El hip hop entra en la universidad

Affiche de Beat Street, uno de los filmes que se proyectará en las jornadas.
Unas jornadas sobre este fenómeno ofrecen cine, conferencias y la presentación de un libro
 
    “Cultura hip hop en la universidad” es el nombre de las jornadas que se celebrarán en la Universidad de Murcia los días 14 y 15 de octubre coincidiendo con la Bienvenida 2010.

    El hip hop es un movimiento artístico y cultural nacido en barrios populares neoyorkinos como el Bronk o Brooklin a finales de los años 60 a través de fiestas callejeras. Aúna música como el rap, baile (breakdance) y pintura, en forma de graffiti
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Muere Eduardo Bello, primer decano de la Facultad de Filosofía

Eduardo Bello
El catedrático  Eduardo Bello Reguera, primer decano de la facultad de Filosofía, falleció ayer, día 12 de octubre, a la edad de setenta años, fue decano del citado centro entre los años 1992 y 1994, y hasta hace unos meses estuvo al frente del Departamento de Filosofía. Durante más de veinte años fue el director de “Daimon”, Revista de Filosofía, una publicación que consta de 50 números y que es hoy una referencia a nivel nacional en su campo.
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Nuestro “Honoris Causa” Vargas Llosa recibe el Nobel de literatura

Portada de la revista Campus de octubre de 1995, con motivo de su nombramiento como doctor Honoris Causa de la Universidad de Murcia.
La relación de Vargas Llosa con la Universidad de Murcia ha sido constante durante los últimos 15 años

    El eterno candidato al Nóbel ha dejado de serlo (candidato), para serlo con todos los honores (premio Nobel). La academia sueca premiaba el pasado día 7 a Mario Vargas Llosa por medio siglo dedicado a la literatura con una intensidad con la que pocos escritores pueden equipararse en la segunda parte del siglo XX. Fue también un mes de octubre, pero de 1995, cuando Mario Vargas Llosa se convertía en el décimo sexto doctor Honoris Causa de la Universidad de Murcia.

Singladura de lo humano

Juan Tomás Frutos

 

Viajar con afectos nos ayuda: contribuye a que demos con las razones y con las claves existenciales. Nada comunica tanto como dos corazones en comunión, en conexión, irradiando las mismas ansias de coordinar y de aprender por lo que ocurre alrededor. Nada es comparable a la unión que se consigue de manera virtual y hasta tangible. Manifiestan lo que es la vida misma, que es caracterización de preferencias con renuncias expresas ante el bien común, que, asimismo, demuestran con sus sentimientos e itinerarios compartidos.

El corazón lo es todo, fundamentalmente en momentos de trasiegos, de dudas, de consecuencias extrañas, de actitudes variopintas, de intenciones que van y que vienen. Hemos de adecuar todo cuanto tiene sentido con los valores del espíritu que surge del mismo centro del corazón, con sus buenos fines, con sus alturas de miras, con sus entretenimientos. No hay nada tan certeramente agradable.
El corazón acompasa posturas, objetivos y complementos, dejando a un lado lo accesorio. Las miradas que surgen de él no atienden más razones que las que tienen un fundamento inmaterial y nada interesado. No se puede pedir nada añadido. Conseguimos, con el corazón, que lo que tiene valor universal destaque, dejando atrás lo que no nos atañe realmente.
Las conversaciones que surgen del corazón siguen, continúan, están, son, y nada se espera desde la convicción menos clara si no pasa por el crisol de su testimonio, ya sea silente o parlanchín. Amparemos sus peticiones, que siempre son limpias, si lo enseñamos bien, si viene sinceramente de él ese anhelo que nos iguala, que nos hace partícipes de la singladura de lo humano. Miremos en el corazón, pues, y tratemos de vernos en él. Será, si lo conseguimos, buena señal. Tras ella está todo aquello que merece la pena.

