Matilde Campos vuelve al mundo del amor perdido en su nuevo poemario “Esperando el amanecer”

“Esperando el amanecer” es el título del nuevo libro de poemas de Matilde Campos Aranda. Profesora de Bioestadística en la Universidad de Murcia y colaboradora en distintos másteres de dicho centro, ha publicado diversos libros de su especialidad “Más de 777 preguntas de Bioestadística y sus respuestas”, o “Bioestadística aplicada a casos clínicos simulados”.

Desde hace años es una asidua cultivadora del género poético en unos poemarios que llegan puntualmente año tras año y en los que desnuda sus sentimientos más íntimos, sus pensamientos más profundos y sus emociones más recónditas.

Matilde Campos sabe transformar los latidos de su corazón en palabras en composiciones hermosas en las que expresa su mundo más particular, sus emociones más vívidas, sus miedos y nostalgias más acendrados. Y es que, las composiciones de esta poeta están hechas fundamentalmente de eso: de añoranzas y de un lamentarse por un paraíso perdido, por la ausencia de un viejo amor, y una continua resolución que le invita a levantarse, a poner en marcha de nuevo una vida que quedó amputada y lastrada por esa ausencia (“Él se fue/llevándose su presente/ y su ayer”). Una ausencia que da lugar a varios de los poemas más atractivos del libro como ese “¿Vuelves?”, que se aventura por los territorios del olvido en el más puro estilo cernudiano:

“¿Vuelves?”
-me preguntas-
“Yo siempre estuve aquí”
-te respondo-
Eres tú el que vuelves
después de navegar por el olvido

Y es que, Matilde Campos sabe que, por más que se persiga un fantasma del pasado, “No hay amores de ida y vuelta”.

Se lamenta la autora de no haber actuado a tiempo (“responsable de aquellos silencios que debieron ser palabras”). Precisamente los silencios son un tema recurrente en la autora, como en el titulado precisamente “Silencios”: “Cuando las palabras/chocan y se alejan,/ ¿para qué decirlas?”.

O en el titulado “Silencios y palabras”:

Ahora que he aprendido
a hablar con el silencio
me pides que te hable
ahora que ya
se me olvidaron las palabras.

O en ese otro en el que se dirige a su antiguo amor a través de un interlocutor inexistente:

Dile que me he ido,
que he aprendido a quererme
a pesar de él,
que ya no necesito su amor
solo su olvido.

Campos le pide a la vida que le enseñe “Cuando quedarte /y cuando decir adiós”, y se lamenta por una cobardía que aborrece: “Se me quedó/como enquistada/ la desolación”.

Un panorama triste, sombrío y pleno de recuerdos, poblado por objetos llenos de antiguos significados, en el que puede convertirse en protagonista un viejo papel que habla de ternuras de otros tiempos, hoy olvidadas, un libro olvidado marcado por una vieja flor, fotografías amarillas, polvorientas muñecas de ojos tristes o unas lágrimas mudas que se lamentan sin palabras.

Aunque esto último es lo único que no hay en estas páginas: ausencia de palabras. Palabras que Matilde Campos sabe escoger y disponer de manera elegante, llenas de lamentos, emociones, brumas del alma y vidas a la deriva que intentan encaminarse al abrigo protector de viejos y desvencijados faros del alma.