“Si Dios viniese a la Universidad, se identificaría con los estudiantes”

El pasado domingo 20 de junio, fallecía José Martínez Aparicio, conocido por todos como el padre Joseíco. Más de cuarenta años ejerciendo como sacerdote, entregado como pocos a los demás, le granjearon las simpatías de los murcianos. Reproducimos a continuación una entrevista que concedió a la revista Campus a finales de 1996, en su parroquia de San Francisco Javier, en la que se mantuvo hasta 1997, cuando ya el parkinson le impedía ejercer su labor.


José Martínez Aparicio, Padre Joseíco de nombre de guerra, es una figura peculiar entre los murcianos. Su silueta, imbuido en una inseparable sotana, montado en un ciclomotor y sorteando el espeso tráfico murciano es enormemente familiar entre sus paisanos, que le reconocen y detienen para saludarlo en un ceremonial que puede ser interminable.
Alude continuamente a citas bíblicas, pero sabe ser divertido y heterodoxo cuando piensa que es conveniente, y hasta cantar el “Jacuna Matata” -vive y sé feliz- del Rey León si se tercia. Atiende incansablemente cuantos problemas le plantean sus feligreses y, tras nuestra extensa conversación en uno de los bancos de su iglesia, se queda atendiendo, respetuoso y jovial, las demandas de una cola de personas que se ha ido alargando frente a nosotros hasta adquirir unas dimensiones de médico del seguro.
Es el último “Hijo Predilecto de Murcia”, hecho del que se siente orgulloso pero sobre el que bromea diciendo que “he pasado de padre a hijo”.

Pregunta: ¿En qué temas cree que hay que estar a Dios rogando y con el mazo dando?
Respuesta: En la problemática social. Hay que pedir a Dios que ponga su mano prominente sobre los temas sociales. Hay muchas cosas por las que luchar: por una mayor justicia, por una mayor igualdad…, y respetar mucho los derechos del Hombre.

P:¿Cura o sacerdote?
R: Me gusta más cura. El cura es sacerdote y pastor. Es el que cuida. Así me llaman todos, y a mí me gusta que me lo digan, porque me recuerda mi misión de cuidador.

P: Si Dios viniese a la Universidad, ¿Lo haría como profesor, estudiante, P.A.S. o Vicerrector?
R: Dios dijo que no venía a que lo sirvieran, sino a servir. Por tanto, yo creo que él se identificaría más con un estudiante. Siempre iría a la base.

P: ¿En qué estamos más dejados de la mano de Dios en esta Región?
R: Dios no nos abandona. Somos los hombres quienes lo hacemos, pues Él puso las obras de los hombres en su propias manos. No se trata del olvido de Dios, sino del descuido del hombre. El hombre se olvida a veces de los hombres, de vivir en el espíritu de servicio y de solidaridad.

P: ¿Quién es más difícil que entre en el Reino de los cielos: un político, un funcionario con el sueldo congelado o un parado?
R: Yo no puedo enjuiciar el Juicio de Dios, pero tanto el político, como el parado, como el funcionario con el sueldo congelado pueden acceder a él si luchan.

P: ¿Qué es lo más curioso que ha bendecido?
R: Como estoy en el barrio de San Antón, he bendecido a muchos animales, desde galápagos a poneys, pasando por loros, perros, borriquillos… No me niego a bendecir prácticamente nada, jardines, comercios, bares, todo aquello que ofrezca la posibilidad de vivir en la amistad y el amor, es bonito, pero la verdadera bendición la lleva el hombre.

P: ¿Se ha armado el Belén en alguna de sus misas?
R: No. Sólo recuerdo de un borracho que una misa comenzó a gritar “¡Abajo los curas!”, pero nada más.

P: Ha sido director del reformatorio ¿Es partidario de que los niños se acerquen a usted?
R: Por supuesto. Aquello me ayudó a madurar, y aprendí mucho.
Recuerdo que un día, pasados los años, coincidí en el sanatorio con uno de los niños que había tenido en el reformatorio. Estaba esperando a que su mujer diera a luz, y estaba muy nervioso; yo le pregunté si era el primero, y él me contestó que no, pero que los hijos deberíamos de ser padres antes de ser hijos, para saber lo que se sufre. Y tenía razón: sólo la gente que no se siente querida puede llegar a ser mala.

P: Don Quijote topó con la Iglesia, pero ¿con qué problemas topa la iglesia hoy en día?
R: Hay muchas cosas que la Iglesia no ve: no ve la carrera de armamentos, la droga, el aborto…

P: ¿Cree que injusticias flagrantes como el hambre en el mundo o lo ocurrido en Zaire y Ruanda tienen algún tipo de arreglo, aunque sea celestial, o, como diría un castizo, esto no lo arregla ni Dios?
R: No lo arregla ni Dios sin los hombres, pero con ellos sí lo puede arreglar. El problema del mundo está en nuestras manos. ¿Es qué no hay pan para todos? el problema es que no lo repartimos.
Yo tengo la ilusión de crear un banco de alimentos en Murcia. No hay derecho a que se destruya y se tire tanta fruta y otros alimentos para restablecer el equilibrio económico mientras hay gente que pasa hambre.

P:¿Cuenta también para la Iglesia aquello de renovarse o morir?
R: La renovación es señal de vida. Incluso las celulas de nuestro propio cuerpo van cambiando. El no remar es retroceder, y la iglesia, o se renueva o se queda atrás.

P: ¿Qué tres cosas pediría a los Magos de Oriente?
R: Para ser consecuente con todo lo que pienso, les pediría espíritu de lucha, más esperanza y que haya entre nosotros más amor, pero de ese amor que nace de la intimidad con Dios, de la oración, porque hablando con Dios se entiende la gente, y entendiéndonos con Dios amaríamos más.
Algo parecido, en suma, a lo que me comentó un día un obispo chileno que tenía problemas con el régimen de Pinochet. Pablo VI lo llamó y le dijo que tuviera en cuenta siempre tres cosas: “Firmeza, prudencia y confianza en Dios”.

(Y me lo dice con un supuesto acento italiano que reafirma la ilustre procedencia de la frase).