Comunicación desde la alegría

Juan Tomás Frutos

 

Los procesos comunicativos alegres lo son más, llegan más, nos impactan más y en el mejor de los sentidos. Abramos esa fe que moverá la comunicación hacia ese umbral que será sobrepasado con garantías y formas cargadas de tesón, de mucho tesón, que siempre funciona. No neguemos la esperanza, sobre todo ahora que tanto la precisamos. Hagamos que funcione el corazón, que nos mostrará alas con las que sobreponernos a los inconvenientes y a los obstáculos que la vida nos vaya poniendo.  Nos debemos sentar ante esa base que nos permitirá construir la pirámide de una credibilidad que nos amansará los ánimos y nos invertirá en los mejores criterios. No paremos en este momento que todo parece tener sentido. Hagamos caso a lo que experimentamos con el tino que nos ha de caracterizar cuando el riesgo es no saber, no conectar, no dar con lo auténtico. La existencia se llena de flores cuando somos capaces de dialogar con la materia que es transparente y hasta olvidadiza.

Hemos de baremar las astucias con esas sombras que nos han de preferir con esas turbulencias que nos ganan con partidas no escritas. Hagamos que funcione ese amor que nos tonificó con unas astucias que nos devoran de vez en cuando con sus entusiasmos relativos. No paremos justo cuando damos con el tono de la memoria, que nos ha de insistir con sus preferencias y perspectivas no definibles.

Nos ganamos con unas alforjas que nos regalan el frescor de la vida que hemos de reinventar a cada instante, en corto, a largo plazo, cada vez que podamos. Contemos lo que necesitamos antes de emprender la singladura del conocimiento. Nada nos ha de faltar: incluso debemos tener presentes los imprevistos, que, antes o después, aparecen. Nos hemos de poner en guardia ante los elementos que nos dejaron en un trámite de raíces breves. Debemos procurar divertirnos, y aprender, y ser con todo el equipaje, y, claro está, con los demás. La comunicación desde la alegría supone un valor añadido. Claro que sí.

Visión de la buena comunicación

Juan Tomás Frutos

 

Persigamos sin descanso la mejor de las comunicaciones, con voluntad, con garbo, con valentía también. Es justo decir que podemos y que es nuestro deber. Resolvemos las preguntas de una comunicación que aspira a ser noble desde el mismo inicio del proceso, que ha de ser dinámico, estable, con equilibrios que alternen aspectos de todo género. Seamos astutos, y también dejemos que floten las vacilaciones en el camino, en el propio ambiente del que nos hemos de nutrir sin asperezas. Subamos las montañas más consentidas con versiones de recias propuestas y con movimientos hacia la voluntad más señera de complementar las labores y los segundos de clásicos destierros. Nos hemos de poner en el sitio de los otros, dividiendo y multiplicando con tradiciones que se han de convertir en poderosas en la modernidad de un trazado con el que nos hemos de poner manos a la obra cada vez que podamos. Los instantes nos han de apasionar.

La existencia está colmada de buenos fines con los que nos hemos de realizar en una carrera donde hemos de agotar los mismos obstáculos que nos proponen los deseos con las intuiciones que nos han de permitir comprender los vacíos de unas existencias sin más compromisos que ser felices. Las medidas nos han de aproximar a lo posible, sintonizando con las grandezas de quienes nos asombran con sus prestaciones más grandiosas.

Consideremos las emociones como la base de ese sistema con el que hemos de comulgar desde las destrezas más sencillas, que han de servir de atalayas y de referencias ante lo que hemos de desarrollar día tras día. Podemos y debemos ser dichosos con la ayuda de quienes nos rodean. Hemos aplicar definiciones de espacios sin objetivos cerrados, sino más bien amplios y en expansión.

