El esperma a examen

Somos lo que comemos, por lo tanto, existe una relación entre la alimentación de los hombres y su calidad seminal. Según un proyecto realizado en la Universidad de Murcia, los espermatozoides de los chicos que siguen una dieta mediterránea son más veloces que los que ingieren una dieta al estilo estadounidense, basada en carnes, pizzas o snacks.

El esperma a examen

 

Desarrollo empático

Juan Tomás Frutos

 

Vivir es vencer, pero de manera pacífica, haciendo caso del interior, de lo que somos, de cuanto podemos ser, de las posibilidades que tenemos intentando reflejar cuanto llevamos en el interior.
Nos hemos de poner manos a la obra con el destino que nos propicia garantías cuando hay esfuerzo y ganas de seguir y de salir adelante. Los criterios han de ser pura participación. No detengamos las experiencias, que nos han de nutrir de prestaciones periódicas de felicidad, si la defendemos con la labor cotidiana. No pongamos en tela de juicio el quehacer constante como base del éxito. Nos hemos de querer como somos, haciendo caso de las señales de la existencia en sus aspectos más simples, y, hasta cierto punto, más reiterativos.
Nos hemos de disponer con el mejor interés. No malgastemos las energías que podamos ir teniendo. Tomemos un poco de aire cuando las cosas no salgan como esperamos, y confiemos en la contradicción como sustento para cuanto nos merece la pena. Las contrariedades no son nefastas. A menudo nos implican en más afán para no fracasar en el largo recorrido.
Hemos de procurar que las cosas salgan como frutos del amor, despertando los mejores instintos, dando a conocer las gratas posibilidades que tenemos como seres humanos. No paremos ante las ocasiones más o menos dispersas que nos regala la vida. No todo es lo que parece, pero, sin duda, podemos llegar, si lo anhelamos de verdad, a un estado de desarrollo empático en nuestras relaciones y comunicaciones.

Feliz Navidad, compañeros/as!

Juan Tomás Frutos

 

¡¡Estemos siempre unidos por los mejores deseos! Llega la Navidad, un momento tan tierno, tan delicado, tan lleno de creencias y de amor en el prójimo, como, al mismo tiempo, y en paralelo, es una etapa en la que también conviene hacer balance, tras un año (y ya llevamos demasiados) en el que muchos compañeros han perdido su trabajo, a lo que se añade que la precarización sigue siendo una constante que daña el sector y nos deja, en ocasiones, en coyunturas de pura subsistencia. La situación es extremadamente difícil, para la sociedad en su conjunto, y, específicamente, para nuestro colectivo de periodistas, un colectivo que aporta informaciones muy sensibles y necesarias en cualquier estadio de la sociedad, pero quizás más ahora, cuando la incertidumbre sobre tantos procesos se ciñe sobre la ciudadanía, que sufre los golpes duros de una crisis económica y de unos índices de desempleo que no tienen parangón en nuestra historia reciente. Por eso es preciso que estemos más unidos que nunca, con el afán de promover un fortalecimiento del sector, una defensa del empleo, que debe ser de una mayor calidad, y una potenciación de nuevos perfiles laborales en consonancia con los tiempos que nos toca vivir. Formación y deontología son las bases para refrescar los mejores dones y capacidades del Periodismo, que, apoyado en los progresos tecnológicos, han de servir para una superación paulatina de la crisis, un proceso en el que hemos de caminar al unísono profesionales, empresas, entidades sociales y Administraciones Públicas. El esfuerzo de comunicar nuestras circunstancias y sus posibles soluciones ha de ser permanente, sin prisa, pero sin pausa. Ya se ha perdido mucho tiempo, y, fundamentalmente, son muchos los compañeros que se han quedado por el camino y cuya situación no debemos olvidar en modo alguno. Siguen estando ahí. Disfrutemos de la Navidad, pues, pero sintamos también ese coraje interno y externo que nos puede llevar, que nos debe llevar, a una mejoría societaria y del conjunto de los sectores audiovisual y periodístico. La Navidad, como el anhelo de avanzar, como la superación de los problemas, se ha de contemplar en global, puesto que todos hemos de caminar, desde las visiones particulares de cada cual, de manera comandita por los asuntos que nos atañen de verdad. ¡Feliz Navidad, y que el año que viene nos colme de la realización de nuestros mejores deseos! En este propósito también caminaremos unidos. Debemos.

