. Hay que bajar, igualmente, los gastos de algunas administraciones y modernizar el sistema de financiación de los Ayuntamientos, con tributos antiguos y quizá mal enfocados.

En situaciones de crisis se percibe, asimismo, el grado de dependencia que tenemos del exterior. Los precios de los productos que importamos, aunque a veces son más bajos que los bienes que aquí generamos, hacen que nuestro sistema se tambalee. Tiene que haber un equilibrio entre lo que producimos y lo que consumimos, entre lo que ganamos y lo que gastamos. La desproporción actual no ofrece salida. El hecho de que más de la mitad de la población que trabaja gane menos de mil euros no ayuda a salir de la crisis. La economía debe andar un poco más repartida. Nos asustaría pensar la cantidad de productos y/o servicios que nos provocan dependencias de otras naciones. Las cifras que se barajan, las que subrayan los expertos, es que no producimos más del 20 por ciento de lo que gastamos. Es una pena que no planifiquemos a medio o largo plazo.

Por lo tanto, es un año, el 2009, ha sido un año, de contradicciones, de caídas en picado, de asumir que el sistema se está destruyendo, quizá para construir otro nuevo sobre él, esperemos que más justo. La idea es que aprovechemos la experiencia, la buena y la mala, para afrontar los meses, también duros, que están por venir. Los parámetros en los que nos hemos de mover están entre el ahorro y la inversión.