Los procesos de aprendizaje tienen de todo, incluso previsiones con las que poder emular los destellos de un lenguaje que debe ser sencillo y claro, con el todo como fundamento de una verdad que ha de ser de conjunto, tomando como afán la visión del bien social. Ahí encontramos mucha y buena comunicación. No es cuestión ni de cantidad ni de porcentajes, sino de hallarla.

Recorrido comunicativo

Juan Tomás Frutos

 

Hay toda una senda por hacer, y hemos de caminar por ella sin premuras. Idealismo, positivismo, balances equilibrados, toques de ilusión y de magia, traslado de razones variadas y comprometidas, y todo ello en la senda de la amistad: es un buen acopio para comunicar. Recordemos que preferimos ser en los momentos de un aprendizaje que no hemos de dejar para mañana. Las sensaciones nos han de llevar, por vía de la intuición, al raciocinio, que nos ha de eliminar de esos puntos que nos previenen con sus síntomas más tardíos. Nos hemos de poner en esa brecha que hemos de cerrar con parsimonia, sin asperezas que queden sin resolver. Hagamos que todo sea.

La vida nos regala oportunidades que hemos de expandir. No nos ceguemos en las escenas que no se comprenden por falta de contexto. Sintonicemos con las realezas que nos previenen con sus toques más mágicos. No sentemos cátedras extrañas y procuremos que las astucias nos lleven por ese camino de liderazgos sensatos. Nos hemos de poner en ese sano equilibrio que nos debe enderezar todas las sendas y sus oportunos caminos.
Analicemos los efectos con sus correspondientes aires de grandes provechos, que nos han de llevar a donde sea menester con el adecuado paso. No esperemos ni mucho ni poco, sino lo suficiente para estar en ese trecho que nos recuerda quiénes fuimos y hacia dónde podremos ir con las estelas de un mar lleno de ocasiones con las que aprender sin dejarlas en un dispensario cerrado a cal y canto. Conversemos, hablemos, contemos lo que sentimos y hagamos que el quehacer diario nos haga olvidar lo malo y aprovechar lo bueno, que es mucho y lo podemos hallar por doquier.
Intentemos, pues, que las empatías nos permitan estar en ese sano juicio que nos predispone en positivo y que, al tiempo, nos consiente un poco de provocación y de riesgo. La virtud está en todos los intentos, en cada uno de ellos. Ésa es la maravilla de la comunicación. El trance, el deseo, el mismo recorrido, es ya un regalo, y, por lo tanto, un éxito. No dejemos de transitar por esas ocasiones que nos brindarán la dicha de estar vivos, de demostrarlo por dentro y por fuera.

Comunicación: corazón e intelecto

Juan Tomás Frutos

 

En materia comunicativa hemos de dar con el vértice de una pirámide de objetivos. Persigamos el equilibrio, sin dar más vueltas de las debidas. Hagamos caso al corazón, pero también al intelecto. Confeccionemos ese instante que nos ha de servir de vértice de una realidad que nos ha de distinguir con precisiones que nos lleven donde podamos compartir el conocimiento que nos une, que es más, que es ese todo que nos previene con sus intereses más creíbles. Debemos ser diestros y cautos en las medidas, en lo que nos atañe, con los envoltorios de unas conexiones que nos han de atribuir esfuerzos con sanos resultados.

 

