“Queridos Reyes Magos”

Mariano Ballester ha sido uno de los mejores y más imaginativos pintores que esta tierra (Barrizal) ha dado. Y la imaginación es la reina del mundo de los niños – por lo menos de los de antes -, mundo que atraía poderosamente al pintor.

Dejando aparte los retratos de encargos de niños, en los que denota una especial sensibilidad para captar la expresión infantil, fueron muy frecuentes estos temas en los cuadros donde investigaba nuevas formas de expresión, como son los que se cuelgan en la exposición “Queridos Reyes Magos”, en el Palacio Almudí, sin embargo, los protagonistas de esta muestra no son las obras pictóricas, sino la colección de juguetes del pintor y Monique Les Ventes, su mujer.

Esta exposición ha supuesto para nosotros los desconocedores del mundo del juguete una revelación de que todavía hay cosas nuevas que descubrir en el arte. Pero aquí el valor artístico no sólo reside en las piezas expuestas, sino en el criterio de coleccionistas, en su particular visión. Un ejemplo: una de las piezas más interesantes de la muestra fue la que adquirieron el pintor y su mujer a una gitanilla de Orihuela por cien pesetas, un ladrillo envuelto en paños que la niña consideraba su muñeca. No se trata tan sólo de unja colección preciosista de juguetes de anticuario, sino también de todo aquel objeto de juego que tenga un valor humano o etnológico.

 

Desde la pelota romana de arcilla hasta robot made in U.S.A., los juguetes ascienden a la categoría de obra de arte por sus valores estéticos y por cuanto pueden ser considerados documentos históricos. ¿Qué son, si no, los tanques fabricados el año 1936 por la casa Rico?. La casa de muñecas torrevejense nos muestra el tipo de vivienda, muebles y objetos domésticos de aquel tiempo y nos transporta a una época en que era posible la artesanía de la miniatura, que venía a ser la artesanía del juguete, en contraposición con la industria actual de moldes seriados.

El criterio del coleccionista es el que realmente da valor artístico a una colección; otra cuestión es el valor económico. Ese criterio es de una gran amplitud en el caso de Mariano Ballester y Monique Les Ventes: desde el Bebé Juemau francés hasta un yo- yo realizado por los ancianos del Asilo, nos encontramos con objetos de todo tiempo y lugar, aunque predominen los juguetes de artesanía murciana. Los cuentos de Calleja, caballitos de cartón, trenes eléctricos, muñecas tailandesas, inglesas, francesas, muñecos del mundo colonial del XIX, juguetes pacíficos, juguetes bélicos… toda la inmensa variedad dentro de la colección responde al sueño del pintor: hacer un Museo del Juguete en Murcia, idea que nunca fue tomada en consideración por la instituciones seguramente por ser tan buena. Esta exposición ha demostrado que puede llevarse a cabo. Y no estaría mal en esta ciudad de débiles museos…