Pobres

Juan Tomás Frutos

 

Pasan a nuestro lado, a menudo con el honor de quienes saben que lo más importante en la vida no es tener, sino ser, pero también es cierto que la crisis los ha golpeado tanto que no siempre saben dónde están y lo que son. Les faltan motivaciones, pues todos los días se presentan grises, llueva o no. El sistema los ha dejado de lado, o eso parece. El café, que decía Juan Luis Guerra, no cae del cielo, pese a su insistente deseo de que así fuera, pero tampoco se precipitan otros productos que probablemente son mucho más necesarios. Falta el trabajo, falta el pan, falta la ilusión, y, aunque en cierta medida llegan, no son suficientes para aguantar hasta final de mes, al que uno llega un poco apretado de cinturón y de más circunstancias.
Están ahí, se mueven por doquier, unas veces más reconocibles y otras lo son menos. Salen de supermercados con una compra reducida, o incluso sin ella, miran y ven las fantasías de un universo venido a menos. Callan más que otras personas, aunque deberían gritar más, pues sus necesidades son más perentorias. El silencio los envuelve.
Son los últimos, los pobres, los que no llegan al umbral de la dignidad, como nos recuerdan las frías cifras, y por eso, por ellos, todos somos un poco menos nobles. La sociedad les ha mostrado el lado de un fracaso global donde ellos llevan la peor parte.
Algo hay que hacer para remediar, o, cuando menos, mejorar estas ignominias: el derecho a comer, a una vivienda digna, a tener opciones en la vida, es básico. Si carecemos de estas posibilidades, nos puede incluso faltar hasta la salud, que es la palabra mayor, aunque no siempre lo advirtamos así.
Son pobres, nuestros pobres, pobres nuestros, y nuestra obligación como sociedad es que no sigan sufriendo, que sufran menos, que tengan un pedestal para subir la cuesta existencial. Es Navidad, y muchos de ellos sólo lo saben por lo que dicen en la televisión o por las iluminaciones de nuestras calles.

Destacar lo propio y lo ajeno

Juan Tomás Frutos

 

Damos con algunas versiones, que hemos de contrastar en sus modalidades y creencias, con sus formulismos básicos y con aquellos que tienen distingos que hemos de apreciar en todas sus opciones.
No dejemos en la llanura las posibilidades que nos han de llenar de felicidad, que es el auténtico motor que nos comunica con lo más hermoso de nuestra antropología. Nos hemos de vestir con gracia, con razones, con voluntades que nos aclaren los momentos más profundos, con los que nos hemos de mover de un lugar a otro. No partamos sin dar con las elocuentes dichas. Entendamos las etapas, sus conclusiones, sus variopintas sorpresas, lo que las anima y lo que las detiene. No todo es como esperamos, pero siempre hay un sentido que hemos de perseguir en la medida que podamos.
No despertemos a las impresiones de otros, sino a las propias, y tampoco tengamos miedo de tomar decisiones en una dirección u otra. Nos hemos de poner la mano amiga en el hombro y seguir hacia delante con la máxima objetividad. No desperdiciemos lo que somos y cuanto podemos ser.
Llenemos los vasos de la existencia con normalidad, con frescura, con sencillez, con buenas actitudes, con educación, con formación, con razones, sin ellas, con riesgo y con equilibrio, con amor y con bondad, con los mejores anhelos, con libertad y con entrega al prójimo, con vertientes de lucha y de esperanza, con oración por los amigos, por los conocidos, por los adversarios…
No controlemos más allá de lo que nos da la dicha por la que volver a la misión diaria, que es por y con la que nos ganamos el jornal, al que hemos de acompañar con la fe y el deseo de la salud, la propia y la ajena. Así lo hemos de destacar en todos los ámbitos.

Define el contexto

Juan Tomás Frutos

 

Reforcemos los conocimientos con experiencias, con superaciones de los obstáculos, con amistades profundas, con rumores contrastados o dejados atrás.
No formulemos vacilaciones reiterativas. Seamos en la búsqueda que nos porta a despejar dudas, que sirven para consolidar los procesos que no siempre se entienden en el tránsito hacia la voluntad que podemos hacer eterna. Los consejos han de estar donde deben, en su justa consideración. No es lo mismo predicar que dar trigo. Nos hemos de descalzar cada día para saber lo que pasa en el tajo de la costumbre, en aquello que nos regala espacios entendibles e ignotos. No permanezcamos donde no hay sabiduría. Hemos de propiciar arreglos con un cierto decoro, y, por supuesto, no hemos de tener miedo a equivocarnos.
Arreglemos lo roto hasta donde podamos y conservemos lo que sea digno de un buen propósito. No mantengamos historias que no se sostienen. Es una pérdida de tiempo y de crédito. Los amigos verdaderos hay que defenderlos y comprenderlos, y ayudarlos también cuando las cosas no marchen como esperamos.
Las doctrinas están bien para los libros. El día a día nos trae diferencias que a menudo nada tienen que ver con las enseñanzas de laboratorio de quienes las conocen de oídas o por momentos que fueron otros, porque los momentos, recordemos, los marcan las circunstancias, y no tanto las personas. Es el contexto el que define, también a nosotros.

Nuestro deber comunicativo

Juan Tomás Frutos

 

Llega la vida, mucha vida, y aparece porque aún mantenemos la ilusión en el futuro, que se guarda un poco, pero que acabará regalándonos lo que nos pertenece, lo que necesitamos, lo que nos puede encumbrar por encima de las líneas que nos quieren colocar en la debacle. Llegaremos a la dicha, a la felicidad existencial, sin grandes espectáculos, lentamente, con prontitud calmada. Lo importante es que podamos atender las peticiones de todas las partes, con dedicación no exclusiva, apostando por las delicadas novedades que pueden justificar cuanto somos. Concursemos ante las opciones que nos brinda la vida, que ha de estrechar los lazos más gentiles, los más instructivos, los que nos pueden atar con sus mejores formas a resultados solidarios y emprendedores de iniciativas con apreciaciones de conjunto. Carguemos con el peso de la estructura, con los objetivos que nos hemos marcado una y otra vez, y procuremos dar con las conclusiones convenientes sin hacer aspavientos, sino más bien con muestras de alegría por el deber cumplido. Estimemos lo posible, lo definitivo, lo que aparece de forma escalonada, y vinculemos los resultados de varios escenarios a lo que beneficia a la sociedad, a la que servimos con los procesos comunicativos globales y específicos. Es nuestro deber.

 

Cosecha en armonía

Juan Tomás Frutos

 

Rebusco en mi interior y hallo huellas que no sé de quiénes son. Con el tiempo entiendo que son el poso de esa experiencia que me ha venido bien cuando apenas comprendía nada de lo que sucedía. Hablar con uno mismo ayuda a saber lo que nos ocurre. Persigamos, cuando podamos, apetencias con las que construir la realidad que nos circunda, que ha de ser aplicable a lo que tiene un cierto valor, que no hemos de dejar que se desmorone. Nos hemos de preferir con esos distingos que nos asaltan sin dudas, y que nos detienen por la existencia de pensamientos de un posible fracaso. Arriesguemos un poco más. Fortalezcamos las presencias, a menudo indelebles o inefables, y versionemos las ideas con el fin de que lleguen a todos, y que todos las entendamos. Simplifiquemos los procedimientos. Nos hemos de poner en ese brete que nos aclara algunos movimientos que hasta ahora no hemos sido capaces de definir con propiedad. No supongamos: preguntemos, contrastemos, sepamos de primera mano lo que se piensa y lo que se dice, lo que pensamos nosotros también. Acusemos recibo de lo grato, y olvidemos los equívocos, los fracasos, las negatividades, que acaban pesando demasiado para arrancar el programa de cada día. Comuniquemos de dentro afuera y en armonía. La cosecha poco a poco llegará.

 

Corazón y mente

Juan Tomás Frutos

 

Cosechemos la vida en todas sus formas. No descubramos con celeridad experiencias que no sabemos descifrar en tiempo. La fortuna está en la paciencia infinita con la que nos hemos de trasladar un día y otro.
Hemos de fortificar lo que nos conviene como conjunto, como sociedad, en ese todo que nos ha de distanciar.  Mediquemos nuestros cuerpos con buenas ideas, que darán salubridad a la actividad diaria, con la que hemos de postularnos ante las adversidades o contrariedades, inevitables por otro lado.
Distingamos las pasiones de esas alertas que a veces funcionan, y otras veces no. Los milagros existen si damos crédito a lo que sucede, a lo que nos viene con una aureola de pacientes querencias, con las que hemos de limar todo tipo de asperezas. Nos hemos de procurar un recorrido.
Recurramos a la bravura de las buenas etapas, de ésas en las que aprendimos a amar y a consolidar lo poco o lo mucho que tenemos. Nos hemos mostrado a menudo de una manera que todo lo optimiza. No dejemos que el pan nos falte. No olvidemos que ese pan tiene mucho que ver con el corazón y la mente. Hagamos que la comunicación sea eficaz entre el uno y la otra.

UNIVERSIDAD DE MURCIA