Figuremos al frente de esa amistad que nos debe subrayar lo querido, lo que nos conviene, lo que es trazado ideado desde un marco excepcional. Hagamos que sea creíble esa emoción sincera con la que nos hemos de relacionar. La vida es en el nuevo trayecto que nos previene con sus bocanadas de aire fresco. Aprendemos a ser nosotros en la misma complicidad de un universo de colores con los que nos equilibramos en nuestros caminos cotidianos.
Hemos de comprender que el sí no supone ni victoria ni fracaso, sino la convicción de marchar hacia el mismo lugar donde debe haber una cierta comunión consentida. Podríamos salir adelante con las precisiones más loables. Seamos en la nueva causa, que nos sigue como si la existencia tuviera más motivos y más ideales. Hagamos caso a los corazones. Siempre definen qué hacer en caso de dudas. Contrastemos pareceres y propuestas y asintamos con las direcciones más fermentadas, que han de conexionar las rutas más eficientes.
Aunque llueva, hemos de procurar que las cuestiones fundamentales salgan con bien en un escenario donde no debe faltar lo que tenemos, que es mucho más de lo que pensamos en algunos momentos incomprendidos. Demos las gracias por anticipado. Nos hemos de explicar una y otra vez, y no dejar ni un rescoldo de vacilación que nos distraiga o nos rompa. Comunicar con felicidad, con una base de jovialidad, siempre es un sustento de gran garantía. Lo es. Las premisas están ahí, y deben estarlo en un mismo plano para verlas seguramente mucho más nítidas. No debe faltar nunca el corazón en los procesos comunicativos, que han de ser dosificados con el oportuno raciocinio.

Intangibles comunicativos

Juan Tomás Frutos

 

La comunicación está llena de aspectos que no podemos ponderar. Es bueno incluso que sea así. Hagamos ciertas reflexiones. Conectamos hoy, sin que quiera explicarme el porqué. Habrá motivos cercanos y distantes, de todo tipo, prestos a superar los envites de una existencia venida de todos los rincones del corazón y del día a día, que nos regala felicidad y tristeza a tramos. Por eso hemos de saber optimizar lo que nos conviene, y por eso debemos ser capaces de detectar las fórmulas de la memoria y del olvido. Vivamos con sigilo el papel de quienes nos muestran las ataduras de una vida que nos preña de sensaciones de todo género y número. No desperdiciemos lo más valioso, el tiempo, y procuremos que el partido se juegue los noventa minutos y sin parar durante la prórroga o el lapsus de descuento. En cualquier ocasión surge la oportunidad del conocimiento, de la relación y de la dicha.

Apacigüemos los instantes dolorosos, y seamos consecuentes con el porvenir, que nos ha de embrujar con sus dones más externos y mágicos. Vayamos hacia ese fin que es principio en cada iniciativa, en cada motivo. Nos animamos recurrentemente con unos recuerdos de actitudes que se mofan de las creencias intangibles, que, a menudo, justifican muchos de los procesos de comunicación y de aprendizaje.

Leamos, palpemos, seamos entre amistades sin palabras peligrosas. Cultivemos la memoria y la capacidad de perdonar, de ser entre telas de querencias que no han de quedar en suspensión. Sustituyamos esas etapas que no terminan de engrandecer los papeles de aquellos que están llamados a estimularnos con esas actividades ilusionantes que necesitamos en la cotidianeidad. Nos invitaremos a lo que sea menester.

Patrullemos por el interior de nuestras almas en busca de aquello que puede constituir la clave para comunicarnos, que es la fe y la esperanza en un futuro, en una mejora, en conocer más y mejor lo que nos rodea y sus porqués. Hagamos que broten esas flores que serán la imagen de una antesala de frutos de los que obtendremos la opción de un cariño que, por esperado y auténtico, será sincero. Lo será si ésa es nuestra voluntad y si por ahí encaminamos nuestros fines. Debe haber, hay en ellos, muchos intangibles comunicativos que defender.

“Lo que siempre está ahí” o la esencia de Marcelino

Juan Tomás Frutos

 

