Naguîb Mahfûz: Premio Nobel 1988

De literatura árabe los universitarios españoles en general –incluidos muchos de sus profesores de literatura-, conocemos poco. Quien más, ha leído algunos cuentos (quizás todos) de Las Mil y una noches , en cualquiera de las tres traducciones que aquí se han popularizado; o tal vez se ha atrevido con la exquisita obra del polígrafo andalusí Ibn Hazm, El collar de la Paloma .

Pocos saben que, desde principios de este siglo, los escritores árabes, rompiendo con una tradición rica en cuentística, poesía y literatura erudita, han empezado a experimentar con otros géneros, entre los que destaca, por sus éxitos, la novela. Esta reciente literatura, poco y desigualmente traducida a nuestro idioma, sigue siendo una desconocida pese a la fama que en otros lugares tiene escritores como Tâhâ Husayn, Nagîb Mafûz o Tahar Ben Jelloun (novelista árabe este último por más que escriba en francés).

Bastante antes de que la concesión del premio Nobel de Literatura pusiera en boca de muchos que nunca lo habían pronunciado el nombre del egipcio Naguîb Mahfûz, arabistas y aficionados a la literatura en Europa habíamos descubierto en él a un escritor de talento, autor de obras de una calidad tal que lo colocan a la cabeza de la nueva literatura árabe. Y nos preguntábamos cómo era posible que, con escritores como Mahfûz y otros, el mundo árabe no hubiese recibido todavía un Nobel de Literatura. Han sido quienes desconocen esta realidad cultural quienes se han extrañado por este reconocimiento internacional. Algunos incluso, se han llevado las manos a la cabeza con “estupor”. Sin embargo, ahí está un órgano de expresión como Magazine Littéraire , donde en marzo de 1988 se decía que Naguîb Mahfûz era merecedor de él sin ninguna duda.

En su producción anterior a 1961, (en que publica El ladrón y los perros , cuya traducción podemos leer en Ediciones Libertarias) nos encontramos con un escritor clásico en el sentido de la novela occidental. Pero, a partir de entonces, N. Mahfûz se propone crear algo nuevo: su estilo a partir de entonces supone una innovación no sólo dentro de la novela árabe, sino de la novela en general. Una muestra de su producción de esta segunda etapa, de entre lo poco disponible en lengua castellana es Bajo la marquesina , traducción de Mª Jesús Vigueras y Marcelino Villegas (Revista de Occidente 1971).

La importancia de este escritor egipcio estriba principalmente en dos razones. La primera puede ser válida sólo para los árabes, y es el papel decisivo desempeñado por él en la historia de la lengua árabe, es decir: en su modernización y simplificación. La segunda –que es la que ha hecho que su obra sea acogida por el público fuera de su área lingüística- es la creación de algo profundamente árabe, a partir de elementos extraídos del espesor de un pueblo y en el marco de uno de los países claves del mundo árabe-islámico. La universalidad de su obra consiste en el conocimiento en profundidad que tiene de una parte muy concreta y delimitada del género humano: ahí radica su inmenso interés.

Desde los años cuarenta, Naguîb Mahfûz modela el gusto y hasta se podría decir que la mentalidad de todo árabe cultivado. Desde esa década “coloca, novela a novela, los jalones de un estilo literario que en la lengua árabe no existía más que imperfecto, inacabado, y sobre el que carga todas las mutaciones de la pequeña burguesía egipcia, a través de un código social que conoce perfectamente por haber sido el que heredó”. No es probable que ninguno de los novelistas árabes posteriores a él haya escapado a su influencia. Todos, en mayor o menor medida –sean conscientes de ello o no-, han nacido de su universo. Y podemos asegurar que ninguno de éstos ha sido más audaz que él a la hora de innovar. Cumple ahora los 78 años, pero ninguno de sus hijos es más joven que él.

Es N. Mahfûz el único autor árabe cuyos libros se venden por millones (en ediciones controladas y en las piratas de Bayrût). Su Trilogía (escrita entre 1956 y 1957) se viene reeditando cada tres años y siempre se agota.

Transcribiré, para acabar, algunos párrafos de una entrevista que concedió meses antes de que le fuera otorgado el Nobel:

“Nací en los viejos barrios de El Cairo, y los amo. Pienso que en la base de la escritura hay una especie de amor por un lugar, por una gente, por un ideal. Esos viejos barrios lo son todo para mí, como una esposa única. Es, pues, normal que el teatro de mis experiencias se encuentre allí, y nunca me siento más a gusto que cuando escribo acerca de mi calle. Se ha convertido en el símbolo del mundo entero, y lo he modificado como he querido.

“(…) Se conoce la vida en profundidad o superficialmente. Algunos de mis amigos conocen cada metro cuadrado de Egipto. Yo no; tan sólo conozco una pequeña parte. Pero se pueden captar las profundidades de la personalidad egipcia a través de un grupo de personas, incluso poco numeroso, incluso aunque pertenezcan al mismo estrato social. Las diferencias entre unos y otros se sitúan a nivel epidérmico, no en profundidad.

“(…) Todos mis personajes tiene su origen en la realidad. Con frecuencia, las personas que he descrito en mis libros me leen y no se reconocen. Si un día se reconocieran, sería catastrófico para mí.

“(…) La sinceridad no exista más que en literatura.