Los paratextos del Quijote

“En un lugar de la Mancha , de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo…” Todos creemos saber cómo comienza El Quijote . El inicio de la obra cumbre de Miguel de Cervantes ha quedado en la memoria colectiva de los españoles como un sustituto a la letra del himno nacional. Pero, ¿realmente el libro comienza con la descripción del hidalgo? La respuesta es no. Antes del primer capítulo encontramos una serie de textos, que en adelante llamaremos paratextos, que forman el arco de entrada a la obra.

Poco conocidos y quizá menos leídos, el conjunto de textos que abrían la primera y la segunda parte del Quijote aportan no pocas luces a la figura de Cervantes, así como a las circunstancias y motivos de la elaboración de su obra. El lector, ávido por encontrar esa frase archiconocida que le sirva de guía de entrada al libro, a menudo deja atrás los paratextos, desdeñando su importancia y su valía. Espero que este análisis que a continuación voy a realizar sirva para atraer la atención hacia una parte de la obra olvidada por muchos.

Lo primero que debemos hacer es poner en contexto los paratextos de El Quijote en relación con las partes que tenían los libros en el Siglo de Oro. En esta época los documentos oficiales que necesitaba un libro para ser publicado eran muchos y difíciles de conseguir; además la censura ejercida por la Inquisición acechaba de cerca a los autores. Observamos una gran variedad de aprobaciones y licencias otorgadas por las autoridades civiles o religiosas, así como la costumbre, que encontraremos en El Quijote, de añadir poesías y dedicatorias antes del inicio del texto.

En la obra de Cervantes no aparecen todas las clases de paratextos que podía haber en un libro del Siglo de Oro y que a veces llegaban a la veintena. Lo primero que veían los lectores era la portada. En la edición que vamos a seguir, la de la Real Academia Española por el cuarto centenario y que ha sido publicada este año por Alfaguara, encontramos reproducida la portada de 1605 compuesta por el nombre completo de la obra, el del autor, una dedicatoria al duque de Béjar y un emblema; también se reproduce la portada de la segunda parte, muy parecida a la de la primera.

Tras la portada aparece la tasa. Este documento era simplemente burocrático y calculaba el valor del libro en función de los pliegos que ocupa. El precio de El Quijote se fijó en su primera parte, en tres maravedíes y medio para cada uno de sus ochenta y tres pliegos, lo que hacía un montante total de doscientos noventa maravedíes y medio. La segunda parte, publicada en 1615, aumentó de precio, cuatro maravedíes cada pliego, pero al haber menos pliegos, setenta y tres, el valor total era similar al de la primera parte: doscientos noventa y dos maravedíes.

A continuación vemos el testimonio o fe de las erratas, que no se corresponde con lo que hoy entendemos como tal. Era una aprobación por parte de un funcionario que aseguraba que el ejemplar publicado se correspondía con el original que había pasado la censura. En la primera parte encontramos seguidamente el privilegio real, firmado por Juan de Amézqueta en nombre del rey. Este documento otorga los derechos de impresión del libro a Cervantes por diez años y señala los certificados que les faltan a la obra para poder ser publicada. Es interesante observar como este privilegio real está firmado en Septiembre de 1604, varios meses antes de la publicación de la obra.

En la segunda parte, antes del privilegio real, aparecen las aprobaciones, que se han perdido en la primera. Son en total tres y atestiguan que el libro se adecua a la moral cristiana y al buen entendimiento. Es interesante lo que dice la tercera aprobación, firmada por el Licenciado Márquez Torres, y que aporta un par de datos interesantes sobre la recepción de la primera parte de El Quijote . Señala el funcionario que la primera parte del libro y otras obras de Cervantes eran muy conocidas en Francia y en otros países europeos. El segundo dato muestra de manera muy significativa cómo el éxito de la primera parte de El Quijote no afectó a la vida de Cervantes, que siguió viviendo de manera más que humilde ante el asombro de sus lectores extranjeros.

Antes del prólogo encontramos la dedicatoria al duque de Béjar, que no es otra cosa que una desmedida loa a su protector para conseguir un padrino fuerte que le ayude con hipotéticos problemas económicos o con la Inquisición. En la segunda parte la dedicatoria aparece tras el prólogo y está consagrada al conde de Lemos. Es más extensa que la primera y le cuenta al conde cómo rechazó los agasajos de un emperador chino aduciendo que le sobraba con su protección. También le adelanta que en unos meses terminará Los trabajos de Persiles y Sigismunda y que está enfermo.

Llegamos a la parte más atractiva de los paratextos, porque es la más literaria, el prólogo, o mejor dicho los prólogos porque existe uno para cada parte de la obra. Vamos a analizarlos por separado. El prólogo a la primera parte es mucho más extenso que el de la segunda, y comienza con una interpelación directa al lector al que da absoluta libertad para interpretar la obra como mejor crea. Se trasluce de las primeras palabras del prólogo, en las que juzga su libro con suma modestia, uno de los rasgos más destacados de la personalidad de Cervantes: su humildad. Afirma que desdeña los vanos oropeles con los que muchos escritores engalanan sus obras valiéndose de poemas laudatorios escritos por reconocidas plumas.

Utiliza Cervantes un recurso literario muy acertado: finge una conversación con un amigo que le va a servir para decir lo que quería expresar, pero también para que al lector le parezca que tales palabras son fruto de un diálogo improvisado. En este supuesto diálogo Cervantes continúa el casi menosprecio de la valía de su Don Quijote de la Mancha , acusándose a sí mismo de no aportar datos eruditos de la cultura clásica, como solían hacer muchos contemporáneos suyos. El interlocutor le dice que su pesar tiene fácil solución, y que él mismo se presta para ayudarle a introducir en el libro una caterva de citas en latín y de referencias clásicas, todas ellas con el único fin de aparentar erudición. Cervantes logra, mediante una fina ironía, hacer una feroz crítica de la moda de la época de acompañar los libros con una gran cantidad de datos superfluos para dar muestras de una intelectualidad aparente que la mayoría de las veces carecía de base sólida. El discreto amigo le aconseja que esos artificios no son necesarios en su obra por el tema que trata. Cervantes acepta de buen grado su consejo.

Así termina el prólogo en el que además del ataque a la sabiduría como mero adorno, encontramos algunos datos interesantes sobre el carácter del autor y sobre el origen de la obra, que como se nos cuenta fue concebida en la cárcel.

El prólogo de la segunda parte de El Quijote es bastante más breve que el de la primera. El objetivo principal de esta introducción es defenderse de las críticas recibidas por sus Novelas ejemplares y sobre todo de las que le dedicó Avellaneda en la continuación de las aventuras del hidalgo manchego. Cuando Cervantes escribe la segunda parte de El Quijote es un hombre viejo y cansado de las inclemencias que ha tenido que soportar en su tortuosa y nómada existencia. La primera parte tuvo cierto éxito, aunque no subsanó sus problemas económicos, y cuando descubre que el tal Avellaneda no sólo continúa su libro sino que se mete con él, Cervantes le responde no con ira sino con una elegancia y una flema propias de quien está de vuelta en la vida. Poco más aporta este prólogo además de una dedicatoria al conde de Lemos y la promesa de la pronta publicación del Persiles y de la segunda parte de La Galatea , que no llevó a cabo finalmente.

En la primera parte, después del prólogo encontramos una decena de poemas (ocho sonetos y dos décimas de cabo roto) en los que conocidos personajes de la literatura caballeresca como Amadís de Gaula, Orlando o Belianís de Grecia se dirigen a los protagonistas de El Quijote. Estos poemas no aportan mucho más que su carácter anecdótico y paródico y demuestran las limitaciones del Cervantes poeta.

Los paratextos que hemos analizado nos ayudan a la lectura de la obra cervantina, la contextualizan y nos sirven para comprender mejor la concepción del libro y la figura de su autor. Aparece un Cervantes en el cenit de su vida y de su carrera como escritor, que sigue luchando por el favor del público que Lope de Vega le arrebató en el teatro y por la protección de los grandes señores. También observamos como su existencia cambió poco en los diez años que mediaron entre las dos partes de El Quijote y que el éxito de esta obra sólo le sirvió para publicar más libros.

Espero que este artículo sirva para arrojar un poco de luz sobre los paratextos de El Quijote , una de las partes menos estudiadas de la obra cervantina. Pero también quiero que sirva de acicate para la lectura del texto, pues es éste el que justifica la atención a los paratextos.