El título del último poemario de mi amigo Marcelino Menéndez González (si no es el último, por el ritmo que lleva, casi) es harto elocuente: “Lo que siempre está ahí” (Editorial Azarbe). Quizá pudo haber cambiado el tiempo verbal, e instaurándolo en una forma de ser más cercana a la mía, podía haber señalado “Lo que siempre ha estado ahí”, con lo cual habría dejado abierta la sensación de que ha estado hasta hace poco, o que no lo está ahora, o que podría seguir estándolo. La importancia de los verbos no es baladí. Ya saben que un autor levantó toda una edición para cambiar el título de su última novela. Creo recordar que fue el maestro Gabriel García Márquez. Nuestro eterno joven, nuestro infatigable joven, nuestro amigo incondicional, Marcelino, nos invita, con una ambigüedad a la que no siempre nos tiene acostumbrados, a dar pinceladas sobre la vida, la voluntad, el amor, el concierto vital, el desconcierto,  el tiempo, la luz, las sombras, el paso de los años, la curiosidad, los pensamientos de variadas etapas, las inquietudes, los misterios y lo que podemos descubrir al otro lado del horizonte que percibimos de manera cotidiana, los propios dilemas con sus consustanciales problemas de conciencia, la espesura del insomnio y de la noche… Es la vida misma: todos esos conceptos, todos los sentimientos, toda la significación que emana de palabras manidas, pero, a la vez, íntimas, nos refleja una personalidad dinámica, presta a despejar incógnitas que, en paralelo, nos conducen a otras nuevas, como, por otro lado, es propio de la existencia. Me gusta la apertura que suponen los puntos suspensivos que de vez en cuando utiliza. Marcelino quiere hallar “la armonía de la forma” en su poema Extravío, y  nos “transmite su alma” en Esencia vital y se acerca “a la orilla de la plenitud” con Un hilo de luz, mientras los amores se quedan, como siempre, libres, “en el aire”… La vida es Ganar y perder, “tras calibrar muchos factores,” y mientras las respuestas no llegan toca Crecer, sin más.  Lo malo, como antes dije, como el repite, es que “los misterios se eslabonan”, y así quedamos todos, con él a la cabeza. Me encanta la poesía que, cuando la lees en momentos dispares, ubicas y traduces claves diferentes también. Un ejemplo de este talante en esta obra es su poema Sensaciones: “Quiero dejarme llevar por las sensaciones; Aquellas que te hacen sentir distinto, Pensar diferente y ser y vibrar, De forma desigual…”

Cuando uno vive su Escenario, ve, en su final, lo que experimentamos muy a menudo: “Y hoy vivo sin mí, sin ti, sin nada…”

Pese a tormenta que se disipa una y otra vez y nos produce, como a él, como a Marcelino, un cierto cansancio, me quedo con esta parte del poema titulado:“También en los jardines anochece”. Dice así:

Me siento volar hacia distancias insospechadas, de añoranzas felices y únicas, y a su encuentro, me hallo ante una laxitud incomparable en la que flaquea mi cuerpo, y me relaja de forma absoluta para captar y absorber a través de mil poros abiertos, ese momento especial transformado en vida que me invade y se apodera de mí, con sensaciones en las que desfallezco y me entrego colmado de satisfacción mental y espiritual”.

Y añado yo, con permiso del autor: La misma satisfacción que me propicia leer este trabajo, breve en sus 30 poemas, cortos ellos, pero intensos, densos como la vida misma, haciendo el milagro de sintetizar en palabras nada complejas sentimientos sencillos, eventos cotidianos, experiencias sin batallas, ejercicios de pura salubridad. Supongo que lo que nos cuenta Marcelino siempre está ahí, siempre lo estuvo y lo estará. Coincido, ahora sí, en la relevancia de utilizar un presente enérgico. Son, indudablemente, los que nos cuenta, los aspectos vitalistas e ignotos que, para todos, siempre han estado ahí. Marcelino ha sido valiente para expresarlos. De alguna manera, creo, y lo digo sin soberbia, ni falsa exaltación, Marcelino siempre ha estado en ese punto de la lectura que nos anima en estos momentos, siempre lo está, y hoy, casi sin explicarlo, lo hemos visto, lo hemos palpado y saboreado, y, también casi sin saberlo, lo hemos aprehendido. Enhorabuena, Marcelino.

UNIVERSIDAD DE